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Opinión - El pueblo es quien más ordena todavía. Por Rosa María Artal

Mamando valencianía

Maria Josep Serra

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En enero del pasado año, el ex ministro Rodrigo Rato intentaba convencer a la flor y nata del empresariado valenciano y de las finanzas locales, de que confiaran en Bankia y mantuvieran su dinero en la entidad, tras criticar duramente la gestión de Bancaja, del Banco de Valencia, y sin mencionar Caja Madrid. A renglón seguido les soltó, con la intención de tranquilizarlos, que las preferentes se iban a canjear por participaciones. Todavía no sabía cómo ni a qué precio. Hoy ya lo sabemos. Los murmullos no pararon hasta que acabo el acto, del que salieron todos en silencio y cabizbajos.

En esas fechas, CAM y el Banco de Valencia estaban intervenidos por el Banco de España, y cuatro meses después le toco el turno a Bankia. La valencianía del ejecutivo de Alberto Fabra, que compartía mesa y mantel con Rato, hoy imputado por la Audiencia Nacional, había que buscarla con lupa, así como la de la alcaldesa, Rita Barberá, que lucía un Vuitton para la ocasión, y su séquito.

Entonces escribí sobre la dignidad de los valencianos; dignidad que esta semana han mandado al carajo definitivamente, con el malsonante pacto por la sociedad civil promovido por el gobierno valenciano. Una clara y evidente manera de perder el tiempo y el dinero público. La memez, elevada a la máxima categoría, es lo que vimos el jueves en el edificio Veles i Vent, que TVV retransmitió en directo. No sé si con la misma escasa repercusión que tuvo días antes la entrevista que le hicieron varios periodistas de prensa escrita al presidente de la Generalitat.

Les aseguro que el gran Berlanga nunca hubiera podido imaginar una puesta en escena mejor, con photocall y reparto incluido de pulseritas azules en las muñecas de los invitados. Tan kitsch, con la estrella del evento, la presentadora Cristina Tárrega, haciendo gala de su brillante oratoria, poniendo a caldo la Comunidad Andaluza, de donde es su marido, y diciendo que le ponía muchas ganas a todo porque era lo que había mamado. Y todos, felices y contentos, mamando valencianía. Da igual lo que dijeran los demás representantes de la sociedad civil. La fiesta estaba servida. Con asesores y representantes así, no hacen falta enemigos. Todo queda en casa.

Ni economía del conocimiento ni ná de ná…como diría Zenet. Aquí tenemos aeropuertos sin aviones para que puedan pasear por sus pistas las personas, previo permiso del otro Fabra, Carlos, y los coches de carreras. Un recinto de la ópera de 500 millones, -cuya gerente sigue cobrando más que el presidente-, que sirve para las bodas y bautizos de aquellos que pueden pagarlo. Como la hija del presidente de Porcelanosa, María Colonques, que celebró su convite de boda con una iluminación que ni el día de la accidentada inauguración de la temporada, con La Traviata, de Verdi. El Palau, que cerrará cuatro meses al año por los recortes, también sirve como plató cinematográfico. ¿Para qué queremos la costosa Ciudad de la Luz de Alicante?

Voy a terminar con unas cifras. La renta per cápita de la Comunidad Valenciana ha descendido de forma muy importante en los últimos años. Con 5 millones de habitantes, se sitúa en el 87,4% de la media española. También la productividad y la tasa de ocupación son inferiores a la media española. Para que se hagan una idea de la diferencia, Madrid, con 6,4 millones de habitantes, alcanza una renta per cápita que es el 128,7% de la media española. Catalunya, con 7,3 millones, representa el 118% de la media del Estado. Son datos del informe elaborado por el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicos (IVIE) y la Fundación BBVA. ¿A alguien le importa?

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