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Pesadilla de una noche de verano

Chus Villar

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3 de septiembre. 7 de la mañana. Vuelta al cole de los niños. Retomar los artículos de los martes tras la pausa estival. Un café cargado compensará el jet lag del paso al principio del año. Sí, no lo decimos, por si nos quitan las vacaciones de Navidad, pero el año comienza en septiembre. Es así, aunque el tiempo despista; procedería que hubiese amanecido lluvioso, fresquito, otoñal, pero el húmedo bochorno matutino se une al desfase horario y de ritmos biológicos para aumentar la sensación de extrañeza, el ambiente de sueño pesado.

Cientos de miles de niños intentan despagar las pestañas mientras descubren en los grumos del colacao castillos de arena, olas en las espuma de la leche, figuras rezagadas, que se resisten a marcharse a ese lugar de las mentes infantiles que guarda como tesoros los recuerdos del verano. La sensación de aletargamiento les durará toda la mañana: rondando los 30 grados en el aula es difícil despejar la mente. Los nuevos lloran, los mayores se resignan y los maestros intentan que no se les note mucho el mosqueo de haber tenido que tener todo listo en dos días, saber que les espera un largo y cálido final de verano-principio de otoño sin aire acondicionado ni ventilador, que empieza el primer año de la Era LOMCE y el enésimo de la Era Recortes habrá que seguir protestando mientras se traga….

Dejo a dos de esos niños zombi en el cole. Para el pequeño es su primer año. Se desgañita en los brazos de la maestra llamando a un padre y una madre que asisten impasibles al espectáculo de ver cómo su figura desaparece tras la puerta. Para él, arrastrado en esa marea de caritas desconocidas con mochila, el edificio debe ser cómo una gran ballena que se los está tragando. Aún no tiene tres años, pero pronto aprenderá que hay una forma mágica de que la ballena abra la boca: si se le escapa un pis, mamá acudirá rauda a cambiarlo, así que la clave está hacer aguas menores fuera del váter muchas veces… Ese será su pensamiento lógico. Qué sabe él, angelito, de presupuestos educativos, de maestras que no pueden atender necesidades básicas de niños de dos años y nueve meses, que recién empiezan a conocer los misterios de los esfínteres, por falta de personal en las escuelas infantiles… Qué sabe él de conciliación familiar y laboral… Cómo puede el imaginar que su inocente escape cree ansiedad en una madre a la que sacan del trabajo para que cambie el pis, si ella le ofrece la mayor de sus sonrisas…

Son las nueve. Pensando que hay que cortar estos pensamientos negativos, efectos sin duda del mono de una segunda dosis de cafeína, me marcho. Me echo el segundo café y enciendo el ordenador. El 31 de julio prometí estar un mes sin atender la actualidad, encontrarme con mi yo más primitivo, así que cuando abra la página del diario.es estoy segura de encontrar novedades, y alguna hasta será buena. Tiene que ser así, algo tiene que cambiar si empieza un año nuevo.

El primer titular no promete savia fresca.Efectos de los recortes sanitarios:“La Generalitat deniega la asistencia a 700 inmigrantes desde el decretazo”. A ver las noticias enlazadas: niños son desatendidos pese a que les ampara la ley, una mujer venezonala que aborta por desatención y el colofón resumen: La Comunidad Valenciana tiene la peor sanidad pública de España.

Prudencia. Es pronto para sacar conclusiones. A ver el segundo: Carlos Fabra se siente merecedor del indulto y así se lo hace saber al Ministerio de Justicia. Victimismos de cacique desvergonzado, Bah, nada nuevo.

El tercero seguro que sí… Veamos… El Consell sigue a vueltas con la jodienda de la lengua. Finalmente la asignatura de Cultura del pueblo valenciano comienza con sus anunciadas incongruencias lingüísticas. Seguimos sin alternativa al cierre de Canal Nou a pesar de los anuncios realizados. Alfonso Rus saca a pasear su catetismo más profundo y dice que el catalán y el valenciano se parecen como un huevo a una castaña, y para postre: independencia dels Països sí, pero Valencians.

¡Puf! La fe me decae. Inspiración profunda. Sorbo de cafeína positiva. La esperanza es lo último que se pierde. Prosigamos. Calatrava y sus líos. La Generalitat sigue sin querellarse contra él; el arquitecto se sigue escaqueando y no comparece ante el juzgado, se ve que su letrado se ha cansado de ser el objetivo del chiste del verano (“tienes más trabajo que el abogado de Calatrava”).

A estas alturas empiezo a marearme, y entre las letras que me bailan ante los ojos creo distinguir continuidades también en lo económico; el corazón se me acelera, la vista se me nubla y no podría asegurar si he leído que el paro aumenta siete veces más que la media de España, y que seguimos sin mejora de la financiación autonómica...

No es normal. No es posible. ¡Ya sé lo que ocurre! Ya sabía yo que este ambiente de pesadilla era excesivo, que este calor no era propio de un comienzo de año… Es la noche del 31 de julio. Estoy soñando. Es un sueño muy lúcido pero en cualquier momento despertaré y sonreiré al ver que me queda todo un mes para retozar a mi antojo, y para desintoxicarme de negativismo y para despejar mi mente… Sí, en un instante despertaré y dejaré de preguntarle a la actualidad valenciana que me mira desde la pantalla del ordenadormi duda machadiana “¿tú eres de verdad o no?”.

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