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Las familias que buscan a los 'otros Mendieta' fusilados en Guadalajara

Linea de fosas colectivas en el cementerio civil de Guadalajara

Raquel Gamo

  • El caso de Timoteo Mendieta, fusilado en 1939, estimula la búsqueda de los restos de otros republicanos fusilados en las fosas del cementerio de Guadalajara  

Gregorio Florián, Francisco de Llera y Saturnino de Luz dan nombre a víctimas del odio, de la sinrazón, de la impunidad y del olvido. Fueron testigos de una de las etapas más oscuras de la historia reciente de España. Casi ochenta años después desde el fin de la Guerra Civil y la instauración de la dictadura franquista, los restos de sus cadáveres continúan, en plena era democrática, esparcidos en fosas comunes del cementerio de Guadalajara como si se trataran de ciudadanos de segunda. Sin que sus familias hayan podido recuperarlos y darles una sepultura digna.

El caso de Timoteo Mendieta, carnicero y presidente de UGT en su pueblo –la localidad alcarreña de Sacedón- ha servido de espolea para que otras diez familias se hayan movilizado en la búsqueda de represaliados en el cementerio municipal de Guadalajara. Una tarea en la que van a contar con la ayuda de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH). Desde el martes, precisamente, los miembros y arqueólogos de esta entidad trabajan en el segundo intento para localizar los restos de Mendieta, asesinado el 15 de noviembre de 1939. El primer intento fue en enero del pasado año, pero no dio sus frutos. La hija del represaliado, Ascensión Mendieta, a sus 91 años, mantiene incansable la búsqueda por recuperar “un hueso” y “unirse a él”.

La orden de apertura de la fosa en la que se cree que se halla Timoteo Mendieta no procede de ningún juzgado español, sino de la jueza argentina María Servini de Cubría, quien instruye la llamada ‘querella argentina’ de los crímenes del franquismo desde 2010, después de que descarrilara la causa abierta por Baltasar Garzón en el Tribunal Supremo. Hace un año, los especialistas recuperaron los restos de diez personas que estaban en la misma lista que Timoteo. Sin embargo, los análisis de ADN rubricaron que ninguno de ellos era él.

Esta semana, tras la segunda exhumación, en presencia del juez de Guadalajara que ha recibido el exhorto de la magistrada argentina para abrir la fosa, los miembros de la ARMH han localizado por el momento un cráneo aunque aún no se sabe si corresponde al padre de Ascensión. René Pacheco, arqueólogo que trabaja en el equipo de esta asociación, considera que el cadáver de Timoteo Mendieta “pudo haber sido arrojado a otra fosa común próxima en la que fueron arrojados otros dos cadáveres el mismo día”.

En cualquier caso, lo cierto es que el caso Mendieta ha abierto la espita a otras familias que también buscan a sus represaliados, tal como ya empezó a ocurrir en 2016. Después de la primera exhumación, la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica recibió solicitudes de información de más de un centenar de personas. Y ahora, otras diez familias también consideran, a la luz de las investigaciones y los archivos, que los restos de sus antepasados se localizan en el camposanto de la ciudad de Guadalajara.

Los trabajos coordinados por la ARMH avanzan a buen ritmo. “Hemos encontrado los primeros restos humanos en buen estado de conservación”, asegura Pacheco. Solo en el cementerio de Guadalajara, según se recoge en los archivos oficiales, el franquismo fusiló en torno a 822 republicanos entre 1939 y 1944. De ellos, más de 250 cuerpos se encuentran abandonados en 16 enterramientos colectivos en la zona del recinto donde actualmente se centran los trabajos arqueológicos de la asociación. Los técnicos consideran que en la fosa 1 del cementerio de Guadalajara deberían alojarse los cuerpos de 25 víctimas del franquismo entre los que se encontrarían, además de Timoteo, Gregorio Florián y Francisco de Llera, naturales de los municipios alcarreños de Torija y Valdeconcha, y también represaliados por el régimen al término de la Guerra Civil.

Referente para otras familias

El proceso judicial iniciado hace siete años por los Mendieta, convertido en un referente paradigmático de la dignidad en la lucha por la memoria histórica, ha conducido a otras familias a investigar el paradero de sus antepasados e incluso, en algunos casos, como ocurre con Gregorio y Francisco, sus parientes podrán comprobar en las próximas semanas si sus familiares se hallan en la misma fosa que Timoteo Mendieta. La biografía de estas tres víctimas de la Guerra Civil, relatada por sus familiares a eldiarioclm.es, está íntimamente ligada al activismo político y sindical en defensa de los valores republicanos hasta su fusilamiento en los meses posteriores al ocaso del conflicto fratricida.

La breve vida de Gregorio Florián estuvo vinculada a la villa alcarreña de Torija. Nacido en 1890, fue donado a la Casa de la Misericordia de Guadalajara y, más tarde, adoptado por un hombre de Atanzón. Durante su juventud en el municipio torijano, Gregorio trabajó cuidando del ganado como criado de un señor. Años después se convirtió en jornalero empleado en la construcción de una carretera aledaña al pueblo, un oficio que le permitió prosperar económicamente. Su temprano compromiso político le llevó a afiliarse a la UGT, organización en la que desempeñó el cargo de recaudador de Torija. Allí se casó con su mujer y juntos formaron su familia.

