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Proyecto Unesco

El Puente de Bizkaia es uno de los bienes declarados como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

Eduardo Azumendi

“Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos”. Parafraseando a Jesús, así es como deben sentirse los aspirantes a ser declarados bienes culturales Patrimonio de la Humanidad por parte de la Unesco, ya que muchos son los aspirantes, pero muy pocos los que obtienen el reconocimiento final. En la actualidad, Euskadi cuenta con tres bienes culturales con valor universal excepcional: las cuevas rupestres (Ekain, Altxerri, Santimamiñe, que suponen una ampliación de la declaración de la cueva de Altamira); el Puente de Bizkaia (comúnmente conocido como el Puente Colgante), y el Camino Santiago en su vertiente norte (destacando alguno de sus elementos, como el túnel de San Adrián). Mientras, otros dos bienes esperan su turno para alcanzar el reconocimiento: las Salinas de Añana y el paisaje del vino y el viñedo de Rioja Alavesa (participa en una candidatura conjunta con La Rioja).

Además, también existen los considerados como bienes culturales inmateriales, que también podrían recibir el mismo reconocimiento y pueden ir desde las fiestas tradicionales de una localidad hasta determinados aspectos de una gastronomía. Pero esta división, la comunidad autónoma no cuenta con ningún candidato.

La carrera para obtener el reconocimiento de la Unesco está plagada de obstáculos y, sobre todo de competidores. Imanol Agote, director de Patrimonio Cultural del Gobierno vasco, explica cómo es el proceso para lograr la nominación. “El Estado cuenta con una lista indicativa, donde están las propuestas realizadas por las comunidades autónomas. Antes del 30 de junio de cada año, el Gobierno vasco puede presentar un bien al Ministerio de Cultura. El Estado cuenta con un comité de trabajo que las analiza y selecciona algunas. Cada vez hay límites más importantes. Cada año, el Estado puede proponer como máximo dos bienes materiales a la Unesco”.

Para llegar hasta esa lista indicativa hay que sudar. Y mucho. Las candidaturas deben someterse a informes, comités de expertos y diversos grupos de trabajo. “En el caso del viñedo, la petición partió en su origen de Laguardia, que aspiraba a un reconocimiento como ciudad fortificada. Pero los expertos le aconsejaron que replanteara su candidatura como paisaje cultural, ya que ya había varias ciudades fortificadas. Al final, la comunidad autónoma hace la propuesta y el ministerio la eleva a la Unesco tras la preceptiva criba”.

¿Qué condiciones debe reunir una candidatura? “Un reconocimiento de patrimonio”, añade Agote, “no es algo honorífico, sino una obligación de cuidado y preservación. El objetivo no es tener una medalla, sino garantizar que bienes con interés mundial sean preservados. Esto requiere un plan de actuación sobre ese bien. En el caso de los bienes materiales, lo más importante es demostrar que ese bien tiene un valor universal excepcional, que es único y que su valor tiene dimensión mundial. En el caso del Puente de Bizkaia, por ejemplo, existe un interés mundial en preservarlo porque hay muy pocos. Es preciso hacer un análisis comparativo con otros parecidos para determinar que ese bien tiene una serie de peculiaridades que lo hacen único”.

En el caso de los bienes inmateriales, también debe existir una aportación significativa a la cultura de la humanidad, algo que resulte emblemático. ¿La gastronomía vasca reúne esas condiciones? “La dieta mediterránea es el bien protegido por la Unesco y reconocida como Patrimonio de la Humanidad. Después hay algunos aspectos puntuales de otras gastronomías, pero no existe el reconocimiento de una gastronomía concreta. La Unesco es reticente a proteger una gastronomía nacional. Es como el caso de las lenguas. ¿Cuál no tiene méritos para ser declarada patrimonio mundial? Hay que demostrar que hay una aportación significativa, que supone algo significativo”.

Rechazo al tirón turístico

Rechazo al tirón turísticoUnesco rechaza el tirón turístico a la hora de declarar un bien como Patrimonio de la Humanidad. “En el caso de Salinas de Añana, los expertos ahondaron en la idea de que el objetivo era recuperar la forma tradicional de hacer la sala, pero en ningún caso orientada hacia el turismo. Se trata de recuperar el bien y si después tiene interés turístico pues mejor”.

Son las comunidades las que deben proteger el patrimonio cultural y para ello cuentan con sus propias leyes. La protección del Puente de Bizkaia es la que le ha dado Euskadi y Unesco analiza mira si es suficiente, pero no le añade más. “Nuestra ley prevé dos niveles: bienes calificados [los mayores niveles culturales, como el Náutico de San Sebastián]; bienes inventariados [protección media, son excepcionales a nivel de territorio, como una iglesia menor de algún pueblo], y bienes de interés municipal [protegidos en el catálogo del ayuntamiento]. La protección municipal pretende preservar el aspecto exterior, que tiene importancia en el carácter de la ciudad. En los bienes calificados se respeta su estructura interna”.

En la actualidad, hay más bienes a proteger de los que se pensaba cuando se aprobó la ley. Es decir, que “se ha democratizado el patrimonio cultural”, apunta Agote. “Antes se regía por criterios de excelencia y artísticos; ahora se va más en la línea de proteger todo lo que tiene un significado, como valores históricos. Por ejemplo, las primeras casas mineras obreras tienen un valor histórico, aunque seguramente no estético”.

El patrimonio cultural es, en definitiva, “todo aquello que la sociedad considera que tiene un valor suficiente como para ser transmitido a las generaciones futuras. Nos da información de lo que hemos sido y de lo que en parte somos. Nos da cierta identidad”.

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