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Loja es la Sylvania de los Hermanos Marx (pero nadie sabe por qué)

Mirador de Sylvania, en Loja | Miguel Heredia

Néstor Cenizo

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En Loja hay un mirador desde el que se ve todo un país. No se divisa un valle frondoso, ni un horizonte en el que se pierda la vista. Y aunque es verdad que el país ni siquiera existe, ¿qué importa eso cuando uno puede contemplar a uno de los Estados (ficticios) más trascendentes de la historia del cine?

Desde una balconada de este pueblo granadino entre Riofrío y Huetor Tájar puede verse toda Sylvania. Al menos, lo que los Hermanos Marx imaginaron como Sylvania para su película Sopa de ganso (Leo McCarey, 1933): una panorámica donde se distingue claramente la Iglesia de la Encarnación y el Caserón de los Alcaides Cristianos, pegado a la Torre del Homenaje de la Alcazaba lojeña. Sylvania es Loja y nadie sabe por qué.

Aunque comercialmente fue un fracaso y su última película para la Paramount, Sopa de ganso pasa hoy por ser una de las mejores películas de Groucho, Harpo, Chicco y Zeppo. Habrá quien prefiera Los Hermanos Marx en el Oeste por el “más madera” (que nunca pronunciaron), o Una noche en la ópera porque contiene sus dos escenas más rotundamente absurdas: la de las partes contratantes y la del camarote. En todo caso, es indiscutible que ninguna recoge tan bien el espíritu de su tiempo como Sopa de ganso, una sátira precisa y directa (68 minutos) que resume el clima prebélico que caldeaba Europa a comienzos de los años 30.

Este es su argumento: Rufus T. Firefly (Groucho) es el estrafalario presidente de Libertonia, un país al borde de la guerra con Sylvania a cuenta de un préstamo de 12 dólares. A Sylvania no se le ocurre otra cosa que contratar los servicios como espías de Chicco y Harpo. A partir de aquí, el caos.

Sylvania aparece justo después del primero de los números musicales. El plano, que se mantiene durante unos segundos, es en realidad una foto fija a la que acompaña una fanfarria de trompeta. Lo que se ve en la foto es Loja. Casi noventa años después, su “skyline” apenas ha cambiado. Unas figuras de metal con la inconfundible silueta de los Hermanos Marx recuerdan desde un mirador a la entrada del pueblo que un día Loja fue Sylvania.

¿Cómo se convirtió Loja en Sylvania?

¿Cómo acabó esa foto de un pueblo a mitad de camino entre Málaga y Granada en la película de los grandes genios de la comedia del absurdo? Nadie lo sabe. Teorías hay tantas como dé la imaginación. Para algunos, nunca es tarde para sacar el orgullo local a pasear. “Por lo que dicen, los Hermanos Marx, dicen que pasaron por Loja, vieron esa imagen y les cautivó”, comentaba hace un par de años el alcalde Joaquín Camacho.

En un blog que recopila historias y leyendas granadinas hay otra tesis más sugerente: un lojeño con mal de amores que había emigrado a Los Ángeles en busca de fortuna conoció, una noche en la que ahogaba las penas en alcohol, a Harpo Marx, que le ofreció trabajo como ayudante. Manolo, que así se llamaba, recibió el encargo de buscar localizaciones en Europa, y fue así como regresó a Loja y se llevó consigo la foto que luego fue Sylvania. Pero esta historia, por estimulante que sea, es falsa.

Otra teoría, más propia de los eruditos del cine, relaciona al fotograma con José Val del Omar, lojeño, fotógrafo y cineasta. Durante algunos años, Val del Omar proporcionó a Kodak fotografías de Andalucía. Pudo ser entonces cuando enviara una foto de su pueblo, que de alguna manera ésta acabara en manos de Paramount, y que alguien, en uno de esos giros de guión que no tienen que responder a nada racional, escogiera la panorámica de Loja para representar a Sylvania. Sin embargo, aunque la teoría no sea descabellada, no hay dato que la corrobore.  

Robert S. Bader es un experto norteamericano en los Hermanos Marx, autor de Four of the Three Musketeers: The Marx Brothers on Stage. Gestiona la web marxbrothers.net y es la persona que podría tener alguna explicación de por qué Loja fue Sylvania. El problema es que tampoco la tiene: “Estoy seguro de que ni los productores ni las estrellas de Sopa de Ganso tenían ni idea de las localizaciones del stock de fotos que se usaron para reflejar Sylvania”.

Sopa de Ganso usó varios archivos ajenos a la película, Paramount pasaba por problemas de dinero y es probable que la productora tirara del material de otras producciones. Poco antes, Leo McCarey había rodado Torero a la fuerza (The kid from Spain). ¿Y si se trajo una foto, un pequeño recurso, de aquella película?

Loja también sedujo a Washington Irving

Loja es un pueblo de unos 20.000 habitantes en el Poniente granadino tan clavada en el estrecho valle del Genil, entre la Sierra Gorda y el Monte Hacho, que tiene incluso una “ruta de los miradores”, de tantos que hay. Su posición la convirtió en vía de paso entre Granada y Málaga. De ahí, los restos de arqueológicos que se remontan a la Edad de Bronce, a los íberos y a los romanos.

La alcazaba medieval que aparece en la estampa de Sopa de Ganso fue construida en el siglo IX y en su interior alberga la Torre del Homenaje, la torre Ochavada y el Caserón de los Alcaides. Este edificio defensivo, situado en su punto más alto, da cuenta de lo importante que fue la ciudad en época nazarí. También lo dice su nombre árabe, origen del actual: Medina Lauxa (“la Ciudad Guardiana”), por la relevancia estratégica que tenía para la conquista del Reino de Granada. En 1486, Boabdil entregó sus llaves a los Reyes Católicos. Seis años después, ya se sabe, entregó Granada.

Además del patrimonio histórico y monumental, Loja ofrece todo lo que pide un senderista: es la ciudad del agua. Aquí nace el Riofrío y está el Monumento Natural de los Infiernos de Loja, donde el río Genil forma espectaculares cascadas y los travertinos, unas particularísimas formaciones calcáreas fosilizadas. Washington Irving definió los Infiernos como “cavernas tenebrosas con ríos subterráneos y cataratas que infunden pavor por su ruido misterioso… donde están encerrados cientos de hombres, almas en pena”.

Irving sigue siendo el prototipo de viajero anglosajón fascinado por los misterios de Andalucía. Un siglo después de su visita, Loja sumó otra leyenda: nadie sabe a ciencia cierta cómo acabó siendo Sylvania, pero probablemente tampoco importe.

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