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“En la novela negra no te puedes equivocar, los lectores son unos frikis, ¡lo saben todo!”

Alicia Giménez Bartlett el viernes, en una terraza de Roma. /Antonello Nusca

Toni Polo

Roma —

Los números cantan. 100.000 ejemplares vendidos en Italia en 20 días han alzado el libro Nadie quiere saber (Gli onori di casa, en la traducción al italiano) al número uno en ventas en todo el país. Junto con el resto de novelas de Alicia Giménez Bartlett, los italianos han comprado ya más de un millón de libros de la escritora manchega afincada en Barcelona. La novela, que en España llega el martes, 5 de febrero, a las librerías, se publicó en Italia el 10 de enero. La visita a Roma quedaba justificada, además, porque la capital italiana se convierte en escenario de buena parte de la novela. “Es un homenaje que quería rendir a mis lectores italianos”, comenta Giménez Bartlett en una osteria cerca de Piazza del Popolo, compartiendo mantel con Emili Rosales, su editor en España, Antonio Sellerio, responsable de la edición italiana, y con varios periodistas españoles.

Una cena con Margarita…

“Buscaba una excusa narrativa que me permitiera trasladar a Petra a Italia. Y cené con Margarita”, explica la escritora. Margarita García es comisaria del Cuerpo Nacional de Policía y confidente literario de Alicia. (En BCNegra, la dos mantendrán una charla el miércoles, junto con el periodista Sergio Vila Sanjuán, en La Capella.) Ella le dijo que entre las competencias policiales que no corresponden a los Mossos d’Esquadra (Petra es inspectora de la Policía Nacional) figuran los casos reabiertos.

Margarita, alter ego de Petra, le contó que tuvo que reabrir un caso cerrado cinco años atrás. Ese caso es la base real de la novela: una joven prostituta dormía a sus ricos clientes y les robaba. Nunca hubo denuncias porque a los clientes no les convenía que se supiese su afición… Hasta que uno de ellos se despertó durante el robo y fue asesinado. La investigación llevó a Margarita a Milán a la busca y captura del culpable. “Como siempre, Margarita me explicó todos los detalles de la investigación”, cuenta Alicia. “Por ejemplo, que los inspectores españoles en el extranjero no pueden llevar su arma reglamentaria, que se les asigna una pareja de policías locales del mismo rango… Luego, en vista de que atraparon al delincuente en poco tiempo, yo fui liando la trama con otras cuestiones”, como la presencia de la mafia.

Esas invenciones son las que liberan a la escritora de las tensiones que le suponen otras novelas, “más duras”, que escribe fuera de la serie (la última, Donde nadie te encuentre –Destino- le valió el Premio Nadal en 2011). “Sé que después de dureza de esas otras novelas me esperan Petra y Fermín. Son una liberación”. Una liberación de la que no quiere abusar: “Si hubiera escrito uno o dos libros de la serie al año, como muchos me sugerían, a lo mejor habría acabado aborreciendo a los personajes”. La cuestión es que Alicia disfruta aliñando con humor y con todos los datos que recaba (no sólo de su amiga Margarita) sobre la profesión policial. Y tiene que ir con mucho ojo: “No me puedo equivocar en temas criminales porque los lectores de novela negra son muy frikis: ¡lo saben todo!”, bromea.

Por eso, en parte, Alicia, a diferencia de los “escritores arquitectos”, que trazan un plano de su novela y lo siguen a rajatabla, se considera una “escritora escultora”, en el sentido que va esculpiendo el argumento en base a lo que va ocurriendo en la misma trama: “A veces, para evitar aburrirme, me meto en líos para hacer que Petra y Garzón se tengan que buscar la vida para salir…”

España-Italia, una relación de ida y vuelta

El editor Antonio Sellerio no es la primera vez que escucha el discurso de Alicia, pero lo hace entusiasmado. “Cuando me dijo que iba a traer a Petra a Roma me puse muy contento. Pero para un editor, ver cómo alguien de fuera te cuenta tu propio país es interesante y también peligroso”, reconoce. “Alicia, sin embargo, ha logrado contar la relación España-Italia desde ambos lados, no sólo cómo los españoles ven a los italianos, sino también al revés. Porque Barcelona es ahora mismo la ciudad más interesante para muchos italianos y así consta en la novela”.

El subinspector Fermín Garzón, a quien algún crítico italiano ha comparado con Sancho Panza, ante el enfado de Giménez Bartlett, representa muy bien ese español (turista, diría, mejor) que sucumbe ante los tópicos y que se pasea por la ciudad imperial dispuesto a inmortalizarse ante cualquier reclamo turístico. Nada que ver con lo que piensa Petra, que en un momento dado razona: “Una de las dificultades que ofrecería aquella investigación sería la tendencia fuertemente turística del subinspector”, justo cuando su subinspector propone hacerse una foto ante uno de los romanos (actuales) disfrazados de centuriones ante el Coliseo. La inspectora se consuela…: “Pensé que los seres humanos, cuando nos enfundamos en el hábito de turistas, somos capaces de humillarnos a nosotros mismos como no permitiríamos que nadie lo hiciera”. “No, no es una parodia”, se defiende la autora, “es algo real como la vida misma: Fermín es como todos esos ejecutivos que después quieren hacerse ver en la oficina junto a los soldados romanos ante el circo romano”.

Sellerio va más allá en busca de las razones del éxito de Petra en Italia, que compara al que tiene en España Salvo Montalbano, el personaje de Andrea Camilleri. “El éxito de Petra Delicado en Italia no es una moda. Es más bien el triunfo de la calidad literaria dentro del género negro”, argumenta.

Mujer del 68

La relación entre autora y personaje, como siempre, lleva a interpretaciones gratuitas. Pero Petra Delicado no es Alicia Giménez Bartlett: “Yo soy más cobarde que Petra y envejezco más a prisa que ella, que está siempre en los cuarenta y tantos”, admite, divertida. “Pero como mujer del 68 que soy, hay cosas que me cabrean. Y como me las callo, pues las suelta Petra”.

De hecho, las preocupaciones de Petra van más allá de las de una policía; son las de una persona. Una persona muy parecida, no nos engañemos, a Alicia: “Habiendo visto la luz que brillaba en sus ojos cuando citaban marcas y bolsos comprendí que aquello era más que pura frivolidad. Para ellas, aquellos nombres representaban la misma idea de mundo nuevo y libertad que había sentido yo de joven frente a la idea de las democracias europeas, lejos del influjo franquista”. Petra se refiere a la obsesión de compañeras suyas más jóvenes ante prendas de moda italiana…

A pesar de tantas reflexiones sociales, Alicia asegura que en sus novelas le gusta tomar distancia respecto de lo que está sucediendo. De ahí que las referencias a la crisis, por ejemplo, sean las imprescindibles. “No me gusta la literatura en caliente”, dice. Prefiere reflejar esos momentos a toro pasado.

Así, podemos suponer que esas diatribas de Delicado sobre la condición humana, esas puyas a tantas verdades establecidas, harán referencia a la actual crisis. No sabemos cuándo, desde luego. De momento, Alicia se conforma con reconocer que Petra se ha aburguesado (“quién no lo haya hecho con los años que levante la mano”) y que la lucha entre libertad y amor (“no sólo el romántico, sino también el de los amigos o el de los hijos”) es desigual: “Cuanto más cariño tienes, menos libre eres. Esto está clarísimo”.

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