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Josep Ramoneda: “Con las referencias a la guerra se abre el camino a un refuerzo de las posiciones autoritarias”

Josep Ramoneda, en una imagen de archivo.

Neus Tomàs

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Josep Ramoneda (Cervera, 1949) expresa su preocupación por las consecuencias que pueda comportar el confinamiento de la ciudadanía. No solo por el evidente impacto económico sino porque existe el riesgo de que sea utilizado como pretexto para un recorte de libertades y garantías. El filósofo y periodista se muestra muy crítico con las referencias bélicas en los discursos, que mandatarios como Pedro Sánchez o Emmanuel Macron utilizan para explicar las decisiones adoptadas para contener la expansión del coronavirus, y considera que la Unión Europea está fracasando de manera estrepitosa en esta crisis.

¿Se atreve a pronosticar qué pasará después, cuando ya esté controlada la pandemia?

No, no me atrevo en absoluto. A lo que sí me atrevo es a avisar de lo que me preocuparía que pudiese pasar después, y es que hubiese un refuerzo del autoritarismo. Damos demasiada poca importancia a algo central. Por razones que pueden ser justificadas, esto no lo discuto, lo cierto es que se han restringido libertades fundamentales. La más básicas, la de circulación, la de reunión, la de verse y estar con los otros. Y la historia demuestra que se sabe cuándo empiezan las restricciones de libertades pero no cuándo acaban.

El tratamiento que se está haciendo de esta epidemia facilita los discursos autoritarios que circulan, reforzados con el falso mito de cómo China lo ha afrontado. Existe un peligro importante para el día después y es que el miedo, que ha servido para forzar que la gente se confine acríticamente, siga vivo y comporte la aceptación de cosas que normalmente no se hubiesen aceptado.

¿Que haya ciudadanos que crean que debemos imitar a China, que ha tomado medidas que en una democracia serían inaceptables, significa que como sociedad ya estamos dispuestos a renunciar a cuotas de libertad?

Eso es lo que me parece un peligro grande. Deberíamos tener clarísimo que esta situación excepcional tendría que superarse lo más rápidamente posible y que no hay salud verdadera sin unos niveles de libertad. Si esto tiene que servir para liquidar la sociedad abierta significará que no hemos sabido o querido aprender nada. O significará que se están pagando los errores cometidos desde hace ya mucho tiempo. Se ha producido en los últimos años una especie de abandono de la cultura democrática cuando se ha primado una aceleración no controlada.

Las superpotencias tecnológicas de las que nos hablaban algunos, diciéndonos que servirían para que hiciésemos frente a cualquier problema, no han podido evitar algo como la propagación de un virus. Ahora se pone en cuestión un proceso que empezó a finales del siglo XX a partir de la idea de que no había límites, que para Europa supuso la entrega del capitalismo industrial a China.

Algunos catedráticos de Derecho consideran que ya con la aplicación que se está haciendo del estado de alarma se está sentando un mal precedente de esa vulneración de derechos fundamentales.

Yo también lo creo. Cumplo con las órdenes del confinamiento y puedo aceptar que se haya hecho de manera excepcional. Pero en todo caso debe ser una excepcionalidad absoluta. Escucho cosas preocupantes. He leído que el epidemiólogo Oriol Mitjà propone un DNI vírico y un sistema de geolocalización a través del teléfono. ¿Pero qué es esto? Esto en mi cultura se llama totalitarismo. Tanto Hannah Arendt como Milan Kundera nos decían que una sociedad totalitaria es aquella en que no hay espacio para lo privado. ¿Esta es la manera de afrontar una crisis sanitaria?

El filósofo Daniel Innerarity defiende que no estamos ante un contagio sino en una sociedad contagiosa, que aquello que nos protegía se ha debilitado y ahora de lo que se trata es de gestionar inseguridades.

