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El diablo de la risa

Manu Sánchez encarga al mismísimo diablo

David Montero

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Manu Sánchez ha estado este fin de semana en el Cartuja Center de Sevilla mostrando sus tres piezas escénicas: El rey solo, El último santo y El buen dictador, en días consecutivos. Yo, que no suelo asistir a este tipo de espectáculos para grandes públicos, me fui el sábado a ver la segunda.

La pieza tiene una leve trama argumental: el diablo (Sánchez) recibe el encargo de acabar con la creación por parte de Dios Padre. Esto sirve como pretexto y motor para repasar en clave paródica historias bíblicas, desde el pecado original hasta la última cena. Algunas de ellas son, a su vez, excusas para introducir sketches de humor al estilo stand up comedy, por ejemplo, la llegada del hijo -el ángel caído- borracho de madrugada intentando que el padre -Dios- no lo pille. El espectáculo, trufado por canciones conocidas, regala casi dos horas de risas generalizadas. Para ello, son fundamentales el libreto lleno de golpes cómicos e ingenio verbal, la gracia y la entrega del intérprete, su rapidez en la réplica y su capacidad para introducir el chiste de actualidad. Todo ello conforma un producto cuidado y eficaz que cumplió con creces las expectativas del público.

Aunque como dice la jerga, no estoy en el target de esta producción, reconozco que Manu Sánchez y su equipo me hicieron reír a ratos y me tuvieron entretenido casi dos horas. También valoro el esfuerzo por dar un acabado teatral al espectáculo (cuidados escenografía, vestuario y caracterización) y supongo que tiene un doble objetivo: ofrecerle un plus al público y asentar la apuesta del artista como showman y hombre de escena. Creo que cumplen totalmente con lo primero, pero respecto a lo segundo, no estoy tan seguro. El personaje del diablo presenta la obra, pero desde muy pronto convive con el personaje Manu Sánchez y éste segundo se impone. Quiero decir, hay dos niveles de narración que se mezclan: el relato del ángel caído y el despliegue del catálogo de ocurrencias y hallazgos del propio humorista. Quizá, si en vez de comenzar con el diablo, se comenzara con Sánchez y éste evidenciara que va a hacer luego de diablo, todo me fluiría mejor. De hecho, creo que el crecimiento artístico del intérprete está del lado de profundizar en lo que es: un magnífico cómico. Desde ahí, la mejor dramaturgia es la que genera la sucesión de ocurrencias, la mejor escenografía su propio cuerpo y su reto interpretativo: ser todos los personajes que aparecen en sus hilarantes delirios sin dejar de ser él mismo.

En cualquier caso, la obra es una máquina de hacer reír que hizo feliz al público que llenaba el Cartuja Center y confirma la apuesta del cómico y su productora por obras escénicas de gran formato que giran por el circuito teatral con éxito.

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