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La dimisión de Lizárraga agrava la crisis interna de Podemos tras el retroceso electoral en las andaluzas

Teresa Rodríguez y Carmen Lizárraga.

Daniel Cela

La abrupta dimisión de la diputada de Podemos Carmen Lizárraga apenas dos meses después de las elecciones andaluzas es el primer golpe de protesta dentro de una formación que ha minimizado la autocrítica, pese a haber perdido 300.000 votos y tres escaños, ver cómo irrumpía la extrema derecha en el Parlamento y cómo se formaba el primer Gobierno andaluz encabezado por el PP.

Su salida deja tocada a la formación morada y a su nuevo grupo parlamentario -Adelante Andalucía-, porque Lizárraga no era sólo una diputada rasa. Esta doctora en Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad de Granada formaba parte de la ejecutiva de Teresa Rodríguez, a quien disputó sin éxito la secretaría general de Podemos en 2016. Encabezó la lista electoral por Granada, era responsable del área económica y portavoz parlamentaria en la comisión de Hacienda, defendió una posición crítica de su grupo en el debate sobre los Presupuestos andaluces, negoció y acordó con la ex consejera y hoy ministra de Hacienda, María Jesús Montero, un gran pacto político para la reforma de la financiación autonómica, y hasta hace dos días coordinaba el proceso de enmiendas a los próximos Presupuestos Generales del Estado.

En 2016, Lizárraga y otra ex diputada andaluza, Esperanza Gómez, representaban una corriente errejonista, crítica con la dirección de Podemos Andalucía, que hoy apenas existe. Tampoco está Gómez -que aspira a ocupar el puesto de senadora por la comunidad autónoma-; ni Begoña Gutiérrez, que también encabezó otra corriente crítica, junto al ex secretario de Organización estatal de Podemos, Sergio Pascual, para disputar el liderazgo a Teresa Rodríguez (sin éxito). Gutiérrez también se marchó acusando a la dirigente anticapitalista de haber “fagocitado Podemos”. No sigue en la ejecutiva regional Jesús Rodríguez, ex secretario político próximo a la gaditana, que se marchó “defraudado por el nivel mediocre del parlamentarismo”. También dimitió del Consejo de Coordinación andaluz, la diputada pablista en el Congreso por Huelva, Isabel Franco, contraria a la confluencia Podemos-IU. Y tampoco está ya el ex diputado por Sevilla Juan Moreno Yagüe, otro 'verso suelto' del partido, que se atrevió a competir con Pablo Iglesias por la secretaría general de Podemos en Vistalegre 2, “sólo para que se escucharan sus ideas”.

La dirección actual de Podemos Andalucía es compacta, apenas tiene fisuras internas, porque todos los elementos críticos han sido derrotados en primarias, sus posiciones políticas no han encontrado eco suficiente y han terminado abandonando el partido. Hace un mes y medio, Lizárraga defendía que Adelante Andalucía debía explorar un acuerdo con PSOE y Ciudadanos, tanto en la composición de la Mesa del Parlamento, como en la investidura, para evitar que la ultraderecha de Vox fuera clave en la gobernabilidad de Andalucía. La mayoría del órgano de dirección de Podemos se opuso. La granadina asegura que su renuncia este miércoles “no tiene nada que ver” con la reciente dimisión del fundador de Podemos Íñigo Errejón, aunque ambos movimientos ahondan en la crisis interna del partido morado. “Podemos está en retroceso demoscópico y electoral, pero también perdemos base social”, dice un ex dirigente.

Las instituciones y la calle

Lizárraga siempre ha tenido una visión crítica, y bien conocida, con la dirección y las maneras políticas de Rodríguez. Sin embargo, se integró en su lista en las primarias para elegir la candidatura a las elecciones del 2 de diciembre. Reconocía el peso singular y el tirón electoral de la gaditana, pero nunca terminó de encajar ese espíritu “mitinero” de “resistencia”, más propio de un partido “apoltronado en la oposición” que con “vocación transformadora y de Gobierno”. “Mi distanciamiento de las posiciones políticas, organizativas e institucionales de la actual dirección de Podemos Andalucía es cada vez mayor”, ha dejado escrito en la carta de renuncia a su escaño y a su puesto en la ejecutiva.

Esta discrepancia política se plasmaba en una dicotomía que Rodríguez tiene grabada a fuego, y que Lizárraga siempre consideró una bisoñez: la calle frente a las instituciones. El activismo, la protesta, la pancarta, la movilización social como una forma de ejercer la política directamente en las calles, frente a la política que emana de las instituciones (el Parlamento, el Gobierno, el sistema). Teresa Rodríguez fue activista antes que diputada, a lo largo de la legislatura aprendió a compaginar ambos roles, pero siempre demostró sentirse más cómoda en el primer papel. Nunca abandonó sus recelos hacia “la política de despachos y alfombras”. “La respuesta hay que darla en la calle. Sorprende la adicción de la izquierda académica por el cloroformo institucional”, escribió en Twitter tres días después de las elecciones.

Lizárraga ya cuestionó este planteamiento cuando se enfrentó a ella en las primarias de 2016, y ha vuelto a hacerlo en su carta de despedida. “El activismo en la calle es necesario, pero insuficiente”, dice. Su análisis del retroceso electoral de Podemos el 2D es una enmienda a la estrategia de Rodríguez, que resume en tres claves. “Huir del espacio de extrema izquierda más propio de un viejo partido de la resistencia que de una fuerza transformadora y de gobierno”; “Rechazo de nuestros potenciales votantes por haber abandonado el espíritu participativo del primitivo Podemos”; y la ausencia de “una política de alianzas clara”.

