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Azcona el hiperrealista

Jose A. Pérez Ledo

De todas las situaciones a mitad de camino entre la comedia y la úlcera de estómago que nos está dejando esta España sindiós, una de las más improbables ha tenido lugar esta semana, cuando Jaume Matas se ha visto obligado de decidir en qué cárcel prefería ingresar. Lo radicalmente español del asunto es que una de ellas, la de Palma fue inaugurada por él mismo hace algo más de una década.

Por desgracia para los humoristas, parece que el expresident se ha inclinado finalmente por cumplir condena en Madrid. Una lástima porque, de haber optado por la balear, habríamos presenciado un hecho histórico, por lo inaudito: una cárcel con el nombre de uno de sus reclusos grabado en una placa.

La imagen sería digna de copar las portadas de todos los libros de Historia Española Contemporánea, al menos hasta que Nuestra Señora María Santísima del Amor se digne aparecerse por estos lares para recoger su Medalla al Mérito Policial. Eso suponiendo que al final se la den, claro, porque ya hay quien se ha opuesto alegando el muy peregrino argumento de que no está bien conceder reconocimientos oficiales a personajes de ficción. Que se empieza por darle medallas a la Virgen, dicen, y se acaba por hacer ministro a Batman.

Este tipo de protestas, gracias a Dios, se acabarán todas con la Ley Mordaza, que es el paso previo a la constitución del Ministerio de Disuélvanse. Porque, si hay algo peligroso en esta democracia nuestra, son los grupos de tres o más personas. Mira si no la que formaron en el 36, y eso que, por entonces, ni siquiera tenían Twitter.

Pero, seamos serios, ¿qué se puede esperar de un país donde uno de cada seis jóvenes no sabe interpretar una factura? ¡Y eso que son los más preparados de la historia! Se entiende así el caos contable que tienen nuestros mayores, desde UGT Andalucía hasta el Partido Popular. Será, quizá, que la genética española no compatibiliza bien con el Excel.

Menos mal que el Gobierno, garante de nuestra felicidad casi tanto como de la suya propia, anda desarrollando estrategias para que todo vaya mejor en el futuro. Está, por ejemplo, esa medida, quintaesencia de la democracia, que pretende prohibir los pactos de gobierno en los ayuntamientos. Como idea no es mala, pero, ya puestos, quizá convendría llevarla hasta las últimas consecuencias: que solo puedan gobernar los del PP, y ni siquiera todos, solo los que tengan algún juicio pendiente, nada grave, algún desfalco o similar.

Mientras tanto, ahí están los socialistas, repite conmigo, socialistas, ahora en manos del primer político que sabe remangarse en nuestra joven democracia. Un tipo que ya ha dejado claro que su referente es Felipe González, aunque no sabemos si lo dice por sus ideas políticas o por su gusto, impecable, todo sea dicho, por las mansiones a pie de playa. Al fin y al cabo, el socialismo no está reñido con los yates, y quien opine lo contrario es que le paga Venezuela, ETA o los Decepticons.

Escribió Azcona que, donde hay ministros, no hay felicidad posible. Afortunadamente para él, el genial guionista murió hace años; de lo contrario ya estaría detenido, quién sabe si compartiendo celda con Matas, con un sindicalista o con uno que pasaba por ahí y osó, el muy antisistema, a decir que sí se puede sin concretar qué.

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