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Música | Crítica

Profunda y brillante ‘Canción de la Tierra’

Sasha Cooke, Mark Elder y David Butt Phillip saludan tras el concierto.

Manuel Muñoz

24 de octubre de 2025 17:47 h

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El británico Mark Elder asumió en septiembre la dirección musical del Palau de les Arts y acaba de iniciar su actividad como tal con un concierto sinfónico celebrado el 23 de octubre en Valencia y el día siguiente en Castelló. Escogió para la ocasión una de las más célebres sinfonías de Mozart, la número 38 en re mayor, “Praga”, y una obra cumbre de Mahler, La canción de la Tierra, que es a un tiempo ciclo de Lieder y sinfonía con cantantes.  En esta ocasión la dirección del Palau de les Arts tuvo el acierto de utilizar la pantalla de la Sala Sinfónica para detallar obras y movimientos durante la interpretación de cada una de ellas y la traducción del texto cantado. Solo en castellano, es cierto, pero ya es un avance, porque en otras ocasiones se había echado de menos poder seguir los textos. Elder dirigirá Luisa Miller, de Verdi, su primera ópera como titular, a partir del 10 de diciembre próximo. 

La Praga de Mozart se estrenó el 19 de enero 1787 en esa ciudad, a lo que debe el sobrenombre. Es la inmediatamente anterior a las tres grandes sinfonías que cierran el ciclo mozartiano. Recibe el número 38 porque se había asignado el 37 a una sinfonía que en realidad es de Michael Haydn, si bien Mozart le había escrito una introducción. La Praga tiene dos rarezas para lo que es habitual en Mozart: consta de solo tres movimientos, aunque muy densos y elaborados, y el Allegro inicial va precedido de una introducción lenta,Adagio.

Incluye en su instrumentación dos flautas, dos oboes, dos trompas, dos trompetas, dos fagots y timbales. Elder dispuso una cuerda más bien nutrida, con diez violines primeros, otros tantos segundos, seis violas, cinco violonchelos y cuatro contrabajos. Su versión, animada, intensa y alegre, está en la línea tradicional, pero con un toque historicista por el hecho de que las trompetas utilizadas eran naturales. Eso aporta un bello sonido, aunque la afinación es más delicada. Un poco pesante el segundo movimiento, al que quizá faltó algo de vuelo. El Presto final cerró brillantemente la obra, y dejó patente el alto nivel de la orquesta residente de Les Arts.

En la segunda parte, gran orquesta con muy amplios vientos y percusión, dos arpas, celesta y mandolinas. El sonido de estas últimas era difícil de escuchar por su emplazamiento entre la orquesta, junto a las arpas. También dos cantantes, la mezzo norteamericana Sasha Cooke y el tenor británico David Butt Phillip. La canción de la Tierra es un conjunto de seis Lieder para tenor, contralto (o barítono) y orquesta, sobre una antología de poemas chinos traducidos al alemán por Hans Bethge como Die chinesische Flöte (La flauta china). El suntuoso tejido orquestal, jalonado por deliciosas intervenciones solistas, hace pensar en una sinfonía con textos cantados. De hecho, Mahler subtituló la obra Sinfonía para tenor, contralto y orquesta,aunque evitó numerarla como novena dentro de su ciclo sinfónico. La Novena vino después como sinfonía instrumental y la Décima quedó inconclusa, pues Mahler solo acabó el Adagio. Compuso La canción de la Tierra en 1908, tras su larga estancia en Estados Unidos. Murió el 18 de mayo de 1911 y fue estrenada de forma póstuma el 18 de mayo de ese año en Múnich, bajo la dirección de Bruno Walter.

Mark Elder ofreció una versión intensa y profunda, en la que supo cuidar la amplia paleta orquestal que despliega Mahler. Contó con dos grandes cantantes que transmitieron el intenso dramatismo de la obra. “Sombría es la vida y la muerte”, dice el texto en el primer Lied, Canto báquico del dolor de la Tierra, de Li-Tai-Po. El tenor Butt Pillip lo cantó con singular entrega, si bien en algunos momentos tuvo que esforzarse para hacerse oír sobre una orquesta que casi tapaba su voz. Menos problemas tuvo en sus otros dos Lieder,cantados con bella voz y sentido dramático. Muy redondas las intervenciones de Sasha Cooke antes de llegar a la final y decisiva: La despedida, de Mon-Kao-Yen y Wang-Wei. El último de los seis Lieder dura media hora, tanto como los cinco anteriores y la mezzosoprano lo cantó magistralmente. También incluye momentos sinfónicos con gran protagonismo de la orquesta. Está considerado la cima expresiva de la música de Mahler

La obra acaba con unos versos añadidos por el propio Mahler y acaba proclamando: “De nuevo la tierra amada florece y reverdece por todas partes en primavera. Por todas partes y eternamente refulge azul el horizonte”. Y añade: “Eternamente” (“Ewig”). Esa palabra, con ecos de eterno retorno es pronunciada por la cantante hasta seis veces sobre el pianissimo de la orquesta, en el que destaca el motivo que repite la celesta. Elder condujo el conjunto hasta el silencio y bajó lentamente los brazos mientras el público esperaba respetuoso que concluyese para ovacionar a director, orquesta y solistas.

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