La vida parecía sonreírle a la familia Florián hasta que un suceso en Torija cambió su destino para siempre: el asesinato del cura de Trijueque a finales de los años 30. Algunos vecinos le acusaron de ser el autor de los hechos en colaboración con otras personas y de haberse mofado de la Iglesia con las vestiduras del párroco. A pesar de que no había pruebas contra él, un grupo afín al ideario falangista le delató ante la autoridad y un tribunal militar le detuvo, acusado por su activismo en la UGT y por el asesinato del clérigo en abril de 1939, que nunca pudo corroborarse.

Un mes después ingresó en la prisión central de Guadalajara. El único contacto que tuvo con el exterior fue durante un permiso penitenciario que le concedieron para dar sepultura a su hijo Benito, víctima de la difteria. Según relata su bisnieto, Rubén Aguado, “en Torija siempre se ha contado que cuando el hijo de mi bisabuelo Gregorio estaba muy enfermo, el médico le negó la asistencia por la vinculación de su familia con la izquierda. Cuando su padre consiguió salir de la cárcel, solo llegó para enterrarle”.

Los últimos meses de la vida de este ugetista transcurrieron entre los barrotes de la prisión alcarreña. Le condenaron a muerte en cumplimiento de una sentencia sumarísima y fue fusilado en el cementerio de Guadalajara el 27 de julio de 1939. Contaba 48 años. Pero la tragedia para la familia Florián no acabó aquí. Los falangistas multaron y embargaron todos los bienes familiares. Además, como venganza, tal explica su bisnieto, los vecinos querían quemarlos en el horno de pan de la población.

Ochenta años después de esta historia, los descendientes de Gregorio decidieron no denunciar la desaparición de su familiar e incluso presentaron una disconformidad ante el Ayuntamiento de Guadalajara porque no apoyan la vía de la exhumación de las fosas. Por el contrario, defienden, que la recuperación de la dignidad de las víctimas del régimen franquista pasa por que la administración anule los juicios por los que se condenaron a muerte a Gregorio y al resto de represaliados. “La acusación que pesaba sobre mi abuelo fue completamente falsa, como luego se demostró. Tenemos ante todo que reclamar justicia para ellos. El hecho de que se exhumen los restos de mi abuelo no le exoneran de los delitos por los que fue injustamente acusado en su día”, explica emocionada su nieta, Ascensión Florián, quien, a pesar de no compartir la misma visión que los Mendieta para recuperar la memoria de sus antepasados, reconoce el tesón de Ascensión Mendieta y su familia. “Su esfuerzo es encomiable y valiente, pero, personalmente, siento tristeza. Estamos sacando a nuestras víctimas como si fueran asesinos”, lamenta Ascensión.

La nulidad de los juicios sumarísimos del franquismo fue una posibilidad que el Estado cerró con la Ley de Amnistía, aprobada en 1977 durante la Transición, a cambio de autorizar la legalización del Partido Comunista de España en abril de ese mismo año. Después, la Ley de Memoria Histórica, impulsada por el Gobierno de Zapatero en 2007, tampoco incluyó esta exigencia de las víctimas.

“Darle sepultura”

El destino de Francisco de Llera corrió la misma suerte que su compañero Gregorio Florián. Nació en la localidad alcarreña de Valdeconcha, en octubre de 1889. Durante los años previos a la Guerra Civil, cultivó sus tierras, unas propiedades que le granjearían más tarde rencillas con otros vecinos. En esta etapa contrajo matrimonio con su primera esposa, enviudó y después volvió a casarse. Fruto de estas uniones nacieron siete hijos. Era concejal socialista en Valdeconcha cuando estalló la guerra.

Según relata una de sus nietas, Ana María González, “a lo largo del conflicto se dedicó a abastecer de víveres a los soldados republicanos que lucharon en el frente”. Precisamente, al regreso de una misión, en 1939, Francisco fue detenido junto a su hija Agustina en su vivienda, probablemente, tras ser delatado por sus vecinos como venganza por viejas disputas alrededor de varias de sus propiedades. Ambos fueron recluidos en la cárcel de Guadalajara. Aunque la adolescente logró ser liberada, su padre acabó siendo fusilado en el cementerio de la capital alcarreña el 11 de noviembre de 1939. El motivo de fondo: su afiliación al Partido Socialista.

La familia De Llera, después de muchos años en los que la historia de su abuelo ha sido tabú en su seno, decidió hace unos meses romper con el “miedo” e investigar el destino de su antepasado. A tenor de los documentos oficiales, fue enterrado también en la fosa número 1. “Hemos descubierto que a mi abuelo le iban a conmutar la pena, pero al final le ejecutaron después de la guerra. Tenemos esperanza de que aparezcan sus restos. Deseamos dignificarle y darle un merecido homenaje en Valdeconcha”, explica Ana María.

