Los seres humanos hacemos la historia en condiciones independientes de nuestra voluntad.
El germen de un discurso federalista de izquierda
Recomiendo al lector que teclee en su ordenador “leyes aprobadas en la legislatura actual” y le dé al buscador. Podrá comprobar cómo el Gobierno de coalición está consiguiendo poner en práctica el programa de Gobierno con el que Pedro Sánchez consiguió ser investido presidente por una nítida mayoría absoluta en el Congreso de los Diputados.
La evidencia empírica de que disponemos contradice de manera rotunda el discurso de los partidos de la derecha española, amplificados por los numerosos medios de comunicación que la apoyan, acerca de la falta de cohesión del Gobierno, al que pronostican periódicamente que se va a descomponer. Cualquier debate en el interior del Gobierno sobre cualquier proyecto de ley se presenta como prueba de un enfrentamiento imposible de conciliar entre los socios de la coalición. Después ocurre lo que ocurre, y los proyectos y proposiciones de ley y las leyes de Presupuestos van siendo aprobados por una mayoría parlamentaria consistente, expresión de la consistencia de la mayoría social que la llevó al Congreso de los Diputados.
Claro que hay debate entre los socios del Gobierno de coalición. Siempre lo ha habido en el interior de todos los gobiernos, aunque no fueran de coalición. Esto ocurre en todos los gobiernos de todos los países democráticamente constituidos. Obviamente, cuando el gobierno es de coalición, el debate interno suele ser más frecuente y más intenso. Pero eso no es algo negativo, sino todo lo contrario. La experiencia política de la mayor parte de los países europeos es una prueba concluyente de lo que digo. Y además es lo que nos espera en el futuro por tiempo indefinido. Con nuestro sistema electoral, el Gobierno de coalición va a ser la norma y no la excepción, como ha sido hasta hoy.
Es cierto que en España un Gobierno de coalición de izquierda no puede constituirse sin la contribución de los partidos nacionalistas catalanes y vascos más la de otros partidos regionales de izquierda y que, en consecuencia, el esfuerzo que tiene que hacerse desde la presidencia para dar cohesión a la acción del Gobierno tiene que ser constante. La coalición va más allá de los socios que se integran en el Gobierno. De toda ella hay que preocuparse. Toda ella tiene que ser cuidada. No hay otra manera de poner en práctica una agenda progresista para el conjunto del país.
Esto es lo que expresó tanto a través de la palabra como de su lenguaje corporal Pedro Sánchez en el discurso inicial con el que se abrió el debate sobre el estado de la nación. (Muy acertada la sugerencia de Echenique de que se sustituya nación por España. En Estados Unidos, nación es el concepto unitario en el que se integran los 50 Estados. En España, por el contrario, la unidad se predica del Estado, mientras que la Nación es plural). La voluntad de dirigirse no solo al socio del Gobierno, sino a todas las demás formaciones políticas que constituyeron la mayoría absoluta que aprobó la moción de censura en 2018 y que hicieron posible la investidura en 2019.
Tuve la impresión de que el discurso de Sánchez y sus intervenciones en las respuestas a los portavoces de los distintos grupos parlamentarios fue el germen del posible discurso federalista de izquierda que el país necesita. Un discurso federalista, que por nuestra accidentada historia, tiene que incluir a los partidos nacionalistas y regionalistas, independientemente de que algunos de ellos no se autocalifiquen de izquierda.
Por este camino hay que seguir para poder enfrentarse al matonismo de la derecha española, que, como en otros países europeos y americanos, cada vez resulta más visible. Las izquierdas españolas tienen que federalizarse de cara a las próximas elecciones generales. De esta manera se podrá continuar haciendo visible que hay una mayoría social que puede articularse políticamente para dirigir el Estado.
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