Las mujeres que sufrieron violencia vicaria durante la posguerra: “Fueron utilizadas para presionar a los hombres”
Adoración Romero nunca supo realmente lo que ocurrió con su abuela María. “Todo era siempre una historia de oídas y siempre tuve gran curiosidad”, relata. Su abuela, María Barbero Moya, era natural de Cardenete, en Cuenca, y desapareció en los años de la posguerra. Adoración no sabe muy bien cuándo ocurrió. Hasta que por “casualidad” le llegaba una noticia por WhatsApp, publicada por elDiarioclm.es. “Y entonces vi el nombre de mi abuela”.
Comenzaba entonces un proceso que le llevó a ponerse en contacto con la Asociación de Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) de Cuenca. Gracias a ella pudo saber algo más de su abuela, aunque relata no sin tristeza, que no ha podido conocer el paradero exacto de los restos de María y mucho menos recuperarlos. Era realmente lo que quería.
María Barbero fue enterrada en la Prisión Central de Mujeres de Saturrarán, en Euskadi, donde su fallecimiento quedó certificado el 12 de septiembre de 1941. Pero la historia de María es una de las tantas de aquellas mujeres que fueron tachadas de “rojas” y de “dudosa moral”, entre otros desprecios, por las autoridades franquistas.
En los documentos encontrados por la asociación memorialista de Cuenca se habla de ella como una mujer “de mala conducta” con “ideas izquierdistas” y de “pésimos antecedentes políticos y sociales”. En definitiva, un “mal elemento para la Causa Nacional”, dijeron.
La versión de la familia de Barbero es muy distinta. “Ella fue detenida porque buscaba a su marido, que era muy republicano, y la cogieron cuando fue a la cárcel a buscar a su hijo. La subieron a un camión y no se supo nada más de ella”, explica Adoración.
“Ya es hora de que hablemos de lo que pasó con las mujeres”
El hijo de María se llamaba Aurelio Barbero. Su nombre aparece en los documentos relacionados con el interrogatorio al que fue sometida.
Adoración logró contactar con su tío Aurelio, que vivió exiliado en Burdeos (Francia) hasta que murió. “Él tampoco sabía dónde estaba su madre. No pudimos encontrarla, pero fue muy gratificante conocer a mi tío”, explica Romero. De su abuela realmente solo sabía que fue “muy maltratada” en la cárcel y que murió por un enfriamiento. Nunca supieron dónde fue enterrada.
El padre de Adoración, Lorenzo, también falleció sin saber qué había pasado. “Siempre me contó que la habían detenido y ya está. [Ella] solamente quería defender a mi tío y a mi abuelo, que era republicano. Es muy triste, porque mi padre sufrió mucho y al final no se pudo recuperar nada”, explica.
La búsqueda hasta ahora había sido infructuosa. “Busqué los datos de nacimiento o bautismo y me dijeron que los papeles se quemaron en la guerra. Es triste saber que a pesar de todos los adelantos con los que contamos, no sirvan para conocer la historia de nuestras familias”, lamenta. También reflexiona: “Ya es hora de que hablemos de lo que pasó con las mujeres, porque nunca se habla de ellas. Fueron muchas las que se llevaron de Cardenete y ya está bien que hablemos de ellas. Sufrieron igual que los hombres”, resalta.
Los documentos que enjuician a María
María Barbero fue llevada ante el Tribunal Militar de Madrid y juzgada en 1939 por unos supuestos hechos ocurridos en el año 1936. En los documentos del Consejo de Guerra se le acusaba de haber conspirado en la detención del cura de su localidad de origen, don Policarpo. Se consideró como un delito de rebelión, y fue condenada a 30 años de 'reclusión mayor'.
Su testimonio lo recoge la documentación consultada por la asociación memorialista: “Dice que el día veintitrés de julio de mil novecientos treinta y seis anduvo por la calle, como si fuese otro día cualquiera. Que es cierto que el cura de este pueblo, don Policarpo, se escondió en el corral de su casa y que allí fue donde le detuvieron”, señala la declaración fechada el 24 de mayo de 1939. Además, y siempre según estos documentos de los tribunales franquistas, también reconoce que “fue a avisar a las milicias” de la presencia del clérigo. Fue encarcelada en Cuenca, según consta, allá por mayo de 1939 y posteriormente trasladada a la prisión de Euskadi.
En una declaración posterior a estos testimonios, Barbero afirmó, sin embargo, que “no era cierto que aquel día anduviese con los milicianos” y que “no tomó parte en las detenciones” ni tampoco en la destrucción de la iglesia, ni la quema de los santos.
“Que no es cierto que se jactase de que gracias a ella habían detenido al señor cura”, resalta el documento fechado el día 28 de mayo. Además, negaba haber estado afiliada a ningún partido y que “siempre ha sido de ideas derechistas”. También se señala que declaró que “desconoce las ideas políticas de su hijo Aurelio Barbero”.
“Un caso de violencia vicaria”
La Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica de Cuenca tiene claro que el de María Barbero es un caso de “violencia vicaria”, en el que el franquismo “utilizó” a la figura de esta mujer para intentar llegar a su marido y a su hijo. “Es algo complicado de comprobar”, explica la voluntaria de la organización, Ana Esteban, que se ha especializado en la investigación con perspectiva de género. Fue esta organización la que estudió la documentación del Consejo de Guerra del Tribunal Militar Territorial Primero de Madrid. “En los extractos del sumario, en las declaraciones que ella hace y las preguntas que le hacen, todo es por su hijo”, señala Esteban.
“Creemos que [su hijo] podría haber cruzado a Francia en febrero de 1939 y que es a él a quien realmente buscaron. No hay grandes acusaciones contra ella en los informes, y al final es represaliada solo por ideología y en este caso también por su género. No cometió ningún delito, no hay ningún crimen al que se puedan aferrar”, resalta la voluntaria. El caso de María Barbero no es uno “excepcional”. “Las mujeres en muchos casos fueron represaliadas cuando no se encuentra a sus maridos o han muerto. Se busca a las mujeres para utilizarlas y presionar a los hombres cuando están huidos. No es la norma, pero no es excepcional. En la jerga se les conoce como 'presas por desgracia'”, resalta.
La abuela de Adoración fue trasladada a la cárcel vasca, como tantas otras mujeres, en una maniobra más de alejar a las familias. “Se le llama entonces 'turismo penitenciario' y a ella llegaron muchas mujeres de Cuenca. Es raro encontrar mujeres represaliadas conquenses que no pasaron por Saturrarán y pasa también con los hombres”, explica Ana Esteban. El número de presas conquenses llegó a ser el 5% de la población total de la cárcel, según una investigación del Instituto Vasco de la Mujer en conjunto con la Universidad del País Vasco.
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