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ENTREVISTA Francisco Javier Jiménez Gómez

“La libertad y la propiedad privada deben supeditarse al bien común, porque cada uno partimos de posiciones diferentes”

Francisco Javier Jiménez Gómez, director del Hogar Pozo Dulce

Javier Ramajo

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Francisco Javier Jiménez Gómez (Burgos, 1971) dirige el Hogar Pozo Dulce, un lugar que da cobijo a personas sin hogar y que pertenece a Cáritas Diocesana de Málaga, de la que fue secretario general. También es presidente del Colegio Profesional de Trabajo Social de Málaga y ha sido coautor del artículo 'Las desigualdades sociales en Andalucía: la consolidación de la fractura social después de la crisis', incluido en el tercer informe del Observatorio de la Desigualdad de Andalucía, presentado antes del verano por Oxfam Intermón y elDiario.es Andalucía, donde además participó virtualmente. Con él, profesor de Ética y de Historia de la Filosofía, analizamos algunos de los porqués de las desigualdades de nuestra sociedad actual.

Dice en su artículo del Observatorio que el poder utiliza su poder para beneficiar solo a un grupo y consolidar las desigualdades. ¿Cómo lo explicaría?

La cuestión de las desigualdades es un proceso en el que las diferencias, que todos tenemos y que precisamente nos hacen únicos, en la historia se ha visto que se les da un valor a ciertas diferencias de cualquier tipo (económica, de raza, sexo, etc.) pero siempre en beneficio del poder que tiene una persona o un grupo dominante. Ese uso del poder genera esas desigualdades, esas diferencias. La desigualdad implica al final que hay un beneficio, no para la búsqueda del bien común, sino más bien en para intereses particulares. Hay que distinguir entre el bien común, que es lo que es bueno para todos, y los intereses particulares que pueden ser mayoritarios.

¿Puede explicar mejor ese concepto de intereses particulares mayoritarios?

Por ejemplo, en nuestra cultura occidental realmente los niveles de desigualdad son altos, pero son minoritarios. La pobreza está en un veintitantos por ciento. Por tanto, hay una mayoría de la población que está por encima. Eso no deja de suponer beneficiar los intereses particulares, en este caso de una mayoría, pero no hay que confundir mayoría con el bien común. Por otra parte, si llevamos esa reflexión al contexto global ya no es una mayoría sino una minoría, mundialmente hablando, es decir, nuestro bienestar se sustenta sobre la desigualdad de millones de personas que hoy constituyen una mayoría.

¿Cree que esas desigualdades se asumen como algo normal en la sociedad actual?

Se justifica. No tanto que se asuma como normal porque siempre se plantea que hay que reducirla. Pero el problema está en dónde se sitúa también el origen, porque no se reconoce el origen estructural. Dicen que tenemos que seguir creciendo económicamente para que todo el mundo trabaje pero no se ha reconocido el carácter estructural del modelo. Se considera que estamos en un camino que tenemos que crecer económicamente y ya desaparecerán las desigualdades, y se ha visto que no es así. En todo momento de crecimiento económico nunca se ha conseguido reducir la pobreza de ese 20% aproximadamente. Hay otros motivos, y muchísimos más estructurales, para conseguir que el crecimiento económico sea el centro del desarrollo social, y ese no puede ser. No es que se asuma ni que se considere normal sino que se considera algo que se podrá reducir desde las premisas de ese propio modelo. Y eso no es cierto, porque para poder reducir la desigualdad hay que salir de ese modelo, hay que reconocer o buscar dónde están las causas estructurales y entonces, a partir de ahí, sí se podrían plantear medidas.

Si la libertad se absolutiza y no se vincula al bien común, lleva a unas desigualdades tremendas

¿Cuáles serían esas causas estructurales?

