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40 años de ayuntamientos democráticos en Huelva: del alcalde extranjero al más longevo

Portada del diario Odiel del 4 de abril de 1979, que recogía los resultados de la provincia.

Fermín Cabanillas

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Aquel 3 de abril de 1979 en Huelva se decía “que había que quitar un cacique para poner un alcalde”.  Así lo cuenta Juan Mellado, presidente del consejo social de la Universidad de Málaga y periodista que, junto a otros ocho autores, ha editado Crónica de un sueño. Memoria de la transición democrática en Huelva, una recopilación de las historias de los 79 municipios y las dos entidades locales de la provincia de Huelva y su proceso de transformación con la llegada de la democracia.

Entre todas esas historias, hemos elegido dos: la de Eulogio Páez y la Héctor Julio Castillo. El primero, uno de los pocos alcaldes que llevan ejerciendo como tales desde aquella primera cita con las urnas municipales. El segundo, el primer alcalde negro y extranjero de un pueblo español.

En la lista por casualidad

Hace 40 años, un joven fitopatólogo de 25, Eulogio Páez, paseaba por las calles de su pueblo, Cumbres de Enmedio, en la sierra de Huelva, recién casado y con despreocupación: no le daba mayor importancia a que su nombre estuviera en una papeleta para los primeros comicios municipales. No pensaba ser concejal, ni mucho menos alcalde.  “Me presenté por rellenar la lista, era el último y faltaba una persona, y me dijeron que me presentara”.

Sin embargo, en Cumbres de Enmedio, el pueblo más pequeño de Andalucía con Ayuntamiento propio, al tener menos de 100 habitantes, las listas de las elecciones municipales son “abiertas”. Eso le daba a Eulogio en 1979 las mismas opciones que a todos los de la lista para ser alcalde por el PSOE, pero él no se lo planteó nunca: “Tenía 25 años, yo no pensaba nunca en política, sino en divertirme y salir con mi novia, pero, al final cayó malo el anterior a mí, y me pidieron que completase la lista. Nunca pensé que me votarían”. Después de las votaciones, se casó: “Nos fuimos de luna de miel el 15 de abril, y el 21 me llamaron para decirme que tenía que tomar posesión de la alcaldía. Así que hablé con mi mujer, y le dije que nos volviésemos, que ya haríamos un viaje más adelante, pero un mes después yo era alcalde y ella estaba embarazada. Todo cambió.”

Aquel comienzo despreocupado le ha llevado hasta hoy: el próximo 26 de mayo dejará de ser uno de los pocos alcaldes que lleva en el cargo desde las primeras elecciones democráticas. Ahora, 480 meses después, Eulogio ha decidido dejar el sillón que ha ocupado desde 1979, aunque otra Páez, su hija, sigue sus pasos y forma parte de la lista que votarán sus vecinos el próximo 26 de mayo.

De República Dominicana a Isla Cristina

Doblando el mapa de la provincia, en las papeletas que votaron los vecinos de Isla Cristina aquel abril de 1979 estaba el nombre de Héctor Julio Castillo Figueroa, que en su documento de identidad tenía la bandera de la República Dominicana donde hacía nacido, concretamente en la ciudad de La Romana.

Era el candidato de Unión de Centro Democrático (UCD), que fue la que obtuvo mayor número de votos, aunque sin alcanzar la mayoría absoluta. Y se convirtió en el primer alcalde negro y extranjero de un pueblo español. Héctor es uno de esos políticos que presume de cumplir sus promesas: “Dije que sólo estaría cuatro años, y a los cuatro años me fui. Me lo pidieron, me dijeron incluso que fuese en alguna lista electoral, pero siempre dije que no”, explica. Fue alcalde desde el 19 de abril de 1979 hasta abril de 1983.

Era -y es, aunque ya jubilado-, médico, y su idilio con España no comenzó en Isla Cristina. “Con 19 años estudié medicina en Sevilla, y después de terminar la carrera visité varios pueblos, volví a mi país, hasta que el 30 de mayo de 1975 aterricé en España de nuevo, llegué a Isla Cristina y ya nunca me moví de aquí”.

Héctor cuenta cómo llegó hasta España: “En 1965 República Dominicana vivió una guerra civil que mantuvo la universidad cerrada. Tenía amigos y conocidos que acababan de terminar el bachillerato, y optaban por venirse a España; aquí hice toda la carrera. Es curioso que terminase en temas políticos, porque en República Dominicana sentía coraje de que por culpa de la política no podía estudiar la carrera, pero cuando me lo ofertaron vi una forma desinteresada de participar en la vida del pueblo, con el convencimiento de que no iba a continuar”. Hoy, Héctor tiene 73 años, “y algunos me siguen llamando alcalde”. Su nombramiento fue incluso recogido por el programa de televisión ‘300 Millones’, que presentaba José Domingo Castaño y se veía en toda Latinoamérica.

Son dos ejemplos, sólo dos, de las historias han dejado estos 40 años de ayuntamientos democráticos en España y en concreto, en la provincia de Huelva. 

La memoria de la Transición

Y los encargados de recuperar muchas de ellas de la mano de Juan Mellado han sido Antonio Checa, Vicente Quiroga, Jesús Chacón. Pablo Juliá, Rafael Terán, Antonio de Padua, José Manuel Gómez y Victoriano Ruigómez que se encargaron de la redacción de aquel libro que recogía, entre otras, la histórica fotografía de Felipe González bajando a la mina de Cala a convencer a unos mineros de que abandonasen la huelga de hambre que mantenían hacía casi un mes. “Los periodistas vivíamos a pie de obra la transición. No había los medios que hay ahora y había que estar a pie de obra para trabajar en la noticia. Le dimos mucha importancia a la transformación que sufrió Huelva cuando llegó la democracia”, recuerda Mellado, editor de aquella serie de libros que recorrieron las ocho provincias andaluzas, partiendo de aquellas primeras elecciones.

El editor rememora cómo “recopilamos historias como la de las manifestaciones del 4 de diciembre en Huelva, que fue importante, aunque no tanto como en Málaga”, o la llegada del primer presidente de la preautonomía, Plácido Fernández Viaga“.

De todo aquello han pasado casi 14.600 días. Se han sucedido alcaldes, alcaldesas, concejales y concejalas que luego han ascendido a puestos de responsabilidad (o no). Muchos onubenses que, en definitiva, acudieron con curiosidad aquel abril de 1979 a votar a un alcalde, acostumbrados, lamentablemente, a que esa persona le fuese impuesta y no saliese de unas urnas.

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