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Albert Claret: “El joven que no hace nada porque no le sale de las narices representa un porcentaje marginal”

Albert Claret, presidente del Consejo de la Juventud de Barcelona.

Pau Rodríguez

Barcelona —

Albert Claret (Barcelona, ​​1986) es un joven producto del asociacionismo, por eso habla con orgullo de la organización juvenil. A través de su primer libro, Tot el poder als joves! (Edicions Els Llums), pretende “romper las paredes de cristal” de este mundillo -el de las entidades juveniles- para difundir un discurso que en estos círculos llevan años tejiendo: política juvenil, participación, empoderamiento... El libro es un cúmulo de pinceladas -ampliamente documentadas, eso sí- que van desde romper el mito de los ni-ni hasta reivindicar la buena salud del asociacionismo catalán. Claret es licenciado en historia por la UAB y ahora preside el Consejo de la Juventud de Barcelona (CJB).

¿Si el libro tiene la intención ampliar el debate más allá del entorno de entidades juveniles, es porque no se ha conseguido que este discurso cuajara entre las principales capas de jóvenes?

Sí, pero el problema no es de la juventud. Debemos superar este cliché. Las encuestas de participación política demuestran que su interés es el mismo que el de los adultos. Lo que pasa es que somos una sociedad con poca cultura democrática, donde el extraño es el que organiza, a diferencia de otros países. Un ejemplo: si tomas la gente más activa social y políticamente entre 18 y 25 años vas a encontrar que un porcentaje muy importante ha participado de pequeño en un cau [grupo scout catalán] o un esplai. Esto demuestra que hay trayectorias asociativas y participativas que se pueden trazar, lo que pasa es que debemos interiorizar el hábito de participar y construir en colectivo.

¿La política no está sabiendo responder a las necesidades de los jóvenes?

No tengo ningún problema con la existencia de los partidos políticos, pero sí con que tengan el monopolio de los procesos de decisión política. Debemos hacer compatible la democracia representativa con los sistemas de participación directa. Pero eso el edificio institucional ni se lo plantea... O se amoldan a la demanda actual o acabarán desbordados, como ya ocurrió durante el 15-M. Cuando una persona joven ve la necesidad de tomar parte en la sociedad ni se le pasa por la cabeza afiliarse a un partido político, sino que opta por evidenciarse como agente político por ejemplo acampando en una plaza. La mayor parte de la juventud está desconectada de la toma de decisiones y cuando se activa políticamente la única solución que tiene es organizarse como contrapoder.

¿Las eclosiones de malestar social, como el 15-M, se van repitiendo en el tiempo porque las distintas generaciones de jóvenes sienten la necesidad de expresarse en su momento?

Hay una parte que sí, porque la juventud suele tener planteamientos más contestatarios. También es más fácil que la gente joven salga a la calle porque no suele tener una familia detrás, o porque vive un 50% de paro. Las condiciones lo facilitan. Pero creo que hay otro factor -quizás sea un cliché- y es que los jóvenes de entrada vemos lo que habría que cambiar porque no estamos tan amoldados o no nos hemos resignado suficiente.

El libro pide todo el poder para los jóvenes. ¿Quién decide actualmente sobre los jóvenes?

Los agentes institucionales, que en principio son representantes democráticos -que ya de por sí liquidan cualquier otra participación- pero es que además ahora parece que ya ni ellos tienen la soberanía, sino que viene de arriba: FMI, UE ... Todo el poder a los jóvenes, de hecho, es un grito generacional, para tratar de encajar toda la gente de entre 16 y 25 años excluida de la vida pública y social, pero también es una demanda de todo el poder a los ciudadanos. Va en estas dos líneas. No es sólo una lucha de los jóvenes, se trata del reempoderamiento popular.

Según apuntas al libro, esta exclusión de los jóvenes es “programada”. ¿Por qué?