Sí, una de las cosas positivas de esta crisis es que nos ha recordado que los humanos somos por definición vulnerables. Esta es nuestra condición, asumámosla e intentemos construirnos una vida buena a partir de la aceptación de esta realidad y no de fantasías que acaban construyendo universos distópicos de lo más inimaginables.

¿Como sociedad saldremos de esta con más miedo, más solidarios o nada cambiará?

Tengo la sensación de que existirá como mínimo el intento de hacer ver que no ha pasado nada. Los poderes económicos globales y hegemónicos a los que tan bien les ha ido en este periodo en que los estados han trabajado para ellos más que para nadie tendrán la tentación de decir que es una crisis más. Estamos en un momento en que la crisis pasará a ser una cuestión de pensamiento. Debemos ser capaces de repensar, no para hacer grandes descripciones utópicas que nos puedan parecer extraordinarias pero se queden en el papel, sino siendo conscientes que cualquier cambio de verdad deberá transitar por caminos muy complicados.

¿Acaso alguien puede imaginarse que Estados Unidos y China de golpe dejarán la confrontación y entrarán en una etapa de idílica cooperación? ¿O que estos sectores del capitalismo posfinanciero, que si tienen que recortar no lo hacen en el dividendo, estarán dispuestos a reconocer que algo tienen que aportar? El refuerzo de la sanidad será elemental y podría ser en detrimento de otros gastos como puede ser el militar. Y otra cosa: hay que cambiar la ideología barata de la meritocracia en la educación.

Estos días hay políticos defendiendo rebajas fiscales pese al cúmulo de recortes en sanidad o educación.

Prefiero escuchar a los que estos días han hecho autocrítica reconociendo que ahora se comprueba que no se deberían haber reducido o eliminado impuestos como el de sucesiones y el patrimonio. A no ser que el capitalismo haya hecho ya la opción del autoritarismo, si realmente queremos un equilibrio social y garantizar una convivencia y libertad tendrán que cambiarse algunas lógicas en el mundo de la economía.

Ya han aparecido algunos artículos que vaticinan que habrá más muertos por culpa de la recesión económica que los que provoque la propia enfermedad del coronavirusalgunos artículos.

Podría ser. Del mismo modo que ya se está demostrando en China que el cierre de Wuhan ha salvado más víctimas de la contaminación que del coronavirus. Parece como si los muertos por coronavirus fuesen de primera división y los que provoca el cambio climático y la contaminación no tuviesen importancia. Forma parte de las paradojas de este sistema en el que estamos metidos.

¿Qué le parece que Pedro Sánchez, Macron y otros mandatarios recurran a referencias a la guerra para describir esta situación?

Me parece un error de comunicación. Esto no es una guerra. En una guerra alguien te ataca y tú respondes o viceversa. Una guerra es entre humanos, con un equipo estratégico en cada esquina y una lucha de intereses. Aquí el enemigo es un virus. En la guerra los muertos forman parte del cálculo estratégico, de cuántos muertos estás dispuesto a aceptar para conseguir la victoria. Al utilizar el término guerra se da la razón a Trump o Boris Johnson cuando al principio eran partidarios de asumir los muertos que tocasen hasta llegar a la autoinmunización. Al mismo tiempo, con las referencias a la guerra se abre el camino a que después de todo esto haya un refuerzo de las posiciones autoritarias. Por lo tanto me parece un error de arriba a abajo.

¿Cree que las tesis de los gobiernos alemán y holandés se acabarán imponiendo y las recetas no serán tan distintas de las que se aplicaron tras la crisis del 2008?

El riesgo es grande. Europa ha fracasado estrepitosamente en esta crisis. Uno de los grandes debates que surgirá es el de qué hay que hacer a partir de ahora. Europa ha demostrado su incapacidad, su impotencia e incluso su desinterés. La manera en que los tecnócratas europeos lo están gestionando hace que parezcan de otro mundo. Alemania algún día debería acordarse que hubo un plan Marshall que la ayudó a salvarse y que se le perdonaron deudas muy importantes después de la Guerra.

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