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El paro: la nueva batalla de Bailén

Concha Araújo

Bailén está librando la batalla más compleja de su historia. Ostenta el terrible récord de ser el municipio con mayor tasa de desempleo de la provincia de Jaén, que a su vez ocupa un puesto relevante dentro de la comunidad autónoma y del Estado por su porcentaje de parados. Según el sindicato UGT, la población activa de este municipio ronda las 7.500 personas. Es una estimación, ese dato no se hace público con las estadísticas del Servicio de Empleo Estatal (SEPE). Eso permite suponer que están desempleados del orden del 44 por ciento de los bailenenses. La asociación local de empresarios eleva ese dato hasta el 50 por ciento y matiza que los casi 3.300 desempleados de marzo son demandantes inscritos, pero que la cifra real, como en la Encuesta de Población Activa, es mayor.

En el caso más optimista, el porcentaje está tres puntos por encima de la media jiennense, siete de la andaluza y 17 de la española. En el más pesimista, se sitúa nueve puntos más arriba que el conjunto provincial, supera en 13 el autonómico y casi duplica la media nacional. El origen de que esas cifras no hayan dejado de crecer desde 2008 es el ladrillo.

Cuando la “crisis del ladrillo” era todavía una hipótesis de futuro no muy clara, la economía nacional crecía a un ritmo del 4 por ciento. En esas circunstancias, nadie piensa en cambiar las cosas. En Bailén (unos 18.700 habitantes) por entonces el número de parados rondaba el millar. Esa cifra se ha triplicado y sigue subiendo, mientras ha descendido “a menos del 40 por ciento el volumen de contratación”, matiza el delegado de Economía de la Junta de Andalucía en Jaén, Manuel Gabriel Pérez.

En la ciudad llegaron a operar más de medio centenar de empresas dedicadas a la fabricación de ladrillos que generaban en torno al 18 por ciento de la producción nacional. “Entre el 60 y el 70 por ciento de la actividad local está relacionada con las fábricas de cerámica”, explica Ildefonso Padilla, presidente de la Asociación Empresarial de Bailén. “Todo gira alrededor de este sector, no es sólo la gente que se queda sin empleo en la industria del ladrillo, son las personas que dejan de ir a comprar o a tomar un café, los negocios que dejan de realizarse en una comida de trabajo o las pernoctaciones hoteleras de los agentes comerciales que ya no se producen”. Padilla describe así un proceso que ha terminado por azotar al sector servicios y que ha desencadenado el cierre de pequeños negocios que florecieron al abrigo de una economía pujante.

Pero a eso hay que añadir los esfuerzos económicos del sector cerámico que lo han llevado a lo que los distintos agentes califican como “una situación trágica”. “Muchas empresas habían realizado importantes inversiones para modernizarse, para introducir correctores medioambientales; todo eso ha complicado aún más las cosas”, aclara el delegado de Economía. No obstante, son precisamente algunas de estas empresas “las que están innovando con nuevos productos y las que están buscando salidas en la exportación, vendiendo esos nuevos materiales a Guinea o países de Oriente Medio”. Eso les deja “sobrevivir”, añade Pérez, algo que les permitirá reconducir la actividad aunque admite que en este municipio “ya nada será igual que antes de la crisis”, ni absorberá tanta mano de obra.

Antonio Gil, responsable local de UGT, recuerda que en los años de bonanza “aquí venía gente de otros pueblos a trabajar”. Compara las cifras del paro con municipios del entorno con una población similar (entre los 15.000 y los 20.000 habitantes) “como Torredelcampo, Torredonjimeno o Baeza, allí las cifras no son tan altas”. Una de las claves, señala, está en la escasa diversificación “que es todavía más llamativa en los jóvenes: como hace unos años había trabajo, dejaron los estudios sin terminar y ahora están sin trabajo ni formación”.

Coincide con él el responsable de CSIF, Joaquín Álvarez: “No ha habido ningún político que haya impulsado recursos para que los trabajadores puedan formarse para realizar otro empleo”. Desde su punto de vista, la solución no es otra que la reconversión; “apostar e incentivar otros tipos de empleo” desligados de la construcción.

Ahí coincide con el representante de los empresarios y con el propio delegado de Economía que entiende que es necesaria una reconversión de la mano de obra: “uno tiene que estar abierto a la formación y a cambiar de trabajo”.

Todo esto requiere tiempo. Mientras tanto, el bullir de camiones entrando y saliendo de los hornos ha desaparecido hasta dejar una estampa de ladrillos apilados, que va menguando lentamente, mientras la maleza cubre las canteras de barro que, hace apenas seis años, no daban abasto.

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