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Tras la memoria literaria de Lorca: “la sangre de Federico no la seca el tiempo”

Federico García Lorca

Amalia Bulnes

“Por la prensa de esta mañana me llega la noticia: Federico García Lorca ha sido asesinado en Granada, su ciudad natal. Un grupo de hombres -¿de hombres?- lo acribillaron a balazos, no sabemos en qué rincón de la vieja ciudad del Genil y el Darro, los ríos que él había cantado. ¡Pobre de ti, Granada! Más pobre todavía si fuiste algo culpable de su muerte. Porque la sangre de Federico, tu Federico, no la seca el tiempo.

Sí, Granada. Federico García Lorca era tu poeta. Lo era tan tuyo que habría dejado de serlo de todas las Españas pulsando su [tu] propio corazón.“

Este testimonio transido de rabia, tan arrebatado que aún encoge el corazón, fue escrito por Antonio Machado el 8 de septiembre de 1936. Las noticias llegaban tarde y mal en los primeros meses de la contienda civil, porque, en realidad, el poeta de Soledades se refiere a la madrugada aciaga, funesta, del 18 de agosto, justo un mes después del golpe fascista, cuando Federico cae muerto en una cuneta entre los municipios de Víznar y Alfacar. Horas antes, apresado en casa de su amigo, el también poeta Luis Rosales, el gobernador civil de Granada le pregunta a Queipo de Llano qué hacer con Lorca. Hiela su respuesta: “Dale café, mucho café”. Todos sabían ya a esas alturas a qué se refería el siniestro golpista.

Se cumplen este sábado 82 años de ese asesinato que cercenó a toda la poesía española, ese fusilamiento a la cultura y el compromiso político y cívico que significó la muerte de Federico y algunos de nuestros autores actuales, más destacados y personas del mundo de la Cultura, vuelven su mirada hacia el poeta en esta jornada de plomiza memoria.

Las palabras de Machado las trae hoy al presente el premio nacional Antonio Rodríguez Almodóvar, “un texto poco conocido, tal vez de preparación del poema recordado por todos El crimen fue en Granada”, explica. El escrito apareció en uno de los cuadernos personales del poeta sevillano que adquirió la Fundación Unicaja en 2003 (y que fue publicado por la misma entidad en 2004) y tiene para Almodóvar una doble lectura: “Por un lado, la poderosa intuición de Machado con ”la sangre de Federico no la seca el tiempo“; cuánta razón tenía, que hasta hoy parece fluir en su vivo recuerdo; y por otro, el concepto ”Las Españas“, que los buenos republicanos utilizaban para definir ese asunto tan complejo de la pluralidad de nuestra nación. Tal vez hoy deberíamos recuperarlo, al igual que otros textos de Machado, precisamente de sus últimos días en Catalunya, cuando ya Barcelona era bombardeada por la horda fascista, momentos tan sabiamente descritos por Ian Gibson en la biografía del poeta andaluz-castellano. Queda mucho por saber, pero sobre todo por recordar”, reflexiona Rodríguez Almodóvar al hilo de este día.

Otro intelectual de enorme influencia machadiana y profundo conocedor de su obra, el ex vicepresidente del Gobierno Alfonso Guerra, bucea en la memoria del poeta de Granada hasta reparar en “un pequeño texto estremecedor que puede ser una guía para comprender el excepcional creador que fue Federico: es la carta que dirigió a Regino Sáinz de la Maza”.

En ella, en realidad un poema visionario, Lorca le deja a su amigo esta reflexión final, entre el delirio y la profecía:

Fue en ese momento un momento terrible de miedo, mi mamá Doña Muerte me había dado la llave del tiempo, y por un instante lo comprendí todo. Yo vivo de prestado, lo que tengo dentro no es mío, veremos a ver si nazco.

La escritora sevillana Eva Díaz Pérez, célebre por su Trilogía de la memoria y sus estudios sobre intelectuales españoles en el exilio, acepta el reto de recomendar textos de García Lorca con los que perseguir su rastro y preservar su memoria con una premisa: “Es dificilísimo, porque de Lorca... hasta los andares”. Aún así, mi preferencia es su libro Poeta en Nueva York, pero propongo otra opción, su primer libro del que además se cumplen cien años: Impresiones y paisajes.Impresiones y paisajes En este libro se intuye al gran poeta que será; es una obra maravillosa y reveladora del joven del Sur que descubre el mundo castellano y gallego, esa España medieval, recia y sobria que le evoca al imaginario de voces antiguas que había leído en el Romancero viejo. Ese libro desvela una epifanía para Lorca que a partir de entonces confirma lo que quiere ser: escritor. También me gusta el origen del libro: ese viaje de estudios que realiza en 1916 con el profesor Berrueta y sus compañeros. El viaje como deslumbramiento juvenil, la excursión pedagógica tan de la Institución Libre de Enseñanza. Y que creo que para Lorca fue como una especie de Grand Tour condensado, con ese sentido de revelación del mundo de la cultura, la historia y del paisaje castellano”, explica la autora.

