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Que no es lo mismo, señores

Barbijaputa

La prensa, deportiva o no, nunca desaprovecha una ocasión para reducir a las mujeres a un mero objeto, así que los Juegos Olímpicos no iban a ser menos. Ya hicimos un recopilatorio el año pasado con los veryverybest de la prensa deportiva. Hoy no vamos a repetir lo mismo con la prensa generalista porque no descubrimos nada nuevo diciendo que también periódicos como El Mundo sexualizan a la mujer y denigran a las deportistas (y de paso le mete presión a las modelos)

Tras la avalancha de protestas que sufrieron, en la redacción de El Mundo decidieron cambiar el titular que ven en la imagen por el de “La lista de atletas olímpicamente atractivas” que, como ustedes habrán apreciado, lo cambia todo. Mucho más elegante y nada denigrante. Fíjense que lleva “olímpicamente”, que igual no lo han notado, pero se refieren a los Juegos Olímpicos, y con eso ya, en vez de sexualizar a las deportistas, consiguen que se las valore como profesionales. Genios.

Además, en El Mundo, usaron el recurso de hacer un artículo idéntico pero con hombres llamado de “La lista de los buenorros internacionales en los JJ.OO. de Río”, por lo de la igualdad y tal. Y, aunque nadie se quejó del artículo ni del título sobre ellos, también le cambiaron el título a éste por el de “Lista de atletas olímpicamente atractivos”.

Este recurso de “a ellos también sabemos sexualizarlos” también es muy socorrido para la industria de la publicidad, donde a veces suelen hacer un anuncio que degrada y sexualiza al hombre por cada anuncio que hace lo mismo con las mujeres. ¿No queríamos igualdad? Pues ellos nos la dan.

Pero no, no es lo mismo, en realidad es sólo una excusa para no ser tachados de machistas. Hacer una lista de “deportistas buenorros” para equiparar al de “deportistas buenorras” ni es igualdad ni es paliar el daño que hacen los de ellas en comparación con lo inocuo de los de ellos. Los atletas hombres ya están reconocidos como profesionales, de la misma forma que la prensa deportiva ya sigue sus carreras y les da relevancia. El público ya consume deporte masculino, no así el femenino. Las atletas mujeres no tienen ni el reconocimiento ni el seguimiento de los atletas hombres, y no precisamente porque no consigan victorias o porque no sean tan buenas como ellos, sino porque son mujeres, y la repercusión y fama que alcanzan están basada en sus físicos.

Como dijo Laura López (jugadora de la selección de waterpolo, medalla de oro en el Campeonato del Mundo de Barcelona 2013 y medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Londres en 2012 y elegida mejor jugadora de la Copa de la Reina) en el programa “Campeonas invisibilizadas” de Carne Cruda: “Se ven más vídeos de nuestros culos que de nuestras finales”.

Por eso no lo es mismo sexualizar a las atletas femeninas que a los atletas hombres. Lo de ellos es meramente anecdótico, porque el grueso de las noticias que generan son sobre su carrera y ya copan las portadas de la prensa deportiva, ya tienen el reconocimiento profesional, y su afición no los sigue por sus culos o sus pectorales, sino por sus victorias. Ellas no pueden decir lo mismo.

Tampoco es lo mismo sexualizar a la mujer en la publicidad que sexualizar a los hombres. No en un país donde una mujer es violada cada siete horas. No en un mundo donde la violencia contra las mujeres está ya catalogada como de proporciones epidémicas. No en una sociedad donde nueve de cada diez personas que sufren anorexia son mujeres.

Sexualizar a las mujeres en una sociedad misógina y machista como la nuestra, con 70 mujeres asesinadas de media por año, no tiene la misma repercusión que sexualizar a los hombres, que como sector opresor no corre peligro de ser violados por mujeres. Los hombres, como privilegiados del patriarcado, no tienen la desquiciante presión de tener que encajar en unos rígidos cánones de belleza; los chicos adolescentes tampoco corren peligro objetivo de sufrir trastornos alimenticios. Hacer anuncios donde ellos son los denigrados o humillados no supone ningún peligro para los hombres en el mundo real, ya que esa representación en la pantalla no se corresponde con la realidad. Los anuncios que sexualizan, humillan o denigran a mujeres representan una realidad. Una realidad de violencia sistémica, que va desde el acoso callejero hasta el feminicidio, pasando por la discriminación laboral y económica.

Así que no, señores de medios de comunicación, de empresas y de agencias de publicidad, no pueden ustedes escudarse en el “hacemos lo mismo con ellas que con ellos”, porque de ninguna manera están haciendo lo mismo. Lo que ustedes hacen con unos se llama ficción y lo que hacen con otras no es más que normalizar y fomentar nuestra realidad. Y nuestra realidad es que nos acosan, nos discriminan, nos violan y nos matan, y ustedes están poniendo su granito de arena para que esto ocurra y para que siga ocurriendo.

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