Los argumentos de la ex diputada granadina han sido mal encajados por sus compañeros, como era de esperar. Lizárraga ha anunciado su renuncia a través de una carta publicada en La Voz del Sur, sin habérselo comunicado previamente a la dirección de Podemos ni a la propia Rodríguez. En la formación morada no han sentado nada bien ni las formas ni el contenido de la carta. “Nos ha pillado por sorpresa”, se queja el secretario de comunicación de Podemos, Pablo Pérez Ganfornina. 48 horas antes de su dimisión, la granadina “estaba participando (vía skype) en la última reunión ejecutiva, aportando propuestas sobre las enmiendas andaluzas a los Presupuestos Generales”. En la primera hora desde la publicación de su carta de renuncia, ya había voces de sus antiguos compañeros calificándola de “desleal” y “traidora”. “Es una decisión personal y unilateral suya, sus críticas nunca las planteó en los órganos colegiados, y hacer que nos enterásemos por la prensa es desleal”, dicen desde la dirección de Podemos.

“Traidores y desleales”

En la formación morada, como en IU, nunca ha habido ni perdón para el disidente crítico ni asunción de responsabilidades por la crisis interna sobrevenida. Véanse casos en la hemeroteca: Rosa Aguilar, hoy diputada del PSOE; Diego Valderas, ex vicepresidente del último Gobierno de Susana Díaz; Gaspar Llamazares, ex líder de IU, dimisionario para formar otro partido; Íñigo Errejón, fundador de Podemos, dimisionario para integrarse en la plataforma electoral de Manuela Carmena. Todos fueron críticos con la dirección de sus partidos antes de dar el portazo.

En esta lista de “traidores” y “desleales” también ha figurado la propia Teresa Rodríguez. Sus compañeros de la dirección estatal de Podemos usaron estos mismos apelativos cuando la gaditana emprendió -de forma colectiva y pactada con Antonio Maíllo (IU)- un proyecto político nuevo, que derivó en la creación de la coalición Adelante Andalucía, donde se integró Podemos, IU y tres pequeños grupos andalucistas. La ejecutiva de Pablo Iglesias se opuso visceralmente desde el principio, acusó a Rodríguez de “desleal” por inscribir “a escondidas y sin avisar” una nueva marca en el registro de partidos del Ministerio de Interior, y amagó durante meses con intervenir la ejecutiva en Andalucía. La gaditana caminó siempre de la mano de IU -asegurándose la implantación territorial de sus municipios- y con el respaldo de sus órganos colegiados. También Lizárraga apoyó públicamente el proyecto de confluencia y afeó a la dirección estatal su “visión centralista”.

El objetivo de Rodríguez era lograr por la vía de los hechos lo que no consiguió en Vistalegre 2: un partido con más autonomía política y orgánica en Andalucía, menos dependiente de las decisiones de Iglesias. También entonces tuvo otra dimisión en su ejecutiva, la diputada Isabel Franco, que le disputó sin éxito la candidatura, acusándola de querer “disolver Podemos”. La gaditana torció el brazo a Iglesias, que acabaría participando en sus mítines de campaña en las andaluzas y asegurando que “Adelante Andalucía era la herramienta adecuada”.

Ni Rodríguez ni Errejón salieron satisfechos de Vistalegre 2, un congreso que confirmó el hiperliderazgo de Iglesias, su modelo de partido y su hoja de ruta política. Cuando se le pregunta a algún dirigente de Podemos o de IU por qué líderes referentes de ambos partidos, como Teresa Rodríguez o Íñigo Errejón, deciden concurrir a las elecciones con proyectos políticos y marcas electorales nuevas, es difícil obtener una respuesta clara. En Andalucía, niegan de plano cualquier paralelismo. ¿Podemos e IU son marcas en retroceso? ¿La alianza entre líderes políticos referentes puede funcionar mejor que la alianza de siglas? Podemos e IU concurrieron juntas a las generales y a las andaluzas, y lograron peores resultados que presentándose por separado. El propio Errejón ha señalado “la experiencia de las elecciones andaluzas” para explicar por qué ha decidido presentarse como candidato en la Comunidad de Madrid bajo la marca de Carmena. El líder andaluz de IU, Antonio Maíllo, asegura que el caso de Teresa Rodríguez y de Errejón “no son homologables”, que “no tienen absolutamente nada que ver”. “El proceso de confluencia de Adelante Andalucía fue colectivo, aprobado por los órganos colegiados de Podemos e IU, y muy participativo. Lo de Madrid es un proyecto personalista”, asegura.

La coalición Adelante Andalucía (Podemos-IU) se presentó como “alternativa a Susana Díaz” y “dique de contención a las derechas”, pero ha perdido más votos en proporción que el PSOE, y ha visto cómo PP y Ciudadanos forman el primer Gobierno andaluz de derechas, sostenido por la primera formación ultraconservadora que irrumpe en el Parlamento. Podemos tenía 15 diputados en la pasada legislatura e IU contaba con cinco, ahora la confluencia suma 17 escaños. Los parlamentarios tomaron posesión de su acta hará un mes, pero este miércoles Lizárraga causó la primera baja, para volver a dar clase en la Universidad de Granada. “No deseo provocar más tensiones internas de las que hay en Podemos, ni contribuir a fortalecer el estigma interesado de esa izquierda que anda siempre peleándose”, ha dejado escrito. Pero es justo lo que ha pasado.

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