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“Tras la firma de la ley anti-gay muchos se creen con el derecho de atacarnos”

La ley firmada el lunes por Museveni que castiga la homosexualidad con penas que pueden llegar a ser de cadena perpetua / EFE

Maribel Hernández

“La situación es complicada, vivir en Uganda se está convirtiendo en algo cada vez más difícil para nosotros”, revela al otro lado del teléfono la activista LGBT Clare Byarugaba. Clare coordina la Coalición de la Sociedad Civil sobre Derechos Humanos y Ley Constitucional de Uganda, una de las organizaciones que ha trabajado de manera constante en los últimos meses para evitar lo que finalmente se materializó este lunes. El presidente Yoweri Museveni firmó la llamada Ley Anti-gay, un texto que institucionaliza la criminalización de la homosexualidad, amplía los delitos y endurece las penas aplicables.

Los activistas LGBT coinciden a la hora de señalar las consecuencias inmediatas tras la aprobación de la nueva ley: miedo y un mayor riesgo de violencia. “Hay mucho miedo desde que el presidente firmó la ley. La sociedad ugandesa es muy homófoba y ahora muchos se creen que tienen el derecho de atacarnos”, lamenta Pepe Julian Onziema, miembro de Sexual Minorities Uganda (SMUG).

De hecho, las primeras denuncias no tardaron en llegar a la oficina de la Coalición de la Sociedad Civil. Desde Kampala, Clare Byarugaba y Jeff Ogwaro, explican a eldiario.es que han recibido información de al menos ocho intentos de suicidio y diversas agresiones. “Este martes por la mañana hemos sabido que han atacado a una pareja y que uno de ellos ha muerto”, cuenta Ogwaro, que todavía está esperando el informe de un abogado de la Coalición que se ha desplazado hasta ese lugar para tratar de esclarecer lo sucedido.

Ante esta situación, son muchos los que han optado por huir a otros países, principalmente Kenia. “Hoy [por el martes] dos personas han venido a nuestra oficina. Iban camino de la frontera y nos han dicho que huían por el acoso de sus vecinos”, relata Ogwaro, quien asegura que las cosas comenzaron a empeorar a partir del 20 de diciembre, cuando el proyecto de ley fue aprobado por el parlamento ugandés.

Desde Kenia, Denis Nzioka, unos de los activistas LGBT más reconocidos del país, lo confirma. “Hemos recibido mensajes angustiosos y llamadas de ugandeses LGBT muy preocupados por su futuro y por la seguridad de sus vidas. Mientras se preparaba la firma de la ley muchos cruzaron hasta Kenia por miedo a lo que pudiera pasarles una vez que se firmara, hay decenas de personas que han huido por este motivo”, afirma.

“Lo preocupante -prosigue Nzioka- es que esta ley ha sido muy bien recibida por algunos países homófobos y hay planes en ellos para actuar en el mismo sentido. En Kenia, específicamente, en las últimas dos semanas algunos diputados han hecho campaña en favor de leyes anti-gay más estrictas y tememos que lo que comenzó en Nigeria, y ahora en Uganda, sea pronto replicado en Kenia o en otras naciones”.

“Uno de los aspectos más graves de esta ley es que criminaliza el hecho de hablar sobre la homosexualidad. Si lo haces se considera que la estás promoviendo. Eso significa que nuestras organizaciones pasan a ser ilegales, que pueden venir, cerrar nuestras oficinas, arrestarnos y condenarnos a penas que van de 14 años de cárcel a cadena perpetua. Es verdad que no se ha incluido la pena de muerte, pero ¿qué diferencia hay entre ellas?”, se pregunta Onziema.

Para Nzioka el hecho de la ley obligue a los padres a denunciar a sus hijos si estos son gays, bajo el riesgo de penas de cárcel si no lo hacen, o que los curas corran el mismo peligro si no denuncian a quienes les hayan hablado en confesión de su homosexualidad supone que el alcance represivo será mucho mayor. “A la larga, las provisiones de esta ley no solo van contra las personas LGBT sino contra todos los ugandeses, se trata de perseguir a una minoría pero el resultado es que cualquiera se convierte en objetivo”, apunta.

“Yo podría ser el próximo David Kato”

“Al descubierto”. Así titulaba este martes el diario sensacionalista ugandés Red Pepper un listado de doscientas personas de las que publicaba sus nombres y algunas fotografías señalándolos como homosexuales. No es la primera vez. “Red Pepper ha sido uno de los medios que más ha contribuido a alimentar la homofobia en Uganda”, advierte Onziema. “Lleva años señalando a la gente, y cada vez que saca este tipo de contenido hay más ataques, está poniendo a la gente en peligro”, añade. Para Jeff Ogwaro, la portada de Red Pepper “es solo una continuación de lo que ya venía haciendo, el problema es que ahora tienen el respaldo de la ley”.