La juventud, por defecto, es la principal puerta de entrada al mercado laboral, así que si les desregulas las condiciones laborales puedes provocar en muy pocos años un efecto corruptor enorme sobre el mercado de trabajo. El paro juvenil ha sido sistemáticamente el doble del de los adultos. Ha jugado un papel estructural en el modelo de crecimiento económico. Pero más allá de esto sirve de excusa para sucesivas reformas del mercado laboral en la línea de flexibilizar las condiciones, abaratar costes... Y esto ha pasado con gobiernos de todos los colores.

Y viene de lejos. Las ETT...

Claro, la ley de las ETT es del 94. Y son el paradigma de la desregulación. Entonces el PSOE decía que contribuiría a dar más trabajo a los jóvenes, que serviría para destensionar el paro juvenil pero sin extender la temporalidad ni precarizar las condiciones. Es innegable que han llevado presión sobre el mercado de trabajo privilegiado, que tenía derechos heredados y que ahora está castigado por ERE masivos. Ahora la gente entra en el mercado de trabajo desprovista de cualquier derecho. Y esto ocurre con los jóvenes, las mujeres y los inmigrantes. Son campos de pruebas, y el primero crece a medida que se ensancha la juventud. La edad adulta está en extinción, porque si asociamos juventud con precariedad, inestabilidad e incertidumbre, parece que dentro de unos años los jóvenes llegarán a los 40.

El alargamiento de la juventud a menudo lo hemos relacionado con la inmadurez. Como el bajo nivel de emancipación o incluso el fenómeno de los ni-ni. ¿Es inmadurez o precariedad?ni-ni.

Precariedad. Totalmente. Y las cifras son escandalosas. Sobre emancipación, en el mejor de los casos en Cataluña, en 2007, se llegó a poco menos de un 30% de jóvenes entre 16 y 30 años que había logrado irse de casa. Hoy hemos vuelto a indicadores de 2003. Pero es que ya en 2007 la cuota era ridícula comparada con estándares europeos, por no hablar de los escandinavos, que con su sistema de becas para estudiar menos del 2% de los jóvenes viven en casa los padres. Esto tiene que ver con nuestro sistema de bienestar, que no tiene en cuenta la ayuda a las familias. Ha conseguido un buen nivel en educación y sanidad, pero todo lo que hace referencia a la dependencia, a las ayudas a madres solteras, a la autonomía de las personas... Es inexistente. Es un sistema muy Mediterráneo, en el que la familia siempre carga con este tipo de dependencias.

¿Y los famosos ni-ni, han existido tal y como nos los han contado?ni-ni,

El ni-ni, que no estudia ni trabaja, ni en el mercado laboral regulado ni en negro, ni está en la formación reglada ni en ninguna otra, ni busca trabajo ni tiene ningún tipo de responsabilidad famíliar ni ninguna persona a cargo... El joven que no hace nada porque no le sale de las narices es un fenómeno marginal. Estudios muy serios demuestran que está por debajo del 2% del volumen de la población juvenil, y responde a un perfil de desintegración social muy grande. Es una absoluta minoría. Pero la demonización de la juventud es algo que, por cuestiones culturales o antropológicos, genera interés. En los años 80 eran los vaquillas y la generación perdida, después vinieron las pandillas -los skins, los latins...- y ahora se ha buscado el enésimo estereotipo de contravalores entre la juventud. Una porción minúscula convertida en un fenómeno. Además el programa que lo propulsó se llamaba Generación Ni-Ni.

Sí, en La Sexta.

¡Además en La Sexta! ¡Dándole a este problema un carácter generacional! Es lo que más indignó a todos. No debemos permitir que continúe campando esta imagen, pero muchos representantes políticos contribuyen a ello: el exconsejero de Empresa y Empleo, Francesc Xavier Mena, diciendo que los jóvenes fueran a servir cafés a Londres; o el actual, Felip Puig, diciendo que hemos perdido la cultura del esfuerzo. Hay una especie de consenso social: a los jóvenes se les puede insultar y no pasa nada. Hay un discurso que sostiene que los jóvenes se lo merecen porque no han hecho nada. Esto es culpabilizar a la víctima.

¿Las políticas de juventud deben girar en torno a trabajo, vivienda y educación?

