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El centro histórico de Toledo cada vez más se asemeja a una ciudad fantasma en los días corrientes. En los periodos extraordinarios se llena de gente que va y viene y los escasos vecinos que quedan se sienten atosigados. Esta vez, otra vez, se ha anunciado la voluntad del Ayuntamiento de dotarse de un POM (Plan de Ordenación Municipal). ¿Para qué lo necesita? ¿Tal vez para legitimar un crecimiento urbanístico que convierta la ciudad en un barrio más de Madrid? ¿O se plantea para solucionar los problemas de ruinas del centro histórico, del envejecimiento de sus barrios, de los problemas que traerá un cambio climático incuestionable o una movilidad infernal debido a la distancia entre barrios? Si fuera esto último y si además se contemplarán futuros desarrollos tal vez estaríamos acercándonos a soluciones que un POM debe ofrecer.
Un grave problema del centro histórico que se acumula desde hace tiempo es el cierre de los conventos que en otros siglos fueron testigos vivos de una historia de la ciudad y de España. Esos conventos y varias iglesias ocupan una parte amplia de la trama urbana. Tal vez por eso nadie sabe qué hacer con unos inmuebles definidos por una arquitectura conventual.
¿Volverán aquellos tiempos místicos de siglos pasados? Probablemente no, nunca. La espiritualidad actual es la de Rosalía, pasajera, fugaz, simple mercadotecnia. Y entonces, ¿cómo convertirlos en centros laicos al servicio de sus habitantes? Es un asunto que el nuevo POM debe acometer a pesar de sus dificultades. Lo que no parece viable es dejarlo aparcado a la espera de que el tiempo o la ruina aporten las soluciones.
A esas ruinas del centro histórico se están sumando otras más cercanas. Los cierres de antiguos edificios de usos sanitarios como el hospital Virgen de la Salud, el Hospital Provincial y el que fuera edificio para combatir la tuberculosis, en el Valle, y luego readaptado para otros usos. Tres enormes inmuebles que quedarán cerrados a la espera de soluciones. ¿Responderá a esto el nuevo POM?
Y a ellos se suman los cada vez más cerrados locales del antiguo comercio minorista que las grandes extensiones están abocando a la extinción. ¿Contemplará el POM el destino futuro de tales inmuebles y locales? ¿Cómo afrontará el POM la rehabilitación integral de barrios y viviendas como Palomarejos, Santa Teresa o el saturado Santa Bárbara y su adaptación a las nuevas exigencias climáticas?
Un plan de urbanismo es el instrumento adecuado para aportar vivienda y calidad de vida a sus habitantes y esos valores cada día se hacen más imprescindibles y ahí deben contemplarse las transformaciones que el cambio climático va a imponer sí o sí.
Cuando 40 grados o más se mantengan continuadamente en los meses de verano, las noches sean insoportables y las primaveras sean verano y los otoños lo mismo, ¿cómo se dispondrá de una ciudad habitable? ¿Contemplará el POM las inversiones necesarias para los siguientes años cuyas consecuencias climáticas somos incapaces de intuir? Es preciso que la ciudad crezca, que se creen nuevas unidades de viviendas para una población que quiera vivir en barrios habitables y amables, no en lugares aislados en una especie de condominios latinoamericanos sin interrelaciones entre ellos.
El Plan de Ordenación Municipal tendrá que aportar soluciones para las cuestiones enumeradas más otras silenciadas. No deberá ser uno de esos planes al uso que valen para cualquier otra ciudad con pequeños retoques. Ni una declaración de intenciones. Ni un abreviado tratado de filosofía urbanística para uso de concejales inexpertos y técnicos avispados. El urbanismo o sirve para proporcionar calidad de vida a los habitantes o es un horror al servicio fines para los que sirven las ciudades.
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