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La quinta moción de censura

El presidente de Vox, Santiago Abascal, interviene desde la tribuna en una sesión plenaria en el Congreso.

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La evidencia empírica de que disponemos nos indica que la formalización de una moción de censura siempre conlleva una alteración del marco político en el que se mueven los distintos actores. Si la moción de censura es aprobada, como ocurrió con la que en 2018 condujo a Pedro Sánchez a la presidencia del Gobierno, la alteración es evidente. Pero alteración también se produce cuando la moción de censura no prospera, como ha ocurrido en las otras tres ocasiones en que la moción de censura ha sido formalizada: la de 1980 con Felipe González como protagonista, la de 1987 con Hernández Mancha o la de 2017 con Pablo Iglesias. Cada una a su manera supuso un cambio en la forma en que hasta ese momento se estaba desarrollando la competición entre los diferentes partidos.

Como es sabido, la moción de censura únicamente puede ser formalizada por una décima parte del Congreso de los Diputados, 35 escaños con su composición desde 1978. Desde la primera legislatura constitucional hasta la décima, únicamente el PSOE y el PP han tenido un número de diputados suficientes para poder formalizar una moción de censura. A partir de la undécima legislatura el número de partidos con posibilidad de formalizarla se ha ampliado. Unidas Podemos, Vox y Ciudadanos, aunque únicamente Unidas Podemos en todas las legislaturas, han dispuesto de un número suficiente de diputados para formalizarla.

Durante la época del bipartidismo se formalizaron dos mociones de censura: una por parte del PSOE y otra por parte del PP. Desde que se puso fin a dicha época bipartidista se han formalizado tres: una por Unidas Podemos, otra por el PSOE y otra por Vox, que es la que se va a debatir y votar esta próxima semana.

Todos los partidos que han dispuesto del número de diputados suficiente para formalizar una moción de censura, con la excepción de Ciudadanos, han acabado haciéndolo. El PSOE en dos ocasiones y PP, Unidas Podemos y Vox en una.

La segunda del PSOE en 2018 es la única que ha sido aprobada y con dicha aprobación se configuró el marco político dentro del cual nos seguimos moviendo. Con dicha aprobación se puso fin al Gobierno del PP y, lo que es más importante, se puso fin a la mayoría parlamentaria de la derecha española, que, además, dejaría de estar representada por el PP en régimen de casi monopolio para pasar a estar representada por tres partidos distintos. La alteración del marco político fue de una profundidad extraordinaria.

Los resultados electorales posteriores a la aprobación de dicha moción han venido a confirmar la mayoría parlamentaria que la hizo posible con la misma heterogeneidad política del momento de la aprobación, aunque con variaciones en la composición de los diferentes grupos parlamentarios integrantes de dicha mayoría. Fundamentalmente, el PSOE ha aumentado su número de diputados. Unidas Podemos lo ha visto reducido. Los demás componentes, fundamentalmente los nacionalismos catalán y vasco, han visto aumentada su presencia.

Las otras tres mociones de censura, que no fueron aprobadas, no supusieron una alteración similar a la de 2018 que prosperó, pero tuvieron una incidencia notable en el tablero político, que cambió en los tres casos respecto del anterior al debate y votación de la moción de censura.

Sin duda la que más impacto tuvo fue la que formalizó en 1980 el PSOE con Felipe González como candidato a la presidencia. El PSOE únicamente consiguió sumar los votos del PCE-PSUC y, en consecuencia, quedó lejos de la mayoría absoluta exigida por el artículo 113 de la Constitución. Jurídicamente, la moción fracasó. Pero políticamente, no. El debate de la moción, televisado en directo por la única televisión que en ese momento había en el país, tuvo un seguimiento extraordinario y fue un elemento de primer orden en acentuar el proceso de descomposición que se había abierto en UCD tras el resultado del referéndum del 28F en Andalucía y en afirmar al PSOE presidido por Felipe González, tras el congreso extraordinario de renuncia al “marxismo” como seña de identidad del partido (el equivalente del congreso de Bad-Godesberg del SPD alemán), como “alternativa” de Gobierno.

Adolfo Suárez no se recuperaría del golpe de la moción de censura, abandonando la presidencia del partido en otoño de 1980 en el congreso de Palma de Mallorca y la presidencia del Gobierno en febrero de 1981, abandono que vendría acompañado del intento de golpe de Estado por parte del teniente coronel de la Guardia Civil Antonio Tejero el 23F.

La moción de censura de 1980 alteró profundamente el marco político de los primeros años de la Transición, anunciando un cambio en profundidad y prolongado en el tiempo, en el que el PSOE impondría su hegemonía de manera indiscutible.

Correlato de esa moción de censura sería la sustitución de UCD por AP como el partido dominante en el espacio electoral a la derecha del PSOE. Aunque durante la década de los ochenta hubo todavía una presencia del centro político diferenciada de AP, el CDS fundado por Adolfo Suárez, ya estaba claro que AP se convertiría en el representante electoral del espacio a la derecha del PSOE.

La moción formalizada en 1987 por el PP con Antonio Hernández Mancha como candidato fue una moción disparatada, que acabó poniendo fin a su carrera política. Casi inmediatamente después quedaría descabalgado de la presidencia del partido, convirtiéndose en el único presidente o secretario general de un partido que no ha concurrido como candidato a la presidencia del Gobierno en unas elecciones generales.

Pero la moción tendría un impacto notable en el sistema político español. La recuperación de la presidencia de AP por Manuel Fraga puso fin a la experiencia democrática interna de elección del presidente del partido por los militantes en un Congreso convocado para ello. La designación por el presidente de su sucesor en el cargo se convertiría en la norma. El “gen autoritario” que estaba en el origen de la AP de los “siete magníficos” se reafirmaría tras el fracaso de la moción de censura. Se ha mantenido incólume hasta 2018. Hay una línea directa entre el fracaso de la moción de censura de Antonio Hernández Mancha y la refundación de AP como PP con José María Aznar como presidente, con todo lo que ello supuso. No es poca cosa.

La moción de censura formalizada por Unidas Podemos con Pablo Iglesias como candidato en 2017 fue un prólogo de la moción de censura de 2018. El motivo de la presentación de ambas era el mismo. Un partido tan constitutivamente corrupto como el PP no se podía consentir que siguiera ocupando la presidencia del Gobierno. Por una cuestión de dignidad. La diferencia entre la moción de 2017 y la de 2018 es que cuando se presentó la primera no había sido dictada por la Audiencia Nacional (AN) la sentencia del caso Gürtel, mientras que cuando se presentó la segunda, sí había sido dictada.

Sin la “certificación judicial” de la corrupción, la moción de censura no podía prosperar. Con “certificación judicial”, únicamente el PSOE podía encabezarla. La presentación anticipada de la moción de censura por Unidas Podemos hizo esto todavía más visible, al mismo tiempo que contribuyó a fortalecer al PSOE y a debilitarse a sí mismo.

¿Qué ocurrirá con la moción de censura de Vox que se va a empezar a debatir esta semana? Que no va a prosperar es seguro, pero ¿va a quedar la relación entre las distintas fuerzas políticas exactamente igual de lo que estaban antes del debate y votación de la misma? En un ambiente tan enrarecido como en el que nos movemos, pueden producirse sorpresas, que tal vez no se manifiesten inmediatamente después de la votación, pero que pueden incubarse en el debate y en la votación y dar la cara poco después.

Hasta ahora eso es lo que ha venido ocurriendo. Veremos.

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