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Desde la crisis hasta hoy: ¿cómo ha cambiado la situación de los españoles que han emigrado?

AENA

Francisca Bravo Miranda

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Paula Fernández es canaria y lleva ocho años en Dinamarca. En el país nórdico, es la presidenta de la Comunidad de Científicos Españoles que, a su vez, es parte de la Red de Asociaciones de Investigadores y Científicos Españoles en el Exterior, RAICEX. Ambas forman parte de un movimiento cada vez mayor de apoyo a los investigadores españoles en el extranjero, con el objetivo, entre otros, de facilitar el retorno a quienes así lo deseen. Sin embargo, explica Paula, la posibilidad de retorno no siempre parece sencilla para quienes han decidido emigrar. “Todos nos lo hemos planteado alguna vez”, reconoce. 

Fernández será parte de una de las mesas redondas del primer Encuentro Nacional de Retorno del Talento, que se celebra en Toledo para unificar las distintas iniciativas que quieren impulsar la vuelta de los emigrados españoles, como el Plan regional puesto en marcha hace ya más de un año por la Junta de Comunidades. La canaria llegó a Dinamarca en el 2010, en plena crisis, y ha observado una “gran diferencia” entre los emigrados en ese momento a los que deciden partir ahora. “Al principio éramos muy poquitos, ahora vemos que todo se va haciendo más fácil para los que van llegando”, explica.

Esto se debe, precisamente, a redes como la que representa, las redes que los emigrados han ido creando a medida que la comunidad de españoles en el exterior ha ido creciendo. “Mi emigración empezó cuando la crisis ya se notaba y no había financiación suficiente”. Su campo es la biomedicina molecular y la situación fuera de España, explica, era muy diferente, especialmente en cuanto a las condiciones que tenía: cotización y vacaciones, para empezar. “Yo podía conseguir financiación para lo que necesitase”. 

La comunidad danesa fue una de las primeras en crearse, en 2014, y actualmente RAICEX está formada por quince organizaciones similares a la que lidera Fernández.  “Ha sido muy importante para dar apoyo a la comunidad, especialmente porque ha habido una explosión de gente, cada vez hay más españoles”, recalca. El problema, explica, es que las condiciones para los emigrantes también han ido empeorándose y por eso necesitan cada vez más apoyo de estas redes. Sin embargo, explica que la situación española, que “fue desastrosa”, ahora experimenta algunos cambios a mejor.

“Las ideas de atracción de talento están muy bien, pero España tiene que plantearse qué es lo que quiere: traerse a personas dos o tres años. ¿Y ya está? Hay que planificar un retorno real”, recalca. Esto se debe a que las necesidades de quienes se han ido han cambiado, especialmente de aquellos que están ya asentados fuera del país y necesitan ayudas “integrales” no sólo para el que quiere volver, sino para todo su sistema familiar.

“Lo importante es que el sistema pueda absorber el retorno y evitar los fracasos. El problema es que las universidades, por ejemplo, no tienen capacidad para absorber a los profesionales”, recalca. El miedo, señala, es hacer el esfuerzo de readaptación para tener que volver a irse después de unos pocos años. “La gente no está dispuesta a volver a cualquier precio y la administración parece no verlo”, señala. Esta “falta de visión”, sin embargo, no es algo que sólo ocurra en España, sino que en todos los países, concluye. 

Falta de precisión al medir los flujos

Amparo Fernández, Científica Titular del Grupo de Investigación de Dinámicas Demográficas del Centro de Ciencias Humanas y Sociales del CSIC, trazará en 'La nueva emigración española' una panorámica de los cambios que ha sufrido la emigración entre los años 2008 y 2017, el inicio de la crisis y los últimos datos que se conocen. Al principio, los flujos de salida eran “irrelevantes” y sufrieron un pico alrededor de 2012 y 2013; después se observa también un “parón” en la emigración. Sin embargo, los datos se mantienen en el “triple” de los que se registraron al inicio de la crisis económica. 

La emigración, señala, obedece de manera “más o menos automática y definida” en relación a los cambios de ciclo económico. Por ello, actualmente se ha pasado a otra fase de la dinámica migratoria en “otro sentido, incluso en un momento de recuperación o regresión al punto anterior”. Entre las principales problemáticas que se distinguen a la hora de analizar la emigración y la fuga de talento están los datos, que se deben, entre otros, a las distintas barreras que existen a la hora de poder registrarse en los consulados. “Esto nos invita a reflexionar de cómo se puede facilitar el trámite de inscripción”, señala.

“La información que tenemos es muy mala, sólo podemos hacerla por encuestas, deducción, y comparando con los principales países de destino para ver qué nos dicen las distintas cifras”. En la actualidad, “no sólo se estanca el crecimiento de los flujos migratorios, sino que su composición también va cambiando”. Al principio era un perfil joven “maduro” cualificado, gente “que no se veía desempleada, sino más bien estancada sin proyección futura”. Ahora, al ser un estado “más normalizado” de los flujos migratorios en el que se mezcla “un poco todo”, gente que busca experiencia complementaria, pero también insatisfecha con su trabajo. “Hay gente que se va sin haber pasado por la fase de precariedad laboral sino como complemento de los estudios, algo que no existía al inicio de la crisis”, recalca.

En este sentido, explica que el Ministerio de Asuntos Exteriores es el que debe preocuparse de contar con un censo adecuado de quienes han emigrado. “ Creo que se podría unificar y ser un poco más firme en la recogida de información. Sabemos que los individuos manifiestan su información y acreditan que se van a quedar de forma prolongada, pero su baja del padrón en España no se tramita”, explica. Además, “hay que buscar incentivos para que la gente se inscriba”. 

“Es necesario que esto se considere como un asunto de Estado relevante. Ahora parece que soplan vientos distintos, no como antes que no había ninguna prioridad”, concluye. 

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