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Comerse lo humano

Las artistas María Rojas y Laura Budia Piña

José An Montero

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Sagita Magma no es cuerpo, ni dato, ni metáfora; pero, como todo organismo vivo, tiene un principio y un final, al menos temporal, esperemos. Llega a su fin con un último giro de guion de un ciclo que durante meses ha llenado de filosofía las aulas universitarias de Cuenca.

El menú magmático arrancó dando rienda suelta al impulso caníbal, o cómo comerse lo humano; continuó con un segundo plato que mató el hambre con las manos y culminó en una digestión infinita en forma de scroll. Las personas invitadas al festín visual y textual se sentaron alrededor de una larga mesa cubierta por un gran mantel de plástico transparente, sobre el que se sirvió este banquete que desbordó los límites entre naturaleza, tecnología e identidad humana. Absténganse los estómagos delicados ante la palabra directa y contundente.

En la semioscuridad del Aula 1.11 de la Facultad de Bellas Artes, en el centro de una larguísima mesa, casi imperial, cubierta de plástico y, en su centro, dos cuerpos fundidos bajo la membrana artificial. María Rojas, exploradora referencial de las intersecciones entre lo digital y lo físico, cuya práctica investiga las relaciones entre lenguaje, imagen y materia. Laura Budia, artista vinculada al cruce entre arte y robótica. Comienza el banquete magmático de imágenes y palabras. “Nos comeremos lo humano para liberar lo que hay detrás del espejo”, anuncian.

Este cierre del ciclo Sagita Magma desplaza el discurso teórico hacia la acción, porque, según Budia, “no hay que quitarle valor a la experiencia, a los afectos que se generan en torno a la obra de arte”, ya que para ella el arte es “una manera totalmente válida de comunicar ideas y de sentirlas desde dentro”. En ese sentido, cerrar el ciclo desde una acción y no desde una ponencia tradicional responde a una lógica clara: “tiene mucho sentido terminar desde el cuerpo y desde una sensibilidad mucho más ligada a la piel y a lo tangible”.

La perfomance Banquete Posthumano, de María Rojas y Laura Budia

“Nos hemos comido la historia y ahora el tiempo nos mastica”. La experiencia magmática no ofrece respuestas cerradas, sino que funciona como una invitación. “Cada uno vivirá una experiencia y cada uno se llevará su propia reflexión desde las experiencias personales”, explica minutos antes de iniciarse la sesión, que gira en torno a la difuminación de fronteras entre lo humano, lo natural y lo artificial. Algo que, según Laura Budia, no es nuevo, porque “el ser humano siempre ha intentado construir prótesis de todo; todo lo que tenemos son objetos que son prótesis”. Lo que cambia en el presente es la intensidad de esa relación, ya que “esas prótesis parecen más vivas que nunca”. No se trata solo de una apariencia, porque “los sentimientos que despiertan en nosotros son totalmente reales, a pesar de ser vida emulada”, hasta el punto de que estas tecnologías “ya no solo se usan a nivel físico, sino que empiezan a calar a nivel afectivo”.

Frente a frente, como en un espejo. María Rojas y Laura Budia se han encontrado hace apenas unos minutos por primera vez. Se sorprenden de su propia conexión y se ven reflejadas una en la otra. María ve en Laura el comienzo de un camino, el momento de la elección de la ruta de vida. Laura ve en María la referencia de un trayecto que desea recorrer. Han bastado apenas unos momentos para conectar. En apenas otros minutos, formarán parte indivisible de la misma experiencia.

“No nos conocíamos”, reconocen. “Hemos trabajado en este mundo intangible llamado Internet y ha sido muy fácil”. Rápidamente conectaron porque “somos muy parecidas y las temáticas de las obras están muy ligadas”. Aun así, la experiencia ha supuesto un desafío: “no solemos hacer este tipo de activaciones” y este proyecto nos ha sacado de nuestra zona de confort. “No es cuerpo, ni dato, ni metáfora”.

