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Reducir las cuarentenas a 10 días, la medida que evalúan Sanidad y las comunidades para facilitar los confinamientos

Un niño en cuarentena la pasada primavera.

Belén Remacha

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Desde que hace más de seis meses comenzó la pandemia de COVID-19, la referencia temporal había sido 14 días. Es ese el periodo que se ha tomado como máximo en el que una persona puede desarrollar síntomas y por tanto la duración que se ha recomendado para las cuarentenas. Pero cada vez más países están barajando rebajarlo. Francia llegó a decir que estaba sobre la mesa dejarlo en 7 días, pero España no irá tan lejos por el momento. Sí que, como confirmó el técnico del Ministerio de Sanidad Fernando Simón, se está debatiendo y coge fuerza en el Consejo Interterritorial que cada semana se reúne para revaluar la Estrategia de detección, unificarlo todo próximamente en los 10 días y “olvidarnos definitivamente de los 14 días”. Los motivos mezclan la evidencia científica y las razones sociales y económicas: por un lado, a partir de ese día la capacidad de contagio se reduce al mínimo; por otro, eso facilitaría a los ciudadanos cumplir los confinamientos.

Quedan bastante lejos los meses de primavera en los que las cuarentenas, para prevenir, llegaban a durar hasta un mes, y se alargaban hasta que el paciente tenía una PCR negativa. Actualmente, si la persona es leve y no precisa ingreso, se le da el alta y puede dar por concluido el aislamiento a los 10 días de haber comenzado los síntomas, siempre que lleve al menos 3 sin fiebre. Así consta en la Estrategia de Detección del Ministerio y según las recomendaciones del Centro Europeo para el Control de Enfermedades (ECDC). Para lo que siguen vigentes los 14 días es para las cuarentenas que tienen que realizar los contactos estrechos de personas positivo en COVID-19, incluso aunque se les haya hecho PCR y la hayan tenido negativa. Y sería esto último lo que podría cambiarse pronto.

Los cambios de criterio de los últimos meses se deben a que cada vez sabemos más sobre cómo evoluciona el virus en el cuerpo humano. Un estudio de la Sociedad Americana de Enfermedades Infecciosas con células de SARS-CoV-2 reveló que no eran cultivables tras el octavo día de síntomas, es decir, el paciente ya no era infectivo pasado ese tiempo. Otro, publicado en Eurosurvillaince, concluía que la posibilidad de transmisión del virus a partir del décimo día se reducía al 6%.

Lo que planteaba Simón era que el debate tiene varias “posiciones” basadas en valorar el riesgo-beneficio de una medida así. El beneficio es que la gente tiene más fácil encerrarse en casa 10 días que 14; el riesgo, que se asume que sí hay un mínimo porcentaje de personas que a partir de los 10 días pueden seguir siendo contagiosas. Indicaba asimismo el portavoz que los 14 días implicaban “el riesgo mínimo posible” y “siempre se han planteado de una forma muy prudente. El periodo de incubación de la enfermedad está en 12 días”. Es decir, siempre fue una medida de máximos.

Una medida posible, pero con seguimiento

“Si tú mandas hacer un aislamiento muy largo, en las condiciones en las que están algunas personas, puede ser que no se pueda hacer de forma real, a no ser que se haga con una vigilancia del aislamiento. Eso hace que se busque un compromiso efectivo, un punto intermedio entre ese pequeño riesgo y reducir los días de confinamiento”, sintetiza Ildefonso Hernández, portavoz de la Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria (SESPAS). No pensando tanto en “irresponsabilidades”, sino en personas con malas condiciones habitacionales o con contratos laborales por los que, en la práctica, les suponga un inconveniente pasar 14 días en casa. Y partiendo siempre de la base de que, efectivamente “es raro que empieces con la infección a los 10 días”.

Hernández avisa de todos modos de que para tomar una decisión así sería conveniente monitorizarlo: “Nos estamos acostumbrando a tomar muchas decisiones inéditas sin evaluarlas bien. Son todo situaciones nuevas para la Salud Pública, y esos riesgos, aunque sean bajos, hay que evaluarlos”. ¿Cómo? Con seguimientos periódicos de la población, llamadas, coordinación… es decir, con un refuerzo de la Atención Primaria, lo que necesita todo el sistema de vigilancia de la COVID-19. Hernández habla siempre de la reducción a los 10 días; no contempla de momento, igual que Simón, los 5 ó 7 días: “Primero observemos qué pasa reduciéndolas a 10. No creo que, por solo unos pocos días, se gane tanto en efectividad cuando es un periodo en el que ya empieza a aumentar el riesgo. La experiencia nos está demostrando que por querer ir rápido, como con la apertura del turismo, el pilar sanitario no funciona, y luego podemos dar pasos para atrás”.

El coordinador de la Asociación de Residentes de Medicina Preventiva y Salud, Mario Fontán, también ve viable reducir los aislamientos a 10 días por la evidencia científica de la que se dispone, pero no más por ahora: “Quizá en unos meses podamos reducirlo a 5 ó 7 días, pero por ahora no tenemos pruebas sólidas de que convenga”. Además recuerda que las características de la enfermedad, el famoso alto número de asintomáticos y la dificultad para delimitar el momento exacto de la transmisión, “añade incertidumbre a la decisión de cuándo terminar la cuarentena”.

Fontán advierte también de que habrá que controlar ese cambio a 10, porque ese pequeño riesgo “parece un porcentaje pequeño, y lo es a nivel individual, pero en contextos de alta transmisión puede acabar siendo un problema”. En general, “más que por reducir mucho los aislamientos por la necesidad económica y política de reducir el impacto en la vida de la gente, creo que hay que apostar por compensar con políticas que favorezcan el aislamiento. Proteger a los ciudadanos de los despidos por bajas, asegurarles el salario, asegurar viviendas… creo que hay que pensar más en esa vía”.

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