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La corrupción de Zaplana le estalla a Casado a las puertas de una nueva campaña

Pablo Casado, presidente del PP, en un acto

Laura Martínez

Valencia —

El PP se frotaba las manos con la devolución de los Presupuestos Generales del Estado al Gobierno gracias a la suma de las derechas y los independentistas. “Es el fin del trayecto del Gobierno de Pedro Sánchez. Ya es inaplazable la convocatoria de elecciones generales”, anunciaba el líder popular. 

Este viernes, si se sigue el camino previsto, Pedro Sánchez, anunciará la convocatoria de elecciones al haberse rechazado su proyecto presupuestario. Y es posible que en esta carrera la alegría de Pablo Casado tropiece otra vez con el obstáculo de la corrupción. La ministra de Hacienda, Maria Jesús Montero, recordó en la primera sesión del debate a Casado que “el milagro económico del PP está en la cárcel”, en referencia al exministro de Economía Rodrigo Rato. Y no es el único. En prisión se encontraban hasta hace una semana otras vacas sagradas de los populares, como el expresidente valenciano Eduardo Zaplana por el 'caso Erial'. 

Casado tendrá que lidiar en esta campaña con un largo listado de escándalos de corrupción que afectan a su partido. Aparte de defender a una formación condenada por beneficiarse de una trama corrupta -está escrito así en la sentencia del juicio de Gürtel del pasado año que le costó a Rajoy el Gobierno-, ahora deberá lidiar con las revelaciones sobre Zaplana, su dinero en paraísos fiscales y los pinchazos telefónicos. 

No son las únicas malas noticias que recibirá el líder del PP de la Comunidad Valenciana. En primavera llegará el juicio de la segunda pieza del 'Caso Blasco', que mantiene al exconseller de cooperación valenciano Rafael Blasco condenado a seis años de prisión, aunque ya esté en tercer grado. En la segunda pieza se juzga el fraude en las subvenciones del Gobierno valenciano a varias ONG y está previsto para la segunda quincena de abril, un mes antes de las elecciones municipales y autonómicas y en la víspera de la convocatoria que baraja Sánchez.

A corto plazo el caso Erial amenaza con seguir proporcionando titulares comprometedores para el PP. Este nuevo caso de corrupción ha tenido al expresidente valenciano Eduardo Zaplana en la cárcel hasta hace cinco días y cuyo sumario se ha hecho público este miércoles. El 'Caso Erial' investiga mordidas de hasta 10 millones de euros de empresas beneficiarias de las adjudicaciones de la privatización de las ITV y de los parques eólicos de la Comunidad Valenciana. La Unidad Central Operativa de la Guardia Civil (UCO) sitúa al también exministro de Trabajo de José María Aznar como administrador de la trama de desvío de fondos y lo vincula con otros dirigentes populares como Ignacio González, expresidente del PP de Madrid  y cerebro de otra trama, la Operación Lezo, que le llevó a prisión acusado de gravísimos delitos vinculados con el Canal de Isabel II.

La jueza cree que es “evidente que esta asociación de personas -en referencia a los investigados- tiene como cabeza a Eduardo Zaplana, que presuntamente se valió en su día del cargo que ostentaba haciendo partícipes al resto de los investigados, pues los necesitaba para que desempeñaran determinados papeles, beneficiándose a su vez”.

Los seguimientos autorizados por la jueza vuelven a poner a Ignacio González, sucesor de Esperanza Aguirre en la Comunidad de Madrid, como compañero de negocios de Zaplana. En las escuchas telefónicas la Guardia Civil captó una conversación con su testaferro de nacionalidad uruguaya que señala al expresidente madrileño. El 15 de febrero de 2018, Zaplana le cuenta al abogado uruguayo: “Tengo un problema que no sé si tiene solución. Para todo esto y para algunas cosas que a mí me pide necesito liquidez... Ignacio [se entiende que es Ignacio González, expresidente de la Comunidad de Madrid] no me está dando dinero de Andorra, pero cómo nos ha dejado tan poco... tampoco pasa nada”. La Guardia Civil ya detectó negocios en común entre ambos dirigentes autonómicos en el caso Lezo, donde apuntaron que el expresidente madrileó ocultaba cinco millones de euros en Colombia.

Los colaboradores del exministro montaron una trama de empresas en el extranjero, entre Luxemburgo, Uruguay y Andorra, para mover dinero negro. Según la Guardia Civil, el dinero ingresado en la cuenta de Juan Francisco García, jefe de Gabinete de Zaplana, provenía de las mordidas que pagó Vicente Cotino -sobrino del exconseller del PP Juan Cotino- por las adjudicaciones del Plan Eólico y la privatización de las ITV del año 1998 en adelante.

Además, según figura en la investigación, los colaboradores de Zaplana se valieron de la Amnistía Fiscal de Cristóbal Montoro para traer de vuelta a España los 2,3 millones de euros procedentes de “mordidas” a las citadas empresas, que guardaban en Luxemburgo. Fue la propia Agencia Tributaria quien avisó a la Guardia Civil de que el jefe de Gabinete de Zaplana se acogió a la amnistía fiscal del Gobierno de Rajoy, por un importe de 2.334.390, “correspondiendo una cuota a ingresar de 233.439 euros, esto es, el 10 % de lo bienes que regularizó”, el 14 de noviembre de 2011.

Juan Francisco García recibió 2.186.000 euros del Grupo Sedesa, propiedad de la familia Cotino, pago que se habría realizado en dos entregas, según el informe de la UCO: 186.000 euros el 5 de septiembre de 2005 y dos millones el 5 de diciembre de 2012. García fue el cerebro de la privatización de las ITV y presidió la mesa de contratación en dicho procedimiento.

Casado en Valencia: “Quiero reivindicar a Zaplana”

Hace apenas un mes, en la presentación de los alcaldables valencianos, el presidente popular reivindicó en Valencia, naranja en mano, el legado de los expresidentes populares. “Mi compromiso es que la comunidad Valenciana pese y vuelva a ser la tierra donde todos se miraban. Estoy orgulloso del PP valenciano y de sus luces”. Entre esas luces, señaló: “Quiero reivindicar a Alberto Fabra, Francisco Camps y Eduardo Zaplana”, para quien pedía “un trato humano”, ya que aún estaba en prisión. 

Con estos mimbres y estos lodos, Casado tiene complicado tejer un proyecto de futuro que ilusione y aglutine al votante de una derecha cada vez más fragmentada.

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