El Prismático es el blog de opinión de elDiario.es/aragon.
Las opiniones que aquí se expresan son las de quienes firman los artículos y no responden necesariamente a las de la redacción del diario.
Fue profesor suyo hace casi treinta años. Le ayudó –sin saberlo– a definir una vocación sumergida. Más tarde trabajaron juntos. Va a cumplir la edad que él tenía cuando lo conoció.
Él ya se ha jubilado y ahora se ven menos. Hablan por teléfono de vez en cuando y comparten un grupo de WhatsApp. Tienen, desde hace meses, una de esas cervezas pendientes que no se materializan no se sabe muy bien por qué, ya que, en realidad, sería muy fácil quedar un día en un sitio y a una hora. Pero quizás la promesa de la cerveza es más fuerte.
Comparten muchas cosas. Una de ellas, muy importante. Comparten librería. Desde hace tiempo mantienen una tradición: cuando uno de ellos cumple años, el otro escoge un libro y se lo deja preparado allí. Le escribe un mensaje y le avisa de que puede pasar a recogerlo.
De esta manera, se han descubierto obras, autores. En otras ocasiones, han ido sobre seguro, aunque siempre el resultado ha sido una sorpresa. Más recientemente, han pasado a hacerse estos regalos sin necesidad de que lleguen los días de los cumpleaños.
Su librero –que es quien hace posible la operación y quien en ocasiones ha dado la alerta sobre libros que alguno ya había leído– ha empezado a llamarlos, no sin guasa, ‘los novios’.
Hay que tener mucho cuidado: es ponerse a hablar de libros y hay casi un cien por cien de posibilidades de empezar a decir frases que no hacen sino llenar aún más un recipiente lleno de cursilerías y tópicos. Está bien hablar de un libro, pero evitemos hablar de todosloslibrosalavez.
Debemos procurar ser elegantes, discretos. No decir frases del tipo ‘los libros nos conectan’ o así. Tratar, simplemente, de que el libro que regalas sea un triunfo. Como lo es, a media tarde, el sabor de una cerveza helada.
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