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ENTREVISTA

Oumaima Manchit Laroussi, memoria sin archivo

Oumaima Manchit

José An Montero

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Siempre preguntamos demasiado tarde. Cuando ya no hay respuestas posibles. Entonces tratamos desesperadamente de encontrar un hilo, un aliento que recupere lo que nunca quisimos escuchar. “Todo se hunde en la niebla del olvido, pero cuando la niebla se despeja, el olvido está lleno de memoria”, escribió Benedetti. Tratamos de rememorar la palabra escuchada en la infancia, buscamos a quienes aún sobreviven, rastreamos todo rastro posible dentro de ese olvido infinito de un mundo que tiende a conservar solo el recuerdo de los poderosos.

Las paredes de esta aula son de hormigón visto. Aún está vacía, pero en ellas resuenan conversaciones pasadas, ecos, encuentros memorables. Es la mítica Aula 1.11 de la Facultad de Bellas Artes de Cuenca. Muchas voces pasaron por este lugar. Hoy aquí se celebrará la décima sesión de Sagita Magma, que reunirá a Nantu Arroyo y Oumaima Manchit Laroussi bajo el título “Cuerpos en duelo: operaciones simbólicas y contramarcos políticos frente a la violencia mediática”.

Conversamos con Oumaima Manchit Laroussi, artista e investigadora de la Universidad de La Laguna, sitúa su trabajo en la tensión entre archivo y oralidad, entre lo que se registra y lo que se transmite de cuerpo a cuerpo. “Estoy muy influenciada por todo este contexto del Sáhara, que como forma de resistencia política hacía justo el gesto contrario: no archivarse, ni en lo burocrático ni en cuanto a memoria. Me centro mucho en esta idea de la recogida de archivo de las comunidades beduinas del contexto saharaui, pero también me abro a toda esta construcción de la memoria del sur global”, explica.

“No tengo que representar a toda una comunidad”

Oumaima Manchit aclara que “mi voz no tiene por qué representar a toda una comunidad. Mi realidad es una, mis privilegios son otros y mi situación de clase y de acceso al conocimiento es otra. Siempre empiezo diciendo que hablo desde mi contexto y desde mi experiencia, y que no vengo a hablar de manera general”, cortando de raíz cualquier carga de representación colectiva que imponemos casi inconscientemente. “Creo que eso genera una violencia, porque lo individual no tiene por qué intervenir en lo colectivo”. Porque la identidad de una persona “no es una yuxtaposición de pertenencias autónomas, no es un mosaico: es un dibujo sobre una piel tirante; basta con tocar una sola de esas pertenencias para que vibre la persona entera”, escribió Amin Maalouf.

En su trabajo, la oralidad se reivindica como una técnica compleja de transmisión de conocimiento y sabiduría, en contextos donde la escritura ha sido impuesta como instrumento de control colonial. “Me veo en ese punto medio entre una sociedad que archiva en exceso y genera contenido de manera constante”, dice, “y, por otro lado, comunidades que se resisten y rechazan por completo esa representación, que además es consecuencia directa de todas las violencias y de cómo se ha contado siempre la historia”.

Me veo en ese punto medio entre una sociedad que archiva en exceso y genera contenido de manera constante y, por otro lado, comunidades que se resisten y rechazan por completo esa representación, que además es consecuencia directa de todas las violencias y de cómo se ha contado siempre la historia

La oralidad, explica, “es la que sigue el ciclo real de lo que es la vida, porque permite que se moldee, que entren otros cuerpos, otros relatos, que se sigan cuestionando cosas que el propio soporte fijo del libro ya no permite”. Y añade que “pensar siempre en cómo adaptar la realidad al formato cerrado del libro acaba impidiendo el acceso a cuerpos que no saben leer ni escribir. La escritura acaba decidiendo quién carga con la sabiduría y quién queda fuera, como si lo oral fuese lo absurdo o lo no sabio. (…) Todo lo que queda fuera no existe, se borra, no se recuerda”.

Para Oumaima Manchit, la ausencia de documentos escritos no es algo neutro, sino que está ligada a la violencia colonial, el exilio y el desplazamiento forzado. Nombres falsos, cuerpos no localizados y datos discrepantes impiden el duelo. “Cuando fallece mi abuela me enfrento a una de las primeras violencias: la propia lápida. Su nombre no es el real, su fecha de nacimiento está redactada con una X y los datos no guardan relación entre sí”, explica. “Entonces me pregunté cómo se llora una despedida y cómo se vive el duelo si todo ese [registro burocrático que agencia al sujeto] no es real.”

