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Espacio de divulgación científica y tecnológica patrocinado por la Universidad de Alcalá (UAH), con el objetivo de acercar el conocimiento y la investigación a la ciudadanía y generar cultura de ciencia

Por qué los elefantes no deberían vivir en la Antártida o el problema de las especies invasoras

Portada del libro divulgativo 'Especies exóticas invasoras' publicado por la Universidad de Alcalá

Carmen Bachiller

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Un elefante en la Antártida acompañado de pingüinos ilustra la portada del libro ‘Especies exóticas invasoras’ (Servicio de Publicaciones de la UAH, 2019). Una imagen sorprendente que no es más que una “metáfora para llamar la atención sobre las especies exóticas. Verlo sería algo rarísimo”.

El diagnóstico en España es preocupante. “Tenemos problemas realmente muy graves con algunas especies exóticas. Le pongo dos ejemplos: el de las cotorras argentinas o el camalote (jacinto de agua) en el Guadiana”.

Lo explica Juan Junoy, catedrático de Biología Marina de la Universidad de Alcalá (UAH) y editor del libro, fruto de un seminario organizado por la Cátedra de Parques Nacionales en la que, además de la universidad alcalaína, participan el Organismo Autónomo Parques Nacionales (OAPN) y otras dos universidades, la Politécnica (UPM) y la Rey Juan Carlos (URJC).

En 2017, el Ayuntamiento de Toledo tuvo que erradicar una amplia colonia de ailantos o árboles del cielo en las riberas del Tajo que estaban mermando la vegetación autóctona. Es solo un ejemplo de especie invasora que ha venido para quedarse.

“En Toledo me he encontrado amapola del opio para aburrir, especies de peces en ríos y embalses como la gambusia, la trucha arcoiris o las tortugas de Florida que están en todos los ríos de la comunidad autónoma y que desplazan a los galápagos autóctonos”, lamenta el investigador.

“En Buendía (Cuenca) he podido coger almeja asiática como si fueran berberechos. ¿Cómo habrán llegado hasta allí?”, se pregunta para advertir que casi siempre hay un claro culpable: la acción humana: las mascotas, la jardinería, los nuevos alimentos, los medios de transporte… han sido algunas herramientas para su distribución.

Todas estas especies y otras muchas forman parte del Catálogo Nacional de Especies Exóticas Invasoras que publica el Ministerio para la Transición Ecológica aunque a estas alturas los propios expertos reconocen dudas a la hora de “considerar lo que es realmente local en nuestra biota”.

El libro realiza un recorrido por “las invasiones biológicas como problema global” -son la segunda causa de pérdida de biodiversidad- analizando lo que ocurre en las costas, en los ríos y embalses, entre las especies leñosas del centro peninsular… y se centra en especies concretas por sus efectos en la flora y la fauna autóctonas.

“Surgió con el objetivo de divulgación científica, no como un libro sesudo, porque la gente no está demasiado concienciada con los problemas relacionados con las especies exóticas invasoras”, con especial énfasis en los parques nacionales de nuestro país, explica el catedrático.

“Nos estamos cargando la identidad genética de las especies”

En opinión de Junoy, la solución pasaría por “una detección temprana para poder actuar” y lamenta la dejación, en ocasiones, de la que “nadie se preocupa hasta que se convierte en un problema grave. Nos ha pasado con el mapache. En España ya hemos recogido 1.000 ejemplares de una especie que acaba con el maíz, con los huevos de los patos, que come insectos y es peligroso en su mordedura y enfermedades transmisoras”.

Pide huir de las mascotas exóticas, como el tan “de moda” cerdo vietnamita. “Ya tenemos mucha población en España que, además, está hibridando con el jabalí. Nos estamos cargando la identidad genética de las especies”.

Las especies exóticas atraen en ocasiones por su belleza. “La uña de gato por ejemplo se ha utilizado mucho a la hora de urbanizar las zonas de costa. Son preciosas, pero compiten con las especies endémicas de las dunas e incluso llega a provocar competencias polínicas: las abejas prefieren sus flores a otras más pequeñas y menos llamativas”.

Es un fenómeno cada vez más habitual que el catedrático ha bautizado irónicamente como “la macdonalización de las especies, porque vamos a tener las mismas en todos los sitios y provocará perder biodiversidad en cada país” y eso puede agravar todavía más los efectos del cambio climático.

“Las especies autóctonas que han de buscar adaptación dejarán huecos vacíos que ocuparán las invasoras. Por ejemplo, en Galicia estamos viendo cada vez más especies marinas de origen tropical. Eso añade un elemento más de preocupación porque lo mejor para una especie invasora es encontrarse con la casa vacía”.

Junoy aclara que “no es lo mismo que el proceso de sustitución ocurra a lo largo de millones de años como el caso de los dinosaurios...Que apenas en décadas pueda ocurrir que en vez de gorriones haya cotorras argentinas o que haya mapaches en lugar de tejones es preocupante para el ser humano, no para la naturaleza, que se adapta”.

Las consecuencias económicas, sociales o sanitarias

La proliferación de las especies no autóctonas tiene efectos como la propagación de enfermedades, la competencia por los recursos o la modificación de hábitats, pero también hay consecuencias económicas. “Las especies que más preocupan son aquellas en las que más dinero hemos de gastar para lograr su erradicación Es el caso del camalote en el Guadiana”, detalla el catedrático quien lamenta que apenas se invierte en la prevención.

Es más, critica algunas prácticas que están provocando la proliferación de especies invasoras por motivos económicos y que podrían generalizarse. “En el pantano de Mequinenza, en Zaragoza, hay unos siluros que están fomentando el negocio de la pesca. Llegará cualquier alcalde de cualquier pueblo que se preguntará por qué no tenerlo también”.

Sobre la legislación cree que “está muy bien pero no se cumple” y a eso le suma el problema “social” que puede derivarse de tener que exterminar a este tipo de especies. “Se producen grandes tensiones por quienes no son partidarios de hacerlo”.

“Se necesita una estrategia nacional”

Si hay un mensaje que deja este libro es la necesidad de “una estrategia nacional” para luchar contra las especies exóticas invasoras: falta coordinación entre administraciones y hay fallos en los flujos de información entre los distintos organismos y los investigadores. De ahí que se proponga la creación de un Observatorio Nacional de Especies Exóticas Invasoras.

También se debe mejorar la legislación y quizá elaborar un listado de especies que sí pueden ser introducidas en el país, una especie de “lista blanca” que facilite, por ejemplo, que las tiendas de animales solo puedan comerciar con especies no invasoras.

Además, falta información de cara a la ciudadanía sobre los peligros que representan estas plantas o animales para nuestro entorno, sin olvidar la importancia de la “alerta temprana” que incluya la participación ciudadana.

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