La Laguna, bronce en el Premio de Capitales Europeas de la Inclusión y la Diversidad
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Una mentira recorre España: que hay dos extremos equivalentes, a derecha e izquierda: Vox y Unidas Podemos (UP). Una falacia sembrada en tertulias y artículos, que se disemina por redes sociales y cala hasta en gente sensata. Ahora que los poderes económicos, la derecha y cierta Iglesia comparten el objetivo de frustrar el gobierno de PSOE-UP, azuzan el miedo: “¡Qué vienen los comunistas!”. Precisemos:
Vox es un partido fascista dentro del resurgir del fascismo global (Trump en EEUU, Orban en Hungría, Le Pen en Francia, Salvini en Italia, Bolsonaro en Brasil, Alternativa por Alemania (AfD), Farage y sus pro Brexit en Reino Unido…) que busca trepar al poder apelando a las vísceras de modo simplista/populista:
A medida que ganan escaños, los Abascal, Ortega Smith, Espinosa de los Monteros y Monasterio se envalentonan, como sus correligionarios, en la cima o base, en todas partes: Monasterio difama a niños migrantes como violadores, Ortega Smith humilla a víctimas del machismo como Nadia Otmani, un afín a Vox grita al ex director de ABC, José Antonio Zarzalejos, “rojo, cabrón, traidor”, y la diputada de AfD, Beatrix von Storch (nieta del ministro nazi von Krosigk) hace, en el Bundestag de Berlín, el gesto de degollar al socialdemócrata Johannes Kahrs. La presidenta Angela Merkel lo toma en serio con este discurso firme. Sabe que al político de su partido (CDU), Walter Lübcke, lo asesinó en junio la órbita del AfD lo asesinó en junio la órbita del AfD porque era solidario con los refugiados.
En cuanto a Unidas Podemos, confluencia de Izquierda Unida que integra al Partido Comunista y de Podemos, herramienta del 15-M (2011) anti recortes de Bruselas+Zapatero (PSOE) y anti-corrupción del sistema bipartidista (con implicación de la Corona, protagonismo del PP, el PSOE-A y sus ERE, y CiU de Pujol), es un partido tan demócrata como el que más. Destacado, de hecho, en su defensa de la Constitución más allá del artículo 155. Que, en el tema catalán, acepta ser quien tiende puentes pese al coste electoral, entre tantos que los dinamitan justo para ganar votos. El partido de ámbito español que con más convicción defiende los Derechos Humanos de los migrantes. Nada que ver con Vox.
Se lanza contra Unidas Podemos el doble estigma: “comunistas”, “republicanos”. Lo de “comunista” se repite para subrayar diferencias con el socialismo del s.XIX y vincular a un sovietismo que nadie reivindica. En el presente, “defender el bien común”, de la gente, mayoritario, que pueda educarse, vivir de su trabajo y sanar sus enfermedades gracias a impuestos justos ¿qué tiene de perverso?
Ya lo de usar “republicano” como insulto es la evidencia extrema de lo poco y mal que se ha estudiado la historia de España estos 40 años democráticos. Los demócratas españoles, de cualquier ideología, no tenemos más que agradecer y pedir disculpas a los republicanos -también diversos en sus ideas, incluso de derecha-, que sufrieron el golpe franquista, la guerra, los 40 años de dictadura y la falta de verdad justicia y reparación en democracia.
Bastante poco se ha reivindicado la legítima restauración republicana (¿No son república EEUU, Francia, Alemania, Italia, las naciones latinoamericanas?) como para se diga que Unidas Podemos no es constitucionalista porque el anhelo republicano es equiparable al cacareado proyecto de Vox de destruir las autonomías, médula de nuestra coexistencia constitucional en paz.
Para salvar la democracia del fascismo hay que plantarse ante la manipulación. Ortega Smith acusa al feminismo de “negacionista”, porque, dice, “niega que hay hombres asesinados por mujeres”, cuando el negacionista es Vox que niega los crímenes machistas, el cambio climático y negará que la tierra es redonda, como los fascistas brasileños ya afirman que es plana.
En la campaña contra la investidura del gobierno PSOE-UP coinciden:
Lo que temen de un gobierno progresista son cambios en legislación laboral y fiscal que protejan a los trabajadores de contratos abusivos, de despidos cuando estén enfermos, de la competencia brutal de empresas falsamente colaborativas que atacan del taxi a la agricultura, que hagan pagar impuestos a millonarios y corporaciones y consigan, así, redistribuir algo la riqueza, después de que los ciudadanos salváramos a los bancos con dinero que no devolverán.
El pulso aquí es el internacional: reformar o mantener un neoliberalismo salvaje que nos trae al borde del abismo. Ante la destrucción medioambiental, la imposibilidad de vivir del trabajo que sufre cada vez más gente y, en consecuencia, primero, el aumento de la frustración y, acto seguido, el del fascismo.
Entre el fragor de insultos y acusaciones en falso, conviene que los demócratas, de toda ideología, asumamos cuánto nos estamos jugando.
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