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Barcelona, la primavera de las pequeñas librerías

Mireia Biel

Barcelona —

“Hemos perdido metros cuadrados de librerías, pero hemos ganado puntos de venta”, asegura Antoni Daura, presidente del Gremi de Llibreters de Catalunya. Este hecho resume la tendencia del sector de los últimos dos años. La Catalònia, una de las librerías de referencia de Barcelona cerró después de 90 años de historia y de haber superado “una Guerra Civil, un incendio devastador y un conflicto inmobiliario”, como aseguró el director del establecimiento, Miquel Colomer al despedirse de sus clientes. Han bajado la persiana Canuda, fundada en 1983 o la Gal·lí, que apenas llegaba al cuarto de siglo de vida.

El saldo del 2013, sin embargo, es positivo. Han abierto una decena de nuevos espacios con propuestas innovadoras y originales. Todo para evitar lo que el gremio ya denunciaba que “una ciudad sin librerías visibles carece de un sello de calidad difícil de llenar y si la sociedad no despierta y reconoce este oficio de defensa de la Cultura con mayúsculas dejar las ciudades huérfanos de un patrimonio”.

Gracia y L'Eixample, puntos neurálgicos

Lo más sorprendente, sin embargo, es que muchas de estas nuevas librerías se han instalado en la Villa de Gracia, por ser uno de los puntos de referencia del comercio de proximidad en Barcelona. Otros han elegido L'Eixample, distrito no muy alejado del centro neurálgico de la ciudad, como es el caso de La Documenta, una librería de artes y humanidades que ha tenido que abandonar su local en pleno centro de Barcelona por vencimiento del contrato de alquiler, que trepaba a cifras con demasiados ceros por culpa de la Ley de Arrendamientos Urbanos.

La normativa y la jubilación del propietario, Josep Cots, llevaron a replantear el negocio, que ha encontrado en el nuevo socio, Enrique de Arco, la fórmula para la librería salga adelante. “Pero ya me va bien”, explica Cots, que reconoce que la Ley de Arrendamientos también le ha ayudado a convencerse de que la zona donde se encontraba ya no está pensada para los barceloneses. Este hecho debería ser contraproducente para negocios familiares de este estilo, pero, en cambio, ha contribuido a la creación, tal como dice Cots, de un barrio de librerías con pretensiones de difundir cultura.

Propuestas innovadoras

Una cultura que llega al cliente con más formatos que nunca. La librería Calders, que ha reconvertido una fábrica de botones, el Espai Contrabando, que indaga en el libro político, la librería Ona, que promueve los libros en catalán o la Re-read, la librería low-cost por excelencia son sólo algunos de los ejemplos que demuestran que especializarse y transformarse es la clave de futuro.

Es lo que también han hecho en La Caixa d'Eines, una librería infantil que promueve la lectura desde hace un año. Se hacen cuentacuentos, clubes de lectura infantiles, juveniles y para adultos, talleres de manualidades y presentaciones de libros. “Son actividades que dinamizan la zona, generan movimiento y fidelizan un cliente que retorna al comercio de barrio”, explican desde La Caixa d'Eines, que consideran que el éxito se debe “a las propuestas diferentes que hacen los nuevos establecimientos”.

El sector se retroalimenta

La mayoría de nuevos establecimientos cuentan detrás con un equipo de profesionales que ya provenían del mundo del libro y las editoriales, ya sea porque habían formado parte de un gran grupo, por motivación personal o porque han sido vinculados a la Escuela Librería. Lo más importante, sin embargo, es que “la apertura de nuevos espacios es un fenómeno que demuestra que el sector está vivo y tiene futuro, a pesar de que nos encontramos en un momento de cambio de modelo social y cultural”, según Dora. Nunca tanta gente había podido leer ni había tenido los medios para hacerlo.

Sociedad poco lectora

Alrededor de Sant Jordi se conocían los datos del estudio Hábitos de Lectura y Compra de Libros en Cataluña, que indicaban que un 40% de la población no lee nunca. Lo cierto, sin embargo, es que los índices de lectura siempre han estado por debajo de los niveles europeos en nuestro país. En Europa, un 71% de la población lee un libro al año, como mínimo. Según Daura, “llegamos a un grado de cultura audiovisual elevado sin tener un background de lectura y eso nos ha perjudicado”. Esto ahora se traslada, en consecuencia, los niveles de venta, que se han reducido entre un 25% y un 30% desde 2008 porque el consumo de lectura no es ni prioritario ni habitual.

Y en la misma línea, la veteranía del señor Cots, como lo conocen en el barrio, le permite afirmar que “en este país no se ha leído nunca”. Por librero, “lo que hay antes de generar estadísticas es determinar qué significa leer, porque no significa consultar el mail y el whatsapp, sino adentrarse en la experiencia de coger un libro y devorarlo”.

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