Por ejemplo, la libertad o la propiedad privada son valores. La libertad es un valor fundamental, nadie lo discute, pero si lo pones por encima de todos los demás valores los eliminas. La libertad tiene que ir en equilibrio con la igualdad, con la fraternidad y siempre en el bien común, porque si la libertad se absolutiza y no se vincula al bien común lleva a unas desigualdades tremendas, a un desequilibrio muy grande, porque cada uno no parte de la misma posición, porque cada uno partimos de posiciones diferentes y por tanto en esa carrera de bienestar, o de desarrollo de cada persona, pues no estamos todos iguales. Yo ganaría a Indurain si él va por un camino de cabras y yo por una autovía, por poner un ejemplo.

¿Qué favorece entonces el mantenimiento de las desigualdades sociales?

En el proceso de desarrollo de la modernidad del que nosotros somos herederos había una idea que justificaba todo el planteamiento, que era la emancipación de toda la humanidad a nivel teórico, ideológico, detrás de la cual había un modelo económico. Para mí, la principal causa en el modelo nuestro actual es que el modelo económico lo ha invadido todo. Se ha convertido en el centro. No es un elemento al servicio de la sociedad, del ideal de emancipación que puede tener la modernidad, sino que se convierte en el centro de la organización social. El crecimiento económico no tiene por qué suponer más desarrollo por una sociedad, sino que el desarrollo tiene que ver más con la calidad de vida. El mercado es el que regula la vida social, pero nos regula todo: la economía, el ocio, las relaciones, la vivienda. Todo.

El modelo americano del "si tú quieres, puedes" nos lleva a culpabilizar a las personas que están en pobreza, en exclusión

Después, otro elemento conceptual es la meritocracia, por el cual pensamos que cada persona ocupa el lugar que se merece por su esfuerzo y que a cada persona hay que darle lo que se merece en ese sentido. Claro, la falacia está en que no partimos todos del mismo lugar. No se trata de discutir que el esfuerzo es importante, pero es que nos lo meten en el cine, en el modelo americano del “si tú quieres, puedes”. Está muy bien motivar el esfuerzo de la persona y el crecimiento, pero es que no es verdad, no es verdad que ese sea el único componente. Yo no puedo todo lo que yo quiero porque me voy a estrellar, porque socialmente no ocupo el mismo sitio. Ese modelo lo tenemos muy interiorizado y nos lleva a culpabilizar a otros, porque pensamos que “si todo el que quiere puede, el que no consigue algo es porque no quiere”. Y eso nos lleva a culpabilizar a las personas que están en pobreza, en exclusión, y nos lleva socialmente a una culpabilización de esas situaciones.

¿Todos somos entonces un poco responsables?

Todos tenemos una parte de responsabilidad, pero esa parte de responsabilidad está condicionada también por una gran cantidad de variables. La exclusión tiene un elemento importante, complejísimo, y es que te deteriora, te deteriora a nivel interno, muchísimo en las relaciones, pero también en la motivación. Son factores que están ahí y que dificultan. El otro modelo es muy simple, el sueño de “si quieres, puedes”. La motivación personal puede ser uno de los elementos, pero no el único. Posiblemente yo creo que ni siquiera a lo mejor es lo más determinante, porque el contexto, tu vida, lo que has vivido familiarmente y socialmente, también influye en la capacidad de querer algo o no quererlo. Este elemento hace bastante daño porque las políticas sociales se vinculan muchas veces a la respuesta, pero en cuanto mayor situación de exclusión está la persona más visible está que entre en un proceso de inserción y de prestación. Hay que repensar mucho también las propias políticas sociales para salirse también de la lógica del propio sistema. Y eso no quita que no haya que hacerlas, hay que seguir potenciándolas más porque estamos muy por detrás de otros países.

Nuestras políticas sociales todavía tienen mucho margen de reducir las desigualdades

¿Qué está fallando entonces para que las políticas sociales no reduzcan los niveles de desigualdad?