Inevitablemente, la portada de este martes recuerda el caso de Rolling Stone, el semanario sensacionalista que en octubre de 2010 publicó otro listado de homosexuales bajo el destacado “Que los cuelguen”. Entre las fotografías que aparecieron en esta revista figuraba la del activista gay David Kato, que sería brutalmente asesinado tres meses después.

“Por supuesto que este tipo de señalamiento ha hecho resurgir las memorias de aquel tiempo” confiesa Onziema, que ha sido una de las personas marcadas por Red Pepper. “Cuando se publican este tipo de cosas la gente dice: vale, mi nombre está ahí, mi cara está ahí, yo podría ser el próximo David Kato”, comenta este activista transgénero. Para él, la situación de ahora “es peor que entonces”.

En el caso de Rolling Stone, como bien recuerda el periodista ugandés Bernard Tabaire, “el medio fue multado por publicar datos personales y ahora ya no está en circulación”. Tabaire, columnista del Sunday Monitor y confundador del African Center for Media Excellence, enfatiza el carácter sensacionalista de este diario, “este tipo de contenidos no son comunes en medios serios”, afirma, y califica la portada de “cínica”. “Publicar todos esos nombres y fotografías el día después de la firma de la ley por parte del presidente es algo cínico, guiado, obviamente, por fines comerciales, para hacer dinero, y todo ello con el riesgo de poder poner en peligro la vida de esas personas”, considera el periodista. En casos así, añade, es el Consejo para los Medios la autoridad encargada de regular la prensa y sus contenidos, “pero si no se interponen quejas no actúa y cuando lo hace, suele ser débilmente”.

“Cuando escribes sobre estos temas cuestionan tu orientación sexual”

Según Clare Byarugaba, los medios ugandeses “rara vez cuentan la otra parte, se centran en lo que el presidente dice o hablan de los ugandeses dando las gracias por que se haya firmado esta ley, es muy triste que no se informe sobre sus consecuencias negativas, esto es algo que solo vemos en medios internacionales o regionales”.

“El discurso de los medios sobre la homosexualidad es todo propaganda oficialista. Para los grupos de activistas LGBT es muy difícil llegar a los medios, ya lo era antes de esta ley”, sostiene Tabaire, quien recuerda el caso de una locutora de radio que dijo públicamente que era lesbiana y fue inmediatamente despedida hace algunos años.

“En algunos medios hay una norma expresa de no hablar de estos asuntos. Aunque las voces de disenso están ahí, son muy pocas, y cuando escribes sobre esto arriesgas tu reputación, te dicen que eres gay o cuestionan tu orientación sexual”, asevera este profesional, que estos días ha observado con preocupación a través de las redes sociales, algunas radios y televisiones cómo esta ley ha sido positivamente recibida por la mayoría de la población. “La gente toma lo que lee, lo que oye y lo que ve en los medios como la verdad”.

“Estoy preparada para seguir luchando”

Pese a la adversidad de las circunstancias, estos activistas tienen clara su posición. “No tengo nada que esconder, creo en el trabajo que hago, creo que la Constitución ugandesa protege mi derecho a la vida y a la libertad de expresión. No estoy haciendo nada malo y no tengo miedo, no siento que deba rendirme, solo debo tener más cuidado y vigilar mi seguridad, ser más consciente de que podría pasarme algo. Pero no tengo miedo ni quiero dejar mi país. No”, dice con rotundidad Pepe Julian Onziema.

Jeff Ogwaro asegura que tampoco tiene miedo: “tengo que estar preparado, buscar protección, pero no tengo miedo. Soy un hombre de 41 años, un buen ciudadano, pago mis impuestos, mi alquiler, tengo derecho a vivir en este país”.

A Clare Byarugaba sí que le asusta no saber qué puede llegar a sucederle, verse en la prisión solamente por hacer su trabajo. “Temo por mi futuro, por mi familia, por la comunidad LGBT, pero al mismo tiempo creo que podemos ganar. Vamos a llevar a la Corte Constitucional esta ley porque consideramos que es contraria a la Constitución. Nuestro trabajo vale mucho la pena, soy muy consciente de los peligros a los que nos podemos enfrentar ahora y en los próximos meses pero estoy preparada para seguir luchando”.

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