“Ahí es cuando empieza la búsqueda”, continúa. “Intento aferrarme a algo sólido y buscar el porqué del nombre incorrecto. Y ahí aparecen las consecuencias del exilio, del desplazamiento forzado, cuando las familias se separaban con la promesa de volver a encontrarse”. “Siempre se hablaba de los cuerpos perdidos. No desaparecidos: perdidos. Con la esperanza de que algún día volviesen a encontrar el camino de vuelta”.

Como recordó Elvira Dyangani Ose, directora del Museu d’Art Contemporani de Barcelona (MACBA), el censo, los mapas y los museos se crearon para limitar el territorio y la cultura, tanto material como simbólica, del otro. [Manchit Laroussi sitúa estas ideas en el marco de la teoría decolonial, que aboga por un desenmascaramiento y la subversión de las relaciones de poder que sostienen las nociones de centro y periferia].

Hace algo más de un mes participó en la exposición colectiva Palabreras de la muerte, en la Sala de Arte Contemporáneo SAC de Tenerife. Su intervención se articula a partir del uso del louh, una tabla de madera lavable heredada de las escuelas beduinas, que utiliza como casi como contramodelo del archivo monumental, incluso como lápida funeraria. Sobre este soporte escribe con tinta borrable mientras recita el texto de forma simultánea, de modo que ningún conocimiento queda fijado definitivamente en ella. 

“Para mí era importante rechazar esa idea de la lápida, de la piedra, de algo fijo. Este objeto invita a no cerrar, a escribirlo y reescribirlo tantas veces como haga falta, porque el duelo es interminable”. Su trabajo concibe el duelo como una experiencia heredada, corporal y colectiva: “el duelo no es algo que se supere o que se cierre, es algo que se carga”. No se trata de representar a los muertos ni de hablar por ellos, sino de acompañar su ausencia manteniendo la memoria en contextos donde los cuerpos, los nombres y los datos han sido históricamente desplazados o borrados. “Nosotras solo continuamos el duelo que han heredado generaciones”, explica.

Proyectos comunitarios

Los proyectos comunitarios de Oumaima Manchit Laroussi entienden la práctica artística como ejercicio de devolución y redistribución del conocimiento. “Lo que se hace no es para el mérito académico institucional, sino para devolver el conocimiento que se ha recibido”, afirma. Esta visión se materializa en proyectos donde la oralidad y el cuerpo activan espacios de transmisión colectiva y accesibles que “permiten que venga gente que ni siquiera sabe leer ni escribir”.

Lo comunitario es una forma de hacer en la que el arte opera como soporte de cuidado y memoria. Una idea desarrollada en su participación en el colectivo Al Akhawat, un grupo de artistas de la diáspora que trabaja desde el hermanamiento y el acompañamiento mutuo. El colectivo propone formas de trabajo donde “se desdibujan las jerarquías de quién puede hablar y quién no”, desplazando el foco hacia el proceso compartido. Proyectos como Hadhari, desarrollado en el espacio público de San Cristóbal de La Laguna, o Mujer y medio, centrado en la escritura, el lenguaje y el cuerpo femenino musulmán, comparten esta lógica comunitaria.

“Nacemos en el vientre materno, pero también, o, sobre todo, en la lengua materna…”, escribió Juan Goytisolo. En su trabajo, Manchit Laroussi regresa a la memoria de su abuela: “Para medir el tiempo comenzaba recitando los versos que había heredado. Eso marcaba el inicio del día. (…) Ella no sabía leer el calendario ni el reloj, y cómo transitaba el día era recitando versos. El día que murió, los vecinos dijeron que se dieron cuenta porque había dejado de recitar”. Como escribe la jóven poeta Benda Lehbib Lebsir, “Hoy estás y no estás y no sé dónde estarás. / Solo sé que allá donde estés en mí siempre vivirás.”

La entrevista con Oumaima Manchit Laroussi se realizó poco antes de su intervención en la sesión correspondiente de Sagita Magma. Seminario-Dopamina. Estética Política y Ontología de la Comunicación, celebrada el 25 de noviembre de 2025, en el Aula 1.11 de la Facultad de Bellas Artes de Cuenca (UCLM). La sesión, titulada “Cuerpos en duelo: operaciones simbólicas y contramarcos políticos frente a la violencia mediática”, fue un encuentro en el que participó junto con Nantu Arroyo. Este ciclo está coordinado por Ignacio Escutia, Andrés M. García Romero, Laura Budia Piña y Marina Álvarez, con la colaboración de la Facultad de Bellas Artes, la Facultad de Comunicación y la Facultad de Educación y Humanidades. El seminario se prolongará hasta mediados de diciembre, con trece encuentros que entrelazan filosofía, arte y pensamiento crítico.

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