Yo creo que las políticas sociales van a poder llegar a reducir más y pueden seguir reduciendo. Es decir, si hay políticas de viviendas sociales de protección de la vivienda, más personas van a vivir en viviendas protegidas. Hay que invertir más en viviendas sociales, eso está claro, pero mientras el modelo sea el del crecimiento económico, la política de vivienda va a estar ligada al crecimiento económico, no a garantizar el derecho de las personas a una vivienda digna. Es decir, las políticas sociales van a conseguir reducir los niveles de desigualdad, pero los cambios reales, los cambios estructurales si utópicamente alguna vez podríamos eliminar la desigualdad, sólo podrían venir por un cambio en las políticas generales normales y en una política de vivienda cuyo objetivo sea que todo el mundo tenga vivienda, no el crecimiento económico a partir de la vivienda. Pero nuestras políticas sociales todavía tienen mucho margen de reducir las desigualdades. La propiedad privada está muy absolutizada como el principal derecho casi de las personas. Es un derecho, por supuesto, pero también debería estar supeditado a un bien común. Insisto, la libertad y la propiedad privada deben supeditarse al bien común, porque cada uno partimos de posiciones diferentes.

¿La culpa de las desigualdades es del ímpetu exlusivo por el crecimiento económico?

De alguna manera hemos absolutizado ese aspecto. Hemos puesto en el centro a la economía por encima del desarrollo, de la calidad de vida. El mercado es el que regula y las políticas sociales son para los que se queden fuera del mercado como un consejo. Mientras, sigue estando el mercado expulsando personas. Las políticas sociales, funcionando de una manera ideal, lo único que harían es incorporar personas a un sistema que expulsa personas. La clave está en que el sistema no expulse personas. Por otra parte, nuestra sociedad es una sociedad de consumo, pero en los últimos períodos se ha llegado a un hiperconsumo exagerado. donde se se consume de una manera desproporcionada. Además, y curiosamente, está muy ligado a la realización personal y a la búsqueda de identidad y de sentido. Es decir, no basta con comprar lo que necesitas, porque nunca te va a dar la identidad ni la realización, que es lo que te están vendiendo, por lo que siempre vas a necesitar otra cosa y siempre vas a necesitar cambiarlo. Tenemos un consumo exagerado ligado a esa búsqueda de realización personal y de identidad.

¿Cómo podría afectar no afectar el crecimiento económico al aumento de las desigualdades?

Yo creo que se trata de empezar a hacer medidas políticas o planteamientos desde otras perspectivas. Por ejemplo, la renta básica. No el ingreso mínimo vital, que para mí es un paso. Una renta básica es un planteamiento diferente: garantizar el derecho de todas las personas a tener un nivel de vida mínimo digno. No es como las rentas mínimas de inserción, que están centradas en la lógica de este sistema y que no digo que estén mal, pero no sirven para las personas en una situación de exclusión grave sino para personas que tienen motivación para trabajar. Si precisamente la exclusión lo que hace es reducir la motivación, se se quedan fuera porque no son capaces de responder y hay que hacer otros procesos de trabajo.

Me llama la atención que no queremos que nadie no cubra sus necesidades básicas, pero ahora mismo quien se queda fuera de todo esto lo tiene que hacer a través de medidas cuando ya se acaba el sistema de protección (medidas asistenciales, de beneficencia, de entidades, etc.). Entonces, ¿por qué no garantizamos como derecho el que todas las personas puedan acceder a un nivel de vida digno? Ese es un cambio, eso es poner a la persona en el centro. Por eso para mí la renta básica, por ejemplo, es un cambio conceptual, y yo creo que sí provocaría cambios en la estructura. Por ejemplo, desde ese cambio, una persona no tendría la necesidad de tener que aceptar cualquier trabajo. Yo creo que influiría en el propio mercado de trabajo. Si yo no tengo que aceptar cualquier trabajo, si sólo acepto uno que esté en condiciones, que sea digno, que sea justo, entonces el mercado de trabajo empezaría a cambiar. Las políticas de vivienda podrían replantearse, pero tiene que ser a partir de las políticas generales y poniendo en el centro de las políticas a la persona, no el crecimiento económico para que beneficie a la persona que es como está planteado.

