Apodos reales
De toda la vida, reyes y reinas han tenido un apodo que acompañaba su nombre y que venía a resumir, o a destacar, su rasgo más significativo. La gran mayoría han entrado en la historia por su apodo. Tenemos apodos reales de todo tipo, Sabio, Casto, Conquistador, Piadoso, Ceremonioso, el Deseado… Los hay, incluso, que debieron hacer muy poca gracia al monarca de turno y a sus herederos/as porque la historia los conoce como el Cruel, el Fratricida, el Pasmado, el Gotoso, el Hechizado, el Felón…
Algún día, cuando no se pueda ir a la cárcel por ello, sabremos el apodo con el que la historia conocerá al penúltimo Borbón. Hay muy pocos apodos de reinas porque, ya saben, eso de las monarquías es una cosa muy patriarcal pero también hay: la Católica, la Loca… Hay otros, relacionados con los líos amorosos de otra reina que tuvimos, que no citamos.
Desde el próximo día 9 que nos visita para inaugurar el curso escolar en un colegio público, la reina podría ser llamada Letizia la Hipócrita. Como todo el mundo sabe, la princesa Leonor, la hija de D. Felipe que es el esposo de Dª. Letizia y es quien reina en este país, se va a estudiar a Gales, a pesar del Brexit. Se va a un elitista colegio que está, nada más y nada menos, que en el castillo mágico de Harry Potter. Allí, Dª. Leonor, además de formarse, disfrutará de campos de regatas, picaderos de caballos, zonas de escalada y demás lujos y comodidades correspondientes a ese alumnado al que, en vez de su apellido, se le pone, tras el nombre, el país de donde es su real familia.
Nos dice D. Felipe, el padre de Dª. Leonor, que los 39.000 euros que cuesta cada curso los paga él, como cualquier padre de familia que paga con sus recursos la educación de sus hijos/as. Bueno, la diferencia está en que quienes no son reyes su salario se lo ganan, bien porque han firmado un contrato, aunque sea precario y mal pagado, porque han aprobado en concurrencia competitiva una oposición, o porque, también los/as hay, han sido elegidos/as en una concurrente campaña electoral gracias al voto democrático de la ciudadanía. D. Felipe tiene ese sueldo que pagamos los y las demás porque un dictador, y genocida, así lo dejó atado.
La otra diferencia es que la gran mayoría de españoles/as llevan a sus hijos/as a la escuela pública, confían en el sistema y en el profesorado. Cada puesto escolar cuesta 8.000 euros de media. Y hay otra más. El alumnado que va a la escuela pública o a la concertada no añade más gastos a la factura común.
Pero en el caso que nos ocupa, ni el papá de Dª. Leonor, ni la prensa rosa o amarilla, ni la corte de siervos/as y lacayos/as que aplaude a esta gente, nos dicen lo que nos va a costar al resto de ciudadanos y ciudadanas de este país los gastos que lleva aparejados la estancia de una princesa en ese afamado, y elitista, colegio. ¿Cuánto costarán los/as escoltas?, ¿los/as asistentes?, ¿los protocolos que gastan las princesas? Eso ya no va a cuenta de D. Felipe.
Con todo, siendo escandaloso, no esto de lo que más denunciamos. Resulta que D. Felipe, el papá de Dª. Leonor, es el jefe del Estado y, al menos eso se le supone, debería reconocer la calidad del sistema educativo español, especialmente del público, que se apoya en un profesorado de alto nivel y cualificación profesional, que tiene un compromiso demostrado con la enseñanza y que es el sistema que ese país del que es jefe, tiene. Debería dar ese mensaje de confianza y apoyo matriculando a su hija en un centro educativo del sistema público español.
Que el jefe del Estado, por muy rey que sea, envíe a su hija a un colegio de fuera es un desprecio absoluto hacia la educación y hacia el profesorado de nuestro país. La rematadera ya es el ejemplo de cinismo e hipocresía que significa que venga Dª. Letizia, esposa del rey y madre de la princesa, a inaugurar el curso escolar a un colegio público. Es una hiriente burla, televisada en directo, difundida por la prensa de todos los colores, expandida por redes sociales y altavoceada por esa fauna tertuliana que babea ensalzando a la monarquía.
Si no tuvieran la cara de cemento armado, y la mochila de la hipocresía bien llena, no enviarían a la reina a protagonizar semejante insulto. Tan solo una persona hipócrita puede, después de demostrar su nula confianza en el sistema educativo español y en su profesorado, ir a un colegio público a inaugurar el curso escolar.
El mismo nivel de hipocresía, no de rango porque solo es ministra, tiene Dª. Pilar Alegría, que demuestra su confianza y apuesta por la escuela pública declarando que la enseñanza privada concertada, la que pagamos entre todos y todas, es “un elemento clave para la calidad de la enseñanza”.
Un último ejemplo, no de cinismo pero sí de sumisión y pleitesía servil, encontramos en los señores Lambán y Faci, a la sazón presidente y consejero de Educación de esta noble tierra que ponen alfombra roja y aplausos a quien acaba de despreciar de esa manera a la educación pública.
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