El paseo marítimo junto a la Grúa de Piedra recuperará su anchura original en dos meses

Las obras de rehabilitación del muelle de Maura, entre el Palacete del Embarcadero y la Grúa de Piedra, que la Autoridad Portuaria de Santander cerró al paso de los viandantes en diciembre de 2018 ante el “grave deterioro” que presenta su estructura y consecuente peligro para las personas, han comenzado y, con un plazo de ejecución de seis meses, estarán concluidas para el verano.

No obstante, este tramo del paseo marítimo de unos 700 metros cuadrados se abrirá a la circulación de peatones y bicicletas en el plazo de dos meses, cuando se retirará el vallado que actualmente estrecha el tramo.

Así lo han anunciado este lunes la alcaldesa de Santander, Gema Igual, y el presidente de la Autoridad Portuaria de Santander (APS), Francisco Martín, que han asistido al inicio de las obras acompañados por el concejal de Fomento, César Díaz, y el autor del proyecto y director de obra, Ángel Chamizo.

Las obras cuestan 1,04 millones de euros y son fruto de un convenio entre el Ayuntamiento y la APS, que se han hecho cargo del presupuesto de la actuación al 50%.

Igual y Martín han explicado que “el pavimento, los bancos y la barandilla van a seguir iguales”, mientras que se reforzará la estructura en dos fases, una submarina, con buzos, que rehabilitará los pilotes al protegerlos con una camisa de fibra de vidrio para ampliar su vida útil; y otra de cimentación, que utilizará medios convencionales, aprovechando la bajamar para rehabilitar la parte del muelle que está a la vista.

Con forma de martillo

La calle Marcelino Sanz de Sautuola se llama popularmente como calle Martillo precisamente por acabar en el muelle en el que se asienta la grúa de piedra, que originalmente, en el siglo XVIII, tenía esta planta hasta que se hicieron nuevos rellenos hacia el oeste, en donde se levanta ahora el Centro Botín. Este muelle de Maura se reconstruyó con hormigón en los años 40 del pasado siglo con material de mala calidad, propio de la posguerra. Ochenta años después amenazaba colapsar, con su estructura muy deteriorada.

Una de las razones del retraso de tres años en su restauración es que se entabló inicialmente un debate entre administraciones sobre si lo conveniente era esto o demoler. Finalmente, imperó la rehabilitación, decisión que añadida a la intervención de dos administraciones, explican el retraso de tres años.