La mejor sociedad que hay para una economía de mercado individualista es precisamente una sociedad muy dividida, muy fragmentada

Por ejemplo, en la crisis anterior, decían tenemos que crecer económicamente para generar empleo y que se genere empleo para mejorar la economía de las personas. Así, se redujeron los niveles de calidad del empleo, porque lo importante era generar empleo. A lo mejor no se trata de reducir por ahí, sino de lo que se trata realmente es de garantizar que todo el mundo tenga un empleo digno. A lo mejor crecemos económicamente menos, pero ganaríamos en calidad. Sería que todas las políticas tuvieran ese carácter redistributivo.

¿El individualismo y el modelo económico actual deriva en una fragmentación social inevitable?

Socialmente nos hemos fragmentado muchísimo. Nuestra sociedad es bastante más individualista que en otros momentos. El neoliberalismo y la economía de mercado, de consumo, es decir, nuestro modelo económico, funciona mejor si cada uno vemos lo nuestro y todo al final termina de encajar. La mejor sociedad que hay para una economía de mercado individualista es precisamente una sociedad muy dividida, muy fragmentada. Y al final, claro, ese esquema lo tenemos también nosotros, que pensamos lo mismo porque está interiorizado. No es algo que se impone, sino que realmente está en nuestra forma de ver la vida, de ver la realidad y las relaciones, de nuestras aspiraciones.

¿Cómo justifica la sociedad, o cada individuo de la sociedad, la existencia indiscutible de esas desigualdades sociales?

Yo creo que a partir precisamente de esos elementos. Como hemos planteado, o se les culpabiliza o se plantea que tenemos que seguir creciendo, que tenemos que seguir para que se puedan incorporar. Entonces la respuesta que se da en la sociedad es solidaria con las personas. Y son buenas las respuestas de solidaridad, porque es un valor también, pero como tenemos interiorizados esos elementos estructurales, lo concebimos como una consecuencia normal del sistema, pero no como algo que es posible cambiar. Otro elemento, ya no a nivel individual porque la sociedad tiene muchísimo ritmo de vida, es que el ritmo de Occidente no es soportable universalmente, y habría que replantearse también eso.

¿Hay solución para una manifestación extrema como es la exclusión social? ¿Puede hacer algo el Estado con el modelo económico imperante?

Por supuesto. Por un lado está la parte económica, en la que que una renta básica sería un elemento importante, pero después la exclusión social lo que provoca es un deterioro de la persona tremendo. Ha deteriorado tanto a sus hábitos, su propia realidad, su motivación etc. que si a una persona en una situación grave de exclusión le doy un trabajo le cuesta responder. Entonces, hay que trabajar los dos aspectos. Por un lado, garantizar la cobertura básica, porque la exclusión económica también es importante, pero también que las políticas sociales precisamente se orienten a fomentar la participación porque, en definitiva, la exclusión es que la persona no cuenta. Todos los procesos de intervención que se puede hacer con personas en situación de exclusión, desde mi punto de vista deben ir orientados hacia la participación y la motivación.

Como ese doble derecho que se plantea muchas veces con la renta básica: por un lado, el derecho a cuestiones básicas, pero por otro lado el derecho a que se pueda acompañar a una persona en recuperar esa capacidad de ser sujeto, que en el fondo es lo que la exclusión ha tocado. Es muy difícil, eso es cierto, porque el deterioro es altísimo en los niveles extremos, por ejemplo en una persona sin hogar, que es el extremo, extremo, de la exclusión. Ahí entrarían, sobre todo, procesos de participación, de intervención y de motivación, y de acompañar a recuperar esa capacidad de ese sujeto, pero siempre garantizando los derechos fundamentales, la cobertura de necesidades básicas. Yo creo que sí es posible con las cifras que hay en nuestra sociedad. Lo único es que nos cuesta mucho plantear algunas cosas. Una renta básica muchísima gente no la entiende porque piensa “cómo le voy a pagar yo un sueldo a alguien que no hace nada”. Eso está detrás de ese concepto de la meritocracia que comentamos antes.

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