Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

Casado y la “redegeneración” del PP

Simpatizantes del PP ante la sede de la formación en Madrid, durante una noche electoral

Carlos Hernández

Son tantas las noticias que cada día llegan hasta nosotros que, demasiadas veces, ni nos enteramos de lo que realmente ocurre ahí afuera. Este miércoles, Sergi Pitarch publicaba en eldiario.es una información que quedó en un tercer plano al lado del juicio del procés, de las barbaridades de turno escupidas por el trío de socios Casado / Rivera / Abascal y de la actuación, en mi opinión, prevaricadora de un juez franquista encaminada a retrasar la exhumación del mayor asesino de nuestra historia reciente. Entre tanto ruido, nuestro compañero Pitarch detallaba las maniobras dudosamente legales y éticamente inmorales de la actual cúpula del Partido Popular en Valencia para cobrar sobresueldos.

No se trataba de un gran escándalo de corrupción. Al lado de las decenas de Gúrteles, con las que nos han robado cientos de millones de euros a todos los españoles, el caso parecía una pequeña travesura. Total, hablamos de ocho dirigentes que renunciaron a la dedicación exclusiva en su trabajo como parlamentarios para así poder percibir de su partido unos cuantos billetes con los que vivir mejor. Ni siquiera el hecho de que esos ingresos extra no los declararan en el Parlamento valenciano, como era su obligación, ni que su grupo haya evitado presentar las cuentas anuales supone algo demasiado llamativo en un partido que se hartó de cobrar comisiones ilegales a cambio de adjudicación de obra pública y que no dudó en desviar fondos de la visita de un Papa o de actos de homenaje a las víctimas del terrorismo de ETA. 

El problema en este nuevo affaire valenciano no es la cuantía económica. La gravedad de esta “travesura” es que la han cometido los herederos de Zaplana, Camps, Costa, Cotino o Fabra. Quienes llegaban a regenerar un partido de chorizos, solo tardaron un año en reanudar una práctica que ellos mismos proscribieron después de tanto saqueo. Solo tardaron doce meses en empezar a estudiar ese máster que parece impartirse en buena parte de los despachos del Partido Popular. Un máster que de tener lemas, serían muy parecidos a las frases de Zaplana y de Vicente Sanz que salieron a la luz en las grabaciones del Caso Naseiro: “Me tengo que hacer rico porque estoy arruinado” y “estoy en política para forrarme”.   

Lo he dicho una y otra vez. El PP, con la complicidad de Ciudadanos y ahora también de Vox, utiliza la bandera de España exclusivamente para tapar con ella las noticias que aparecen sobre sus incontables actividades delictivas. Le reconozco a Pablo Casado un enorme mérito y hasta un punto de sinceridad (creo que es el único en su vida) en esta estrategia. Desde que llegó a la presidencia del PP no ha entonado ni una sola vez el mea culpa, no ha hecho una autocrítica profunda sobre la corrupción que ha gangrenado y que parece seguir parasitando su partido. Al contrario. Casado ha reivindicado especialmente a dos dirigentes acorralados por la sospecha y por las evidencias… y les ha señalado como su modelo a seguir. Él quiere ser como Aznar, el presidente del Gobierno que designó un consejo de ministros en el que la mitad de sus miembros acabaron en prisión o imputados; el presidente del partido bajo cuyo mandato se produjo la financiación irregular y florecieron las tramas de corrupción; el hombre que organizó una boda de postín para su hija a la que asistieron incontables futuros inquilinos de Soto del Real y hasta un aprendiz de Padrino al que le gustaba que le llamaran Don Vito. Y si Casado fuera mujer, aunque no creo que esa idea le entusiasme demasiado, querría parecerse a Esperanza Aguirre. Su modelo, la que admira y elogia públicamente, es la lideresa de una charca que pobló con un ejército de ranas ladronas que acabaron en el banquillo y/o en prisión. Casado sin complejos. 

Quienes voten en las próximas elecciones por el PP o por sus partidos muleta, no podrán decir que lo han hecho inocentemente. En primer lugar porque apoyarán a un partido demostradamente corrupto y que ha mentido y sigue mintiendo por encima de sus posibilidades. Después de la que liaron con la figura del relator y de su minoritario aquelarre en la plaza de Colón, el lehendakari Urkullu ha confirmado este miércoles que fue el Gobierno popular el que usó un mediador, un intermediario, un relator al cuadrado para negociar con los demoniacos independentistas catalanes. Al PP se le debería aplicar un criterio periodístico muy específico: dar por hecho que todo lo que dicen sus dirigentes es mentira, salvo que se demuestre lo contrario. Son los hechos los que nos deberían obligar a tomar todas las precauciones posibles porque los jóvenes, de edad, líderes populares continúan por la senda trazada en B por sus antecesores. Mentirán lo que haga falta para no dejar en la estacada a quienes consideren “uno de los nuestros”. Si alguien alguna vez tiene dudas sobre esta certeza, que recuerde la comparación que hizo Isabel Díaz Ayuso entre Cristina Cifuentes y la asesina del niño Gabriel

Toda esta historia ya nos la sabemos porque la vivimos con Aznar y con Rajoy. Se empieza mintiendo en la oposición para proteger a un presunto delincuente y se termina en el gobierno utilizando fondos reservados, policías y fiscales para destruir pruebas, obstaculizar las investigaciones judiciales y permitir que los corruptos sean impunes. Pablo Casado solo es un imitador de sus mayores. Un imitador que siempre tendrá a mano una enorme bandera de España o un 155 para tapar la “redegeneración” que está llevando a cabo en el Partido Popular. Un imitador que tiene la fortuna de contar con el aplauso y el respaldo de Ciudadanos y de Vox. Los tres partidos de la derecha tienen algo en común que les cohesiona… y que no es precisamente la bandera ni la unidad de España. El pegamento que les une es mucho más material. The business must go on.

Etiquetas
stats