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El bofetón de un mosso a un joven por escuchar música a todo volumen acaba en condena

La rapidez de Abde Fezzaoui en denunciar la agresión fue clave para identificar al autor

Oriol Solé Altimira

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“Se levantó, me enseñó la placa y me pegó”. Así recuerda Abdessmad Fezzaoui lo ocurrido la madrugada del 19 de junio del año pasado. Fue la noche en que este joven dijo 'basta' tras haber sufrido otros abusos de autoridad por parte de policías. El último lo pudo probar: una jueza ha condenado al agente de los Mossos d'Esquadra que lo abofeteó estando fuera de servicio.

Más allá de la condena a su agresor –una multa 450 euros correspondiente a un delito leve de maltrato de obra– lo que Fezzaoui valora es que por fin un representante del poder lo haya creído. Lo expresa con timidez, consciente de que es una excepción a otros episodios que ha vivido en el pasado, empezando por los controles policiales por perfil racial.

Ni sus compañeros de albergue ni sus educadores confiaban en que ganaría el juicio, escepticismo que, al principio, Fezzaoui compartía, pero que cambió al ver el “buen trato” en el juzgado. Algo que no siempre ha recibido este joven, que llegó de Marruecos a España pasando por Melilla y ha trabajado de camarero en Girona y ahora en Barcelona, donde vive y sueña poder dedicarse algún día a ser cocinero profesional.

Los hechos ocurrieron en la plaza de la Virreina de Barcelona, en pleno barrio de Gràcia. Punto de reunión nocturna de jóvenes y no tan jóvenes, Fezzaoui pasaba por allí con un altavoz “a través del cual se escuchaba música a volumen elevado”, dice la sentencia. El mosso fuera de servicio pidió al joven que bajara la música. Primero por las buenas, pero terminó mostrando su placa “al mismo tiempo que le propinaba una bofetada que no le causó lesión”, concluye la titular del juzgado de instrucción 19 de Barcelona, Maria Pilar Rovira. 

Para la abogada de Fezzaoui, Mireia Salazar Gabarró, el caso del joven es un ejemplo de David contra Goliat. “Una acción aparentemente insignificante como un empujón o un bofetón propinado por tu apariencia no solo es una agresión física, también tiene un impacto emocional por la sensación de impunidad y la dificultad de demostrarlo”, reflexiona la letrada.

El agente, que ha recurrido la sentencia, negó en el juicio haber abofeteado al joven y alegó que intervino “para evitar una pelea”, algo que para la jueza no solo no está acreditado sino que no justifica “el maltrato cometido”. A la hora de imponer la pena –el delito de maltrato de obra no conlleva pena de prisión sino de sanción económica de uno a dos meses–, la jueza rechaza imponer la multa mínima ya que el hecho de ser mosso d'esquadra “implica mayor reprochabilidad”. “Los agentes de policía lo son las 24 horas del día, y este tipo de comportamientos suponen un mayor desvalor”, agrega la sentencia.

La rapidez de Fezzaoui para avisar a la policía tras el bofetón fue clave. “Estaba muy enfadado, pensé que no podía ser que algo así me ocurriera”, relata el joven. Si lo hubiera dejado pasar hubiera resultado casi imposible identificar al agente al estar fuera de servicio. Pero el joven llamó inmediatamente después de recibir el guantazo, una patrulla se personó en la plaza y pudo identificar al mosso, Carles M.C.

Hasta aquí el trabajo policial bien hecho, según la sentencia. La magistrada descarta valorar las manifestaciones del mosso y la víctima que constan en atestado policial de después de los hechos al “carecer de las garantías formales exigibles” y porque los mossos no transcribieron literalmente sus palabras sino que redactaron “su propia y particular percepción”, hasta el punto que en el juicio Carles M.C. negó haber pronunciado las palabras que sus compañeros le atribuían. Tampoco Fezzoui quedó muy satisfecho de la primera aparición policial: “Los agentes vieron que era mosso y estuvieron más rato con él que conmigo”.

Para enmendar la falta de pulcritud policial el juzgado citó directamente a dos testigos de la agresión, que desde el primer momento acudieron a la patrulla policial que se personó en la plaza de la Virreina para colaborar con la investigación. En el juicio corroboraron la versión “lineal y coherente” de Fezzaoui y relataron “de forma clara y sin fisuras”, destaca la magistrada, el “guantazo” que vieron dar al agente fuera de servicio. Sin ellos, no habría habido condena, ya que sería la palabra de Fezzaoui contra la del agente.

Es más, uno de los testigos percibió que, pese a ir de paisano, el denunciado era policía por sus “formas y modelos expresivos, gestuales y conductuales”, recoge la sentencia. La defensa del agente pretendió extraer “conclusiones torcidas”, afea la magistrada, apuntando sin pruebas a una hostilidad del testigo hacia el agente por su condición policial. La sentencia niega la mayor y considera las valoraciones del testigo “apreciativas, de plena validez y no peyorativas”.

La magistrada en cambio expresa su “recelo” por los testigos que llevó el agente al juicio. Primero dijeron no conocer al agente, pero en su declaración no dejaron de referirse a él como “el Carles”. Ambos testigos, recela la jueza, ofrecieron “un relato idéntico en extremo, mimético, cuando lo normal y habitual es que cada testigo por su posición, percepción, nivel de atención y circunstancias ofrezca matices diferentes sobre la misma versión”.

Una de las testigos además explicó que dio su nombre y número de teléfono al agente tras el incidente porque entendió que “se iba a comer un marrón”, cuando en la plaza de la Virreina ya había comparecido una patrulla de uniformados que reseñó a los testimonios. Un “marrón” que no casa con el hecho de que la testigo dijo no haber visto agresión alguna. En palabras de la jueza, la testigo “no pudo explicar qué tipo de marrón podía comerse el denunciado si no observó nada más que, según dijo, un intercambio verbal sobre el volumen de la música y unos gestos hacia el denunciado sin ningún tipo de consecuencia”.

Con todo, la jueza descarta proceder contra los testigos por falso testimonio habida cuenta de que no negaron la agresión. Tan solo dijeron no haberla visto, por lo que aprecia la magistrada “intención consciente y deliberada de mentir sino en todo caso de no perjudicar” al mosso. Una vez sea firme la sentencia, la jueza la remitirá a la División de Asuntos Internos (DAI) de los Mossos d'Esquadra, lo que podría acarrear al mosso una sanción disciplinaria.

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