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El Prismático es el blog de opinión de elDiario.es/aragon. 

Las opiniones que aquí se expresan son las de quienes firman los artículos y no responden necesariamente a las de la redacción del diario.

Valores republicanos

Susana Sumelzo Jordán

Diputada del PSOE por Zaragoza —

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Se cumplen 85 años de la llegada de la II República a España. Su corta vigencia, al ser interrumpida por un golpe de Estado que trajo después cuarenta años de oscuridad y una posterior convalecencia que a veces parece alargarse, no resta ni un ápice su brillantez. Fue un proyecto político que de haber prosperado habría logrado que la sociedad española se hubiera equiparado con mucha más rapidez a las grandes sociedades modernas. Si hubiera tenido continuidad, el proyecto político de la República habría dado respuesta a algunas de las heridas que todavía hay en la sociedad española y habría reparado algunos de los atrasos históricos que vivimos. 

Este artículo no pretende ser un texto de nostalgia. Ni mucho menos. La España de hoy es infinitamente mejor que aquella. Nuestra democracia está más consolidada y la sociedad mucho más cohesionada. Pero sí es un texto escrito desde el reconocimiento y admiración por unos valores, los republicanos, que quisieron transformar España para convertirla en un país más justo, progresista y avanzado. Un país en el que se combatiera la desigualdad –que en aquellos años era escandalosa—y se acabara con privilegios feudales que todavía existían bien entrado el siglo XX. 

Fueron muchos los hombres y mujeres entregados a un proyecto que reconoció los derechos de las mujeres, intentó universalizar la cultura y la educación, combatió el imperante analfabetismo, quiso modernizar la Justicia, construir un Estado federal, ser un país puntero en la Ciencia y el Arte. Fue un proyecto político que trató de modernizar nuestro sistema agrario y convertirnos en un país laico en el que la Iglesia no tuviera poder de decisión política. La República diseñó un Estado moderno  a pesar de las dificultades. Basta ver los avances logrados en numerosas disciplinas durante aquellos años y el yermo cultural, social y político de lo que vino después. 

Ahora que hay ciertas corrientes de falsos historiadores que quieren confundir y desprestigian lo que supuso la República –en la que, por supuesto, no todo fue ideal—conviene reivindicar esa época democrática y de progreso, en la que hubo gobiernos de todas las ideologías y en la que se consiguieron indudables logros sociales. 

Muchos nos sentimos herederos de aquellos valores republicanos. Valores de compromiso social y de libertad. De trabajo por construir una sociedad más justa e igualitaria. Han pasado 85 años, han sucedido muchas cosas en este país y siempre hay que mirar hacia adelante. Por eso, como decía, la reivindicación de los valores republicanos no es un ejercicio de nostalgia. Y no me pesa la contradicción de apoyar el sistema actual de monarquía parlamentaria a pesar de la defensa de esos valores. Porque, por fortuna, nuestro actual modelo nos permite defender la esencia de lo que defendían aquellos hombres y mujeres de la España de los primeros años 30 del siglo pasado. De momento, cualquier debate sobre el modelo de Estado no es un clamor social y, en el caso de que lo sea, deberá asumirse con el grado de madurez y consenso que exige. Mientras, el legado de la República debe ser reconocido y aplaudido. Su memoria, reparada tras ser condenados muchos de ellos a la muerte y, en el mejor de los casos, a la depuración y el exilio. 85 años después de aquel corto pero intenso sueño de avance y progreso, aquí mi pequeño homenaje.

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