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El blog Opinions pretende ser un espacio de reflexión, de opinión y de debate. Una mirada con vocación de reflejar la pluralidad de la sociedad catalana y también con la voluntad de explicar Cataluña al resto de España.

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No es país para tibios

J. Ramón González Cabezas

Definitivamente, malos tiempos para la izquierda. El catalanismo conservador de vocación neoliberal aspira por vez primera en la historia reciente a consumar su hegemonía en el espacio central de la política catalana con su apuesta por la autodeterminación como vía hacia la emancipación de España. Los tiempos han cambiado de forma alucinante y el partido fundado por Jordi Pujol ha decidido enterrar las convenciones de la Transición y lanzarse al fin abiertamente en busca del último objetivo sentimental y político del nacionalismo catalán: la independencia. Se acabó la tibieza reformista, el pactismo y la vieja práctica del peix al cove (pájaro en mano).

Aunque el proceso que cristalizó ayer en la histórica declaración del Parlament de Catalunya se viene incubando al menos desde el fiasco del Estatut de 2006, CiU ha llevado a cabo con éxito en solo dos semanas un viaje –o viraje- de años. Ha sido toda una exhibición de reflejos, autocontrol y estrategia que ha sorprendido a sus aliados y adversarios políticos. CiU ha arrastrado en su iniciativa a una amplia mayoría de casi dos tercios del Parlament y ha forzado incluso al PSC a sumarse a su modo a la bandera del derecho a decidir, aunque solo de forma consultiva y dentro del marco legal.

Un entorno propicio

No es en absoluto casual que este hecho de trascendencia inequívoca suceda en el actual escenario de decadencia económica, política y hasta moral que ofrece España. Todo ello es inseparable del abrupto desplome del modelo productivo del país, la degradación de la cultura política y el sistema de partidos y, en definitiva, el debilitamiento del propio edificio constitucional desde la propia cúspide hasta las bases.

Tampoco es casual que esto suceda en plena debacle de la izquierda parlamentaria, que en Catalunya convalece muy lentamente de la amarga experiencia de los gobiernos de coalición liderados por el PSC entre 2003 y 2010, primero bajo el carismático Pasqual Maragall y, posteriormente, de la mano del gris José Montilla. Guste o no, el actual estado de cosas en Catalunya tiene mucho que ver con el fracaso o naufragio del proyecto político del ex alcalde de Barcelona como encarnación de un catalanismo progresista y popular comprometido con una idea federal de España y un europeísmo cosmopolita. Maragall fue la gran alternativa al pujolismo que acaparó los primeros 23 años de la Generalitat.

Méritos propios aparte, no es de extrañar que Mas aparezca hoy como el dirigente político con mayor tirón popular, capaz de capitalizar una gigantesca manifestación a la que ni siquiera asistió “físicamente” y de la que fingió estar al margen hasta que constató sus dimensiones. Y todo ello, aparentemente, sin costes electorales excesivos como consecuencia de su drástica agenda de recortes, a falta de conocer el veredicto de las urnas.

El caso es que el brusco giro secesionista de CiU bajo el mando de Artur Mas ha dado la puntilla al PSC como principal alternativa desde el catalanismo de izquierdas y ha centrifugado el debate público en torno a la cuestión nacional e identitaria. La virtual investidura del líder de CiU como guía del proceso hacia la independencia contrasta con la orfandad, desconcierto y división interna del PSC, donde el desconocido Pere Navarro se ha impuesto como candidato de oficio en tanto que jefe orgánico del partido desde hace apenas diez meses.

Bajo la doble presión de la mayoría organizada en torno a CiU favorable a la autodeterminación y la de los sectores más catalanistas de sus propias bases y cuadros dirigentes, el PSC aparece más que nunca de lleno en pleno desgarro interno. Decidido en cualquier caso a alejarse al máximo de la postura y el lenguaje del PP de Catalunya, el PSC defiende en solitario la fórmula de una consulta popular dentro del marco legal que abra el camino de la evolución del Estado hacia un “nuevo federalismo”. Lo desconocido no para de crecer.

Un esquema bipolar

La vacilante posición del PSC en el crucial debate interno de Catalunya deja al PP como virtual refugio o depositario único del voto no nacionalista/soberanista, frente al posicionamiento hegemónico de CiU en el nuevo espacio dominante de la escena política catalana. Las reacciones extremas o intimidatorias que comienzan a aflorar desde los centros de poder del Estado, secundados por los ‘barones’ territoriales del PP, desde Extremadura hasta Castilla-La Mancha, amenazan con exacerbar aún más este esquema fatídico. El otoño candente de 2012 empieza a tronar.

Aunque con un perfil propio basado en su discurso fuerte en materia de políticas sociales, la inclusión de los ecosocialistas de ICV-EUiA en la heterogénea mayoría multicolor visualizada en el último pleno de la legislatura, añade aún más contradicciones y dificultades al PSC en el duro recorrido por la hoja de ruta marcada por Artur Mas hacia “lo desconocido”. Todo, en efecto, está por descubrir en adelante.

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