Parte de la perfomance Banquete Posthumano, interpretada por María Rojas y Laura Budia

Una conexión inmaterial difícil de explicar y que conecta también con este banquete magmático. “Con la llegada de los nuevos medios se ha generado una idea de la nube, de lo etéreo, de lo digital como algo intangible”, explica María Rojas, una concepción que produce “una sensación de suprahumano o de jugar a ser Dios”, cuando en realidad “no es más que simular una y otra vez”. En un tiempo en que la IA parece fagocitarlo todo, María Rojas la entiende no como una entidad creativa autónoma, sino como un sistema de recombinación: “la inteligencia artificial no crea, sino que trocea y vuelve a trocear”.

“La IA necesita datos” y, cuando estos escasean, “se empieza a comer a sí misma”. El resultado es una tecnología que “se retroalimenta” y acaba convirtiéndose en “un juguete roto”, generando “datos de sus propios datos”. “Le falta un director de orquesta y, en ese punto, es el artista quien toma las riendas”, añade Rojas. “Aún hay hambre insaciable de seguir mutando”.

“Queríamos llevar toda esta reflexión a un lugar en el que la acción implique otro tipo de activaciones en el espectador”, explican, porque “no queríamos una narración desde la palabra, sino sonidos, luces, cuerpo. Otra manera de comunicar”, señala María Rojas. “Consideramos que se pueden comunicar las cosas de otra manera mucho más experiencial, más allá de la charla en la que una persona habla y el público escucha”, complementa Laura Budia. “El algoritmo busca nuestra sangre”, recitan durante el banquete.

El banquete se convierte en una crítica a la versión antropocéntrica que organiza el mundo. “Una mirada que mide todo, máquinas, ríos o rocas, desde lo humano. Aquí hemos venido a hacer lo contrario”, señalan, en plena fusión de pensamientos. Superando ese modelo de “restaurante gigantesco” que sugería Timothy Morton, para reconocer la interconexión de la malla sin un centro determinado, cuestionan la idea tradicional de la naturaleza como un telón de fondo silencioso o un recurso al servicio del ser humano. “Una membrana celular es una pared y una puerta al mismo tiempo”.

María Rojas y Laura Budia en la perfomance Banquete Posthumano

María y Laura proponen, en su banquete, reconocerse en entidades ajenas, naturales o artificiales, con una complejidad y una autonomía que escapan a la lógica instrumental. “Trabajamos con la plástica, con las manos, con la materia”, explica Rojas, y por eso quisieron “llevar toda esta reflexión a un lugar en el que la acción implique otro tipo de activaciones en el espectador”.

Para ambas, este contexto universitario se convierte en “el telón de fondo perfecto para experimentar, probar, fallar, acertar y sentirnos un poquito más libres”. Se cierra el telón. Se cierra una primera edición de Sagita Magma que durante estos últimos tres meses ha llevado a las aulas universitarias el debate, abordando cuestiones relativas a la actualidad social, política y ecológica de nuestras sociedades con el fin de aclarar su condición, límites y posibilidades. No hay conclusiones cerradas. Solo una invitación a pensar. “Estamos listas para la siguiente resurrección”, parecen decir las luces estroboscópicas.

Nota del autor: La entrevista con María Rojas y Laura Budia se realizó poco antes de su participación en la sesión de cierre de “Sagita Magma. Seminario-Dopamina”, titulada ‘Se cierra el telón: banquete posthumano’, celebrada el 17 de diciembre de 2025 en la Facultad de Bellas Artes de Cuenca (UCLM). Este ciclo está coordinado por Ignacio Escutia, Andrés M. García Romero, Laura Budia Piña y Marina Álvarez, y se desarrolla con la colaboración de la Facultad de Bellas Artes, la Facultad de Comunicación y la Facultad de Educación y Humanidades.

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