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Sobre este blog

Reflexiones contextualizadas sobre la realidad valenciana en el marco propositivo de la Ciudad Construida (www.laciudadconstruida.com): urbanismo, economía y políticas públicas.

Reflexions contextualitzades sobre la realitat valenciana en el marc propositiu de la Ciutat Construïda (www.laciudadconstruida.com): urbanisme, economia i polítiques públiques.

Autores

Ramón Marrades @ramonmarrades

Chema Segovia

Vicent Martínez @vicentmartinez

Víctor Pons @vicpons

David Estal

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Algunas notas sobre la gentrificación de Russafa (I)

La recuperación / La Ciudad Construida

Chema Segovia

De todo lo que gira alrededor de Russafa, nos llaman la atención tres factores:

Uno. La discusión sobre la gentrificación, acaparándolo todo cuando se habla de Russafa, está ya tan manoseada que la necesaria llamada de atención empieza a ahuecarse, a poblarse de tópicos, a blindarse y, en último término, a volverse interesada. La gentrificación de Russafa se explica desde la teoría, que ya no es ni siquiera teoría, sino puro lugar común. Se habla desde lo que se presupone del barrio antes de lo que realmente sucede en él.

Frente al retrato plano que muy a la ligera parte de que “Russafa era, hasta no hace mucho, un barrio popular”, hacen falta estudios con mayor perspectiva histórica y una base de análisis más rigurosa (el acercamiento que aquí plantea Víctor Moreno es un buen punto de partida). Los procesos de gentrificación son complejos y difíciles de acotar, pero hay que poner mayor esfuerzo a la hora de identificar causas, consecuencias y caracterizar actores. ¿Qué población abandona el barrio y por qué motivos? ¿Cómo se estructura la propiedad? ¿Qué nivel adquisitivo tienen los nuevos residentes (aburre oír hablar a brocha gorda de hipsters y snobs)? ¿Qué grupos y colectivos no están representados en la discusión y cuáles, por contra, la dirigen? ¿Cuál es el mapa de la inversión privada? ¿Cuál el de la inversión pública?… Y algo que nos interesa especialmente, ¿cuáles han sido las relaciones entre las políticas urbanas y lo que sucede en Russafa?

Dos. Una de las inclinaciones recurrentes de los discursos anti-gentrificación es dar por sentado que detrás de cualquier proceso así llamado se encuentra la administración “neoliberal” actuando en connivencia con pequeños grupos de poder. El antiguo gobierno municipal no escatimó lo más mínimo en favores particulares de tapadillo, pero cabe recordar que el interés de la inversión se puso en la expansión urbana a costa de dejar de lado la ciudad consolidada. Es más, en los barrios históricos se tendieron alfombras rojas a la presión inmobiliaria como punta de lanza de estos procesos “de recuperación”, pero ésta no respondió porque era infinitamente más rentable macizar las afueras y las grandes zonas “de oportunidad” hacia el este. Sin liberar a nadie de responsabilidades, más bien lo contrario, podría decirse que el interés del gobierno popular por la ciudad construida ha sido anecdótico (salvo cuando estorbaba al desarrollo de grandes proyectos, ya sabemos).

Vistos desde las políticas urbanas desarrolladas, los excesos que se dan en Russafa parecen más accidentes o improvisaciones que planes maestros oscuramente trazados. La torpeza a la hora de limitar la carga y descarga, como solución fallida a la escasez de aparcamientos, y el impulso del polígono de Manises provocaron que los mayoristas chinos se marchasen dejando atrás un gran número de locales vacíos en los que nadie se detuvo a pensar; la delimitación del Carmen como “Zona Acústicamente Saturada” no resolvió las molestias del ocio nocturno, sólo las desplazó; y los planteamientos parciales, meramente formales, de los planes de rehabilitación descuidaron temas fundamentales, como la gestión del espacio público, a los que se terminó respondiendo con inercias (el incremento de las terrazas que siguió a la mejora de las aceras es el ejemplo más claro).

En lugar de montarnos paranoicas zonas de sombra o exagerar la intencionalidad de ciertas actuaciones, el caso de Russafa da para reflexionar sobre el modo en que decisiones aparentemente lejanas terminan condicionándose, sobre las contrapartidas y contraefectos de toda política pública, sobre la existencia de ganadores y perdedores incluso cuando se trata de elecciones aparentemente sencillas.

Tres. El urbanismo practicado en Russafa bajo la denominación de “conjunto histórico”, aquellos planes que aspiraron a vertebrar “la regeneración”, pecaron de atender únicamente a la fábrica urbana y no a cómo ésta se usa y se vive. Ha ocurrido también en Ciutat Vella y con peores consecuencias. Se falló en lo básico: preservar un conjunto histórico pasa necesariamente por preservar su contenido social y cultural. El exceso de burocratización terminó de desacompasar del todo el urbanismo de las dinámicas sociales que se producían en el barrio (las respuestas a las demandas ciudadanas, como el colegio de la calle Puerto Rico, han llegado a base de insistencia y tirones).

Es necesario poner el ojo en ese desfase, ver qué ha ocurrido en ese espacio en blanco. En Russafa se han producido excesos y problemas al margen de las políticas públicas. También han surgido valores y cosas buenas. No creo, por ejemplo, que Víctor Moreno poetice señalando a la emergencia de festivales de cultura autogestionados o de grupos de convivencia intercultural como una prolongación del carácter histórico del barrio; en cualquier caso, no más que quienes criminalizan la llegada de jóvenes creativos o exageran la pérdida de los valores tradicionales.

La corrección de los desequilibrios y la potenciación de las dinámicas de intercambio y transformación positivas están en manos de un urbanismo público potente. Porque, citando a Jordi Borja, “el urbanismo, sea o no sea consciente de sus efectos, interviene en el proceso de acumulación de capital, generación de plusvalías privadas y explotación de las clases trabajadoras. Pero también puede ser un instrumento de redistribución social, reducción de las desigualdades sociales y de hacer de la ciudadanía un actor político”.

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