Nofuentes y las rebeliones
Los jóvenes rebeldes se alzaron contra la generación anterior. Se llamó el G-4. Rebelión a bordo en l´Horta Sud, aunque sin Marlon Brando. Los socialistas de prietas carnes y biografías adolescentes que ya empuñan la rosa habrán de escudriñar el episodio en los libros especializados. Cualquier motín, si se precia, ha de buscar la sorpresa y ha de incluir un líder o varios líderes. Entre los rebeldes, los alcaldes/as de Alaquàs, de Quart, de Xirivella y de Benetússer, esto es, Jorge Alarte, Carmen Martínez, Josep Santamaría y Enrique Aguar (de este último, mejor no hablar). Enfrente, Ciprià Ciscar. Ha quedado Ciscar, claro. Ciscar aún vive en el núcleo ígneo, cerebral, del socialismo. Su influencia ha sorteado hechos, etapas y temperaturas, valles y montañas, hasta alcanzar el Botànic: negoció el pacto con Compromís y aconsejó mucho después. El Botànic licenció a Lerma y a Ciscar, aunque a Ciscar no tanto. Pero ésta es otra historia. Uno siente debilidad por Alarte y Carmen Martínez, que formaban una “pareja política de hecho”, efervescente e inaugural, y que después cada uno ha combatido las sucesivas catarsis y convalecencias del socialismo de aquí sin falsías y con muy buen color de cara. Entre las sombras de los amotinados del G-4 estaba Bartolomé Nofuentes, barniz desconchado de Fouché, de almas rasputinianas y cabildeos instintivos. Las rebeliones poseen dos ángulos, el que se ve y el que no se ve, y hay actores que dan muy bien en el último apartado sin emborronar el texto. Ahora leo que la nueva generación, la que representa la alcaldesa de Quart, Cristina Mora, ha apartado a Nofuentes de la concejalía: las fases de la vida y las fases de las rebeliones, floreadas o sangrientas, que nunca se detienen. Nofuentes dice que se lo deja y que se dedicará a Europa. ¿Qué Europa? No enredemos. Europa ya no existe, sólo hay turistas y monumentos. O sólo existe para sobrellevar la tiranía del ecologismo del norte, que habita fuera de la realidad mediterránea, como aseguran los arroceros de mi pueblo, que no hay manera de quitarse a los bichitos de encima. Europa fue un sueño que tiene su raíz en Holderlin: el sueño de una unidad cultural y espiritual fundado en el ideal de la antigua Grecia, libre, culta, feliz, con la Ilustración como epicentro del progreso, etcétera, etcétera. La Europa helenística era una fantasía, pero sirvió para dibujar un relato que ha llegado hasta hoy. Nada. No queda nada. Ximo Puig se habrá dado cuenta en París. Europa está de salida y el mundo impugna sus principios humanísticos y sus generosas democracias, ese mundo que manejan los emperadores del nuevo imperialismo infestado de algoritmos, los nuevos plutócratas de las nuevas tecnologías. Toda la obra de Steiner trata de poner en evidencia el terrible fracaso de la cultura humanista frente al horror y la barbarie, a la que a veces incluso ayudó. No hará falta incidir en cómo asciende la barbarie de nuevo. Y ahora va Nofuentes a salvarla. A salvar a Europa. Habrá de pilotar un caza. Las rebeliones, lo venimos comentando, se rebelan constantemente contra una rebelión anterior. Hasta Trump, que es el mismo eje del sistema, se rebela contra el sistema político, la democracia liberal. Por eso todo cruje. El mundo avanza o retrocede a base de rebeliones (progresistas o conservadoras). Nadie sabe qué ha hecho Nofuentes todos estos años desde el G-4, ya va para un tercio de siglo, sino sujetar el poder geográfico de su zona, amalgamarlo, coserlo dicen ahora, e intentar que no se rebele nadie. Lo que ocurre es que el poder no sólo se sostiene operando en la entretela. Ha de haber fondo, discurso, teoría, para prolongar el influjo, el influjo moral, y aún así la sangre nueva pide paso de forma mecánica. Lo que sucede ahora. Los absolutismos de la vida, la carne fresca, la naturaleza y las muchachadas en flor. Todo eso. Uno, que lleva contemplando la política de estos alrededores desde hace algún año, admira a los Nofuentes: son figuras indispensables en ese enorme magma viscoso de confabulación que es la política cruda, del que no hay posibilidad de evadirse. Se ha de aceptar su tiranía, al menos hasta alcanzar el poder. Después ya puede uno sentarse bajo un árbol a leer “Los placeres y los días”. O puede dedicarse a transformar las cosas y a conducir a los ciudadanos hacia mayores cotas de bienestar social. A elección. A Nofuentes hay que dedicarle un libro entero para enriquecerse con el saber que produce la umbría, repleta de matices (y de complots matizables). Los personajes enjabonados y paladinos, de pechos descubiertos, suelen ser más comunes, aunque también ellos sean producto de alguna rebelión. El mundo de las sombras, aunque no lo elogiemos, como hace Tanizaki de forma zen en “Elogio de la sombra”, resulta imprescindible para conocer hechos, historias, episodios, gobiernos y, claro, rebeliones. Lo que se cuece o se ha cocido. A veces los historiadores no hacen otra cosa que indagar en las sombras para después elaborar una doctrina y abanderarla, y así se quedan a gusto. Además, las sombras tienen mucha prensa.
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