Granadina como el poeta de Fuentevaqueros, activista en el mundo de la cultura, las ideas, el feminismo y los derechos sociales es la periodista Pilar del Río, presidenta de la Fundación José Saramago. Para este 18 de agosto, Del Río ha querido recordar al “gran escritor que es Federico García Lorca como un activo ciudadano, al que nadie o nada le resultaba ajeno. Tomó partido por causas y con su valentía personal enriqueció una forma de estar en la vida. Se granjeó enemigos, que lo asesinaron y lo siguieron matando después de muerto, pero también admiradores que seguimos amándolo cada día”. A esta bellísima reflexión, añade Pilar del Río “una foto de Federico que me parece señal de su universalidad. En marzo de 1936 pidió la libertad para el brasileño Luis Carlos Prestes, secretario general del PC de Brasil, encarcelado cuando el Gobierno de Getulio Vargas. Prestes salió de la cárcel , pero Olga Benario, su mujer, alemana y judía, fue deportada y murió en una cámara de gas años después. Lorca no fue indiferente, por eso hoy nadie puede ser indiferente con Lorca. Obra aparte, inmensa obra, para la que he solicitado el Premio Nobel de Literatura”. 

Muy cercano a la familia de Pilar del Río, y confeso admirador de la obra de Saramago, es el actor Antonio de la Torre. El malagueño, que acaba de finalizar el rodaje de La trinchera infinita -donde se pone en la piel de un republicano que estuvo escondido en un zulo construido en su propia casa durante más de treinta años- reconoce haber sido durante años un lector “bastante típico” de la obra más conocida de Lorca. Sin embargo, “tuve la suerte de poner voz a sus cartas en un par de documentales dirigidos por Juan José Ponce y me impresionaron las que escribió desde Nueva York, llenas de luz y esperanza. Escritas por alguien que se sentía con mucha vida por delante”.

Algunas de esas cartas, precisamente, se encuentran entre los más de 5.000 documentos recién llegados a Granada desde la Residencia de Estudiantes, como corpus fundamental del Legado Lorca que se custodiará a partir de ahora en la ciudad del poeta. Responsable de este depósito de carácter histórico ha sido el consejero de Cultura de la Junta de Andalucía, Miguel Ángel Vázquez, que elige “el poema Fábula y rueda de los tres amigos, un texto premonitorio que ahora ha musicado Miguel Poveda en su nuevo trabajo, Enlorquecido”, y cuya lectura, ciertamente sobrecogedora, incluye versos como éste:

Cuando se hundieron las formas puras  bajo el cri cri de las margaritas,  comprendí que me habían asesinado.  Recorrieron los cafés y los cementerios y las iglesias,  abrieron los toneles y los armarios,  destrozaron tres esqueletos para arrancar sus dientes de oro. 

No obstante, para seguir el rastro y guardar la memoria de Lorca, no sólo se puede leer al poeta de Fuentevaqueros. El poeta y ensayista Antonio Molina Flores propone “abrir varias vías, al menos tres: la primera es leer obras sobre Lorca. Ahí las referencias pueden ser Ian Gibson y Andrés Soria Olmedo. Otra vía, más vivencial, es acercarse al Legado que acaba de venir de la Residencia de Estudiantes a Granada; visitar la Huerta de San Vicente y la Casa Natal en Fuentevaqueros. Para este viaje es imprescindible ir de la mano del poeta Juan de Loxa, quien más primorosamente y con menos medios cuidó de su legado y su memoria viva. Y un tercer acercamiento y más esencial es leer su obra: Poeta en Nueva York, Diván del tamarit, Sonetos del amor oscuro, o cualquiera de las tragedias”, explica este profesor de Estética de la Universidad de Sevilla, quien apunta: “Los franceses dicen ”de corazón“ -par coeur-, a saberse algo de memoria. Saber un poema de Lorca de memoria es llevarlo, de algún modo, en el corazón”.

Sin duda, Poeta en Nueva York ha sido el título más veces escuchado y traído al presente por los autores actuales cuando, a bote pronto, vuelven de nuevo su mirada a nuestro poeta más universal. Para Felipe Benitez Reyes, se trata del libro que contiene “la esencia más libre de la indesmayable magia verbal de Federico”. Asimismo, Guillermo Busutil, director de la revista Mercurio. Panorama de Libros, sigue quedándose con Poeta en Nueva York, “donde su poesía es cubista en su mirada fragmentada de la ciudad, sus imágenes y sonidos, y la belleza de la metafórica y contundente crítica social”. El poeta y periodista Juan José Téllez afina aún más la puntería lorquiana y recomienda “la conferencia que impartió en Madrid para presentar Poeta en Nueva York. También Yerma, el Diván del Tamarit y Los sonetos del Amor Oscuro”.

Fue el hispanista dublinés Ian Gibson, incansable estudioso e investigador de aquellos días, quien se ha atrevido a poner fecha exacta al fusilamiento de Lorca. Hace apenas unos meses, en marzo de 2018, ha visto la luz una revisión de su imponente obra El asesinato de García Lorca (Ediciones B), donde añade ciertos fundamentos que le permiten constatar que el asesinato de Lorca sucedió un 18 de agosto, tras pasar todo el día anterior en el Gobierno Civil de Granada y tras “una consulta con el General Queipo de Llano, que fue el jefe de la sublevación en Andalucía. Lo que decidía, se hacía. Yo creo que le consultaron desde Granada y que el dio su beneplácito”, aseguraba el hispanista recientemente en una entrevista a la Cadena Ser.

A día de hoy, y en días como hoy, conviene recordar que el poeta asesinado continúa desaparecido en una cuneta, mientras que su verdugo yace, con honores de Estado, en el interior de la Basílica de la Macarena de la ciudad de Sevilla.

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