Ha habido la discusión... Para mí la propuesta es de políticas emancipatorias. La cosa ya no va de que tengamos un problema con la vivienda, sino que es global, es una exclusión que afecta a muchos ámbitos. Y se tapa diciendo que tenemos mucha oferta, de ocio consumista, ¿pero para qué sirve? ¿Qué me da el Carnet Jove? ¿Port Aventura? ¿Estas son las políticas? ¿'No te quejes, que puedes ir a La Molina a mitad de precio'? Todo esto podría ir a garantizar que las personas que están sacando un proyecto de vida adelante puedan acceder a una vivienda. Pero tenemos los derechos conculcados a la realidad socioeconómica. Si hacemos el mismo trabajo que otro pero tenemos veinte años menos, cobramos la mitad y no pasa nada. Vivimos cinco personas en un piso y no pasa nada. Volvemos a casa de los padres y no es ningún drama. Esto es un fracaso social brutal. Al igual que la gente que marcha al exilio sin tener oferta de trabajo. Esto es un fracaso digan lo que digan. Estoy harto de oír opinólogos y políticos que dicen que su marcha es enriquecedora para ellos.

Pero es cierto que no se puede cuantificar la gente que marcha por obligación.

¡Sí se puede pero no se quiere! Una de las grandes guerras del CJB con el Ayuntamiento ha sido sólo para que aceptaran que es una realidad. En vez de aceptarlo hablan de movilidad internacional y no se preocupan de hacer seguimiento y conocer las condiciones de salida de esta gente. Que adapten su departamento de estadística para hacerlo. Entonces sabremos cuánta gente marcha con garantías.

Queda claro que los jóvenes sufren precariedad laboral y desempleo. Pero ¿qué le diríamos a una persona que, mayor de 50 años y víctima de un ERE, busca trabajo pero no encuentra porque es demasiado mayor?

A ver, esto se puede dar por dos motivos. A veces las empresas buscan a alguien con formación más actualizada o perfil más nuevo. Aquí es difícil prever su encaje si su propio sector y empresas no se han preocupado del reciclaje. Pero también ocurría hasta ahora que a una persona de 50 años, con dos hijos en casa, era impensable que alguien se atreviera a ofrecerle trabajo de 40 horas por 700 euros al mes. En cambio proponérselo a un joven no daba vergüenza, porque se le venía el rollo de que acababa de entrar, que cobraría a la larga... Hay que recordar que el 80% de los puestos de trabajo destruidos en los primeros años de crisis son de jóvenes, porque no tenía costes. Ha sido últimamente que ha afectado a todos los sectores y que han llegado los ERE y despidos, a partir de la reforma laboral sobre todo.

¿Cuál es la salud hoy del asociacionismo en Cataluña?

Mejor que la percepción que se suele tener. El asociacionismo ha consolidado estructuras muy potentes con capacidad de análisis de la coyuntura política y que ha sabido estar a la altura del momento. Esto lo hablo con orgullo y desde dentro. Las asociaciones son el nervio de la república, entendida como la construcción de la sociedad. Contrarrestan al monopolio. Su estado de salud es bueno, y a pesar de tener márgenes de crecimiento pequeños, lo hacen lentamente y con poco riesgo. Este es su valor principal. No somos el 80% de la población pero llevamos más de 30 años construyendo al lado de la gente y de los movimientos sociales.

¿Es suficiente la autoorganización juvenil, o hay que vehicular la participación a través de las instituciones para poder decidir las políticas?

La aspiración debe ser tener hoja de ruta y autonomía propios, y a la vez influir en la política institucional. Debemos influir de todas las maneras posibles: trabajando en el terreno con las entidades, con los agentes sociales y también con instituciones y partidos, trasladándoles nuestras propuestas y necesidades. La interlocución con la Administración es una de las patas clave, pero siempre desde la bilateralidad. Porque hay quien se pasa la vida diciendo que los jóvenes deben participar y luego no les gustan los jóvenes que participan. Deberían saber que si se tiene capacidad de incidir, también se tiene de corresponsabilizarse de las cosas. Que no nos digan que el movimiento juvenil no está ni se le espera.

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