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Renace el felipismo, larga vida al pedrismo

Felipe González y Pedro Sánchez

Antonio Maestre

El PSOE ideológicamente es un ente etéreo, escurridizo, que se desliza por las fronteras de los márgenes del pensamiento político buscando el mejor lugar donde implantarse para asaltar el poder. Es un ente hábil, que repta por el tablero político buscando aprovechar los errores de sus adversarios para colonizar nuevas posiciones. Un partido con el logro merecido, trabajado y bien pagado de ser el partido orgánico de la transición sin perder la vergüenza de cantar la Internacional y levantar el puño como elemento estético de reafirmación y márketing electoral. Un verdadero animal político. Mucho mérito.

Pedro Sánchez está convirtiendo su vida pública en un revival del proceso que el PSOE vivió de 1979 a 1982, aprovechando la coyuntura y el contexto que estamos viviendo. Las analogías históricas, con las reservas lógicas de los hechos que separan los contextos en cuarenta años, permiten comprender los comportamientos heredados de un hombre de partido criado y entetado en una organización como el PSOE, en la que la cultura política está subyugada a los usos y costumbres de la militancia orgánica. En ocasiones puramente acrítica. Pedro Sánchez está calcando el proceso de disolución ideológica que el PSOE sufrió antes de las elecciones de 1982 y la sustitución del socialismo por el felipismo. Habemus pedrismo.

En el periodo de 1979 a 1982 existieron unas circunstancias sociales y políticas que en esencia se están repitiendo en la actualidad. Un contendiente ideológico que peleaba la presencia en su mismo espectro, una deriva a la derecha de sus adversarios políticos que competían por el votante de centro, el miedo a una involución democrática por parte de la extrema derecha y la inestabilidad política.

Viraje a la moderación

Los partidos y su ideología no son, sino que se conforman en relación a la posición de sus adversarios. Sobre todo aquellos con experiencia en el poder y conocimiento sobre la alta capacidad de aglutinación de cargos, cuadros y militantes en torno al liderazgo que aporta ese poder. El PSOE es uno de los partidos que más vira y se modula en función de la acción política de sus oponentes.

Partimos de la premisa, puede que incorrecta, de que para virar existe un viaje ideológico a un lugar distinto del que se parte. Demos por buena la posición discursiva de Pedro Sánchez desde su lucha contra las élites de su partido y el imperio mediático de Prisa como un posicionamiento de izquierdas que ha olvidado una vez que ha llegado al Gobierno. El motivo fundamental de ese viraje es que ya tiene el Gobierno, no necesita convencer a nadie de su progresismo porque ya ha logrado el objetivo fundamental. Pero, además, existen dos razones fundamentales que han provocado ese movimiento tal y como sucedió en los años previos a la victoria de Felipe González en 1982. La competición por la izquierda con otro partido que le disputa ese espacio hace necesario que maneje un discurso ambicioso de izquierdas para limar la posible fuga de electores a Unidas Podemos, pero solo de forma retórica y estética, sobre todo porque ahora necesita ocupar un espacio abandonado.

Antes de las elecciones de 1982 el viraje a la moderación vino precedido de la disolución de UCD y el abandono de los postulados centristas - si en aquella época existía tal cosa-. La derechización dejó un espacio libre que Felipe González consideró que era el lugar que tanto tiempo llevaba esperando desde el abandono del marxismo en el Congreso Extraordinario de 1979. El momento es similar, Ciudadanos ha dejado libre un espacio que Pedro Sánchez quiere ocupar para consolidarse y abandonar la retórica izquierdista en la que no cree. El pedrismo, al igual que el felipismo, necesita mantener una estética progresista con la consolidación del respeto absoluto al dogma del libre mercado. Parecer de izquierdas para tapar el espacio a la izquierda y mirar siempre a la derecha. Como decía Enrique Tierno Galván, líder del Partido Socialista Popular en 1979, en su oposición al felipismo antes de imponerse: “Nosotros queremos cambiar radical, política y culturalmente la sociedad, y la socialdemocracia no quiere que esos cambios se produzcan”.

El miedo a la extrema derecha y la garantía de estabilidad

La victoria del PSOE en 1982 se fraguó también por el miedo a la involución que el golpe de estado del 23 de febrero de 1981 había provocado en capas de la sociedad de diversa índole. Felipe González logró aglutinar multitud de sectores de población que incluso teniendo intereses de clase antagónicos consideraban al PSOE el único capaz de llevar a cabo una democratización efectiva del país. El miedo a la extrema derecha y la involución democrática funcionaron como elemento aglutinador del voto. Huelga especificar las similitudes de aquella circunstancia con la estrategia troncal de Pedro Sánchez en las pasadas elecciones. Un elemento que está directamente vinculado con el siguiente paralelismo. El PSOE de Pedro Sánchez intenta dibujarse como único actor posible garante de la estabilidad que necesita el país en una situación incierta que ya alcanza un ciclo de tres años [2016-2019] similar al que provocó la consolidación ideológica del PSOE desde su abandono del marxismo en 1979 hasta su victoria electoral en 1982.

El felipismo se caracterizó por un fuerte culto a la personalidad, la eliminación de la disidencia interna y un férreo control de los órganos del partido y la preeminencia del aparato. Los perdedores del susanismo pueden dar fe de las similitudes en cuestiones internas del pedrismo.

Los dos líderes dejaron la Secretaría General después de que el partido no aceptara sus postulados para volver con más fuerza. Felipe González en el XXVIII Congreso después de que la asamblea no aceptara su propuesta de renuncia del marxismo y Pedro Sánchez por su negativa a dar su apoyo a la investidura de Mariano Rajoy. Dos hechos de base ideológica antagónica que sirven para conformar una imagen de líder por encima del partido. O mis postulados o nada. Esto es importante para definir la acción política de ambos. Solo aceptan sus máximos. Nada de ceder a la mayoría. O su voluntad o la huida para volver y laminar a los detractores.

“Hay que ser socialistas, antes que marxistas”, la cita de Felipe González define de manera brillante el devenir del PSOE desde que fue pronunciada por su líder en 1979. Una concepción estética de la ideología imposible de cumplir pero con una profunda carga en el ideario progresista español. Una herencia que cualquier líder del partido ha implementado cuando ha ocupado la Secretaría General: “mestizaje ideológico”, lo llamó Pedro Sánchez en el debate de investidura al que acudió con un acuerdo con Albert Rivera, su único y verdadero socio preferente. Aunque él no quiera. Ya volverá al redil. En eso estamos.

El pedrismo se ha instaurado. Y tú, cuervo ingenuo, volverás a verlo si llegamos a nuevas elecciones. El pedrismo habla con lengua de izquierdas para convencer a desdichados y ganar el poder con el que instaurar políticas socioliberales que beneficien sus intereses de clase en detrimento de la clase trabajadora. Es un digno sucesor. Felipe, déjale la chaqueta de pana.

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