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Los planchabragas

Barbijaputa

Siempre hablamos de nosotras, de las mujeres, sean o no feministas, porque para eso es nuestra lucha y para eso somos nosotras las afectadas por el machismo. Pero lo cierto es que a nadie se le ha escapado que también hay hombres de nuestro lado, en los comentarios de estos artículos y ahí fuera, en la calle y en las manis.

Al machismo, por supuesto, esto no se le ha pasado nunca por alto. Si bien es cierto que somos nosotras su principal objetivo a la hora de insultar, menospreciar y hasta amenazar, los compañeros que apoyan el feminismo también reciben sus insultos e intentos de humillaciones (curiosamente, amenazas jamás leí o escuché ninguna).

Es justamente en el discurso que usan contra ellos, donde dejan entrever cómo tienen mucha más conciencia de género que nosotras. Se nota que el sistema los beneficia y los ha enseñado a cuidarse bien de perder privilegios. Hay varios tipos de comentarios, insultos y argumentos que son los que se repiten en cualquier conflicto entre un hombre aliado y un machista de toda la vida.

1. Planchabragas.

Es un término que se evidencia solo. En el imaginario del machista está claro: si planchar es cosa de mujeres, están diciéndole al feminista que él hace cosas de mujeres (¡humillante!), y no es que planchen camisas, no, planchan bragas, ergo planchan para una mujer. Boom. Doble humillación con un giro de guion. Genios.

Luego se topan con que ninguno de los “afectados” puede ver el insulto en ningún lado, claro. He llegado a ver a hombres explicar a otros hombres que las bragas, en realidad, no necesitan plancharse.

2. Traidor.

Esto sí demuestra la clara conciencia de privilegiados que tienen. Pocas veces he visto esta palabra lanzada entre mujeres, y muchas veces entre hombres.

A los hombres se les enseña a percibirse por encima de las mujeres. Es por eso que nos interrumpen constantemente al hablar, nos explican con condescendencia lo que ya sabemos y creen que pueden agredirnos, toquetearnos, abusar de nosotras, presionarnos para acostarse con nosotras y, por supuesto, también matarnos.

Saben que la sociedad también considera que son más que nosotras, y que el sistema los respalda, por eso ven en el hombre feminista a un traidor. No llegan a explicarse cómo puede haber hombres (a su parecer tan tontos) que prefieran bajarse de su pedestal y apoyar a las oprimidas que hacer piña con todos los demás para que nada cambie.

También se usa desde el victimismo, intentando conmover al que se ha aliado con nosotras. Tienen hasta viñetas con cosas como “Cuando no te quede ningún derecho, acuérdate de que también fue por tu culpa” o “No van a parar hasta quitarnos los pocos derechos que nos quedan”. Siempre socorrido eso de apelar a la imagen de la mujer malvada, a la madrastra de Disney, a la bruja que ríe cuando consigue hacer el mal.

3. Mangina.

Este no dejará nunca de asombrarme. Es una mezcla de man y de vagina, es decir, hombres a los que le ha crecido una vagina por ser feministas. Pretende ser un insulto porque creen que es mejor tener pene que vagina, y piensan de verdad que su receptor se sentirá vilipendiado o algo, porque ¿hay algo peor que te digan que ya no tienes pene? A ellos no se les ocurre, claro.

4. Pagafantas.

Un clásico. Es aquel hombre que invita a la chica buscando sexo pero ella nunca le paga como debe, lo cual lo deja en una posición humillante: han pagado y no se han acostado con ellas, que a todas luces es lo que buscaban. Porque, ¿por qué si no iban a invitar a una mujer a algo si no es para eso?

Hay muchos más, pero éstos son los que más se repiten. No ven que en el propio “insulto” dejan claro que nos consideran menos, que para ellos somos cosas, y que el hombre que apoya la lucha feminista está haciendo el ridículo o, directamente, tirándose piedras al tejado del cortijo que tienen montado. Por eso apelan a la masculinidad del otro cuando intentan hacerlos entrar en “razón”, creyendo firmemente que perder esa masculinidad, o deconstruirla, los deja en un lugar menos deseable.

No entienden aún que la masculinidad es una jaula de oro, y que los hombres que apoyan de verdad esta lucha, y no sólo de boquilla, están intentando salir de ella.

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