En el caso de esta familia, el posible reencuentro con su abuelo, tras ocho décadas de silencio, llega tarde para los parientes más longevos. La hija de Francisco y madre de Ana María, Pilar Gabriela de Llera Alonso, murió hace unas semanas, a la edad de 91 años. No tuvo la oportunidad de honrar a su padre.

Dignificar la fosa

La historia de Saturnino de Luz hunde sus raíces en el municipio de Tendilla. Agricultor en sus años de juventud, se casó y tuvo cinco hijos. Su trayectoria estuvo marcada por su unión, como sucedió en otras muchas poblaciones de la provincia de Guadalajara, a la UGT, sindicato en el que alcanzó la posición de Secretario de la Colectividad en Tendilla durante los años previos al estallido de la Guerra Civil. Su “adhesión a la rebelión” fue el motivo esgrimido entonces por las autoridades franquistas para detenerle y encarcelarle, primero en su localidad natal y luego en Guadalajara, tras concluir la guerra. Después de un periodo de cautiverio fue ejecutado en el camposanto de la ciudad el 13 de mayo de 1940. Tenía 40 años.

La investigación de la familia de Saturnino de Luz fructificó con un primer resultado acerca de la localización de sus restos. Según el registro del cementerio, fue ejecutado por orden judicial del Ministerio de Justicia y enterrado en otra fosa común situada al sur del recinto, en el patio 4 del camposanto de la capital arriacense.

El hijo de la víctima, Juan de Luz, de 91 años, presenció en primera fila junta a Ascensión Mendieta, la apertura de la fosa 1 el pasado martes. Su nieta, Salceda de Luz Medel, junto a otros familiares, inició el proceso para encontrar a su abuelo aunque luego decidió paralizar el proceso judicial. “Queremos dignificar esa fosa en la que yacen muchos de nuestros familiares asesinados por el franquismo. Pedimos autorización al ayuntamiento para embellecer el lugar y colocar placas de homenaje, pero nos la denegaron”, sostiene. Según detalla, la respuesta de la Alcaldía de Guadalajara fue que ellos se encargarían de acometer la reforma de la fosa. Pasado el tiempo, el Gobierno local se ha limitado a ajardinar la superficie del enterramiento, de tal manera que no parece una fosa.

Precisamente, este desdén institucional es una de las principales quejas que deslizan los familiares de las víctimas del franquismo. El denominador común que presentan es el de mantener su esfuerzo a la hora de buscar a sus familiares, pero les hubiera gustado hacerlo con más apoyo oficial y sin que tuviera que mediar la Justicia internacional.

Sin apoyo oficial

El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, se jactó en el Foro de El Mundo, en diciembre de 2015, que a lo largo de sus cinco años de mandato había dejado “a cero” la asignación presupuestaria destinada a memoria histórica. Esta falta de colaboración del Gobierno dificulta y retrasa todos los procesos judiciales que se han abierto para recuperar a víctimas del franquismo. Desde 2011, todos los avances que se han producido han sido gracias al altruismo de asociaciones y particulares comprometidos con la causa de la memoria histórica.

En el caso de Guadalajara, además, el equipo de Gobierno municipal del PP emitió el año pasado facturas a la ARMH por la exhumación de los restos de veintidós represaliados, entre ellos los que se suponía que eran de Timoteo Mendieta. Lo denunció el grupo de Ahora Guadalajara, lo que motivó que este Ayuntamiento eliminara este cobro.

Ahora, la reciente segunda exhumación en la fosa 1 en Guadalajara satisface los deseos de la familia Mendieta, pero no cumple con las obligaciones que la comunidad internacional, a través de la ONU, ha lanzado a España para que cumpla en materia de las fosas, no solo por un asunto de memoria histórica, sino por una cuestión que atañe a los derechos humanos. Todas las personas tienen derecho a dar una digna sepultura a los suyos.

“En otros países como Bosnia y Colombia sí tienen un censo de desaparecidos oficializado. En Colombia, concretamente existe desde hace 10 años, teniendo en cuenta que las FARC no han entregado las armas”, ha señalado en reiteradas ocasiones el fotoperiodista Gervasio Sánchez, presente en la segunda exhumación de Timoteo. Por el contrario, en España, no hay un registro oficial de víctimas del franquismo, pese a que la Ley de Memoria Histórica contemplaba la creación de una Oficina de Víctimas de la Guerra Civil y la Dictadura.

Es evidente que la normativa se ha quedado corta para los familiares de las víctimas, especialmente, en lo que se refiere al apoyo para ejecutar exhumaciones. De ahí la relevancia de lo que está ocurriendo en las excavaciones en el cementerio de Guadalajara. Tanto por el número de víctimas que los expertos creen que están enterradas como por lo que representa de divulgación de un drama que durante muchos años ha permanecido silenciado. “Nuestra familia ha dado visibilidad a las víctimas del franquismo que no tienen cuernos, ni rabo ni quieren matar a nadie”, señaló el martes a los medios Chon Vargas, hija de Ascensión Mendieta.

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