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Sobre este blog

Contrapoder es una iniciativa que agrupa activistas, juristas críticos y especialistas de varias disciplinas comprometidos con los derechos humanos y la democracia radical. Escriben Gonzalo Boye (editor), Isabel Elbal y Sebastián Martín entre otros.

Los planes de anexión de Israel evocan el apartheid de Sudáfrica

EEUU rechaza la ampliación de asentamientos en Jerusalén Este y Cisjordania

Barbara Hogan / Andrew Feinstein

Exministra de Salud y ministra de Empresas Estatales de Sudáfrica / Exmiembro del parlamento sudafricano por el Congreso Nacional Africano —

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El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, se encuentra en proceso de anexión de tierras en Cisjordania, pudiendo haber comenzado ese proceso el pasado 1 de julio. Si bien los detalles exactos siguen sin estar claros, existe un factor notablemente evidente: con la anexión Israel consolidará un régimen de apartheid sobre los palestinos.

Habiendo vivido nuestro propio apartheid en el siglo XX, no podemos permanecer indiferentes frente a su equivalente del siglo XXI.

El objetivo final de quienes planean la anexión israelí es fracturar Cisjordania, tomando Israel la mayor cantidad de tierra palestina con la menor cantidad posible de palestinos dentro, haciendo inviable un estado palestino soberano junto a Israel.

Usando el modelo y el aval de la llamada “Visión para la paz y la prosperidad de la administración Trump, Israel puede, perfectamente, comenzar anexando trozos de territorio más pequeños, tales como grandes asentamientos cerca de la línea Verde (Frontera de 1967), pero no hay dudas de que ello escalará en el futro.

Un sistema que trata a israelíes y palestinos de forma separada y desigual y que, además, así se encuentra previsto en las leyes de Israel.

Es difícil mirar el mapa tipo archipiélago incluido en el plan de Trump o los mapas propuestos anteriormente por Netanyahu para su anexión y no pensar en los bantustanes que recordamos de la Sudáfrica del Apartheid.

Los bantustanes, o “tierras de origen”, eran territorios aislados establecidos por el gobierno del Apartheid para confinar allí a los negros en diez zonas racial y étnicamente homogéneas, un intento de una minoría racista para controlar su propio “problema demográfico” a través de una intensa segregación y fragmentación geográfica. Como parte de la Ley de Ciudadanía de las Tierras Bantú de 1970, los sudafricanos negros fueron despojados de su ciudadanía sudafricana y se les otorgó la ciudadanía del bantustán correspondiente. Al declarar a los bantustanes como territorios “autónomos”, el gobierno sudafricano trató de legitimar el despojo a su pueblo de derechos civiles y políticos básicos.

Como miembros del Congreso Nacional Africano y miembros activos de la resistencia sudafricana, participamos en la movilización de otros para unirse a la lucha contra este sistema racista, tanto antes como después del encarcelamiento de Bárbara por actividades contra el apartheid. Con esa experiencia, no es difícil para nosotros ver las similitudes entre los bantustanes y el fracturado mapa que Benjamín Netanyahu y Donald Trump han propuesto para Palestina, que, al igual que el sistema bantustán de Sudáfrica, confina a los palestinos en pequeñas secciones de tierra, separados unos de otros, sin derechos políticos y sin control sobre los recursos naturales vitales, y mucho menos el espacio aéreo o las fronteras.

Sin embargo, a pesar de las evidentes similitudes entre los bantustanes del apartheid de Sudáfrica y las zonas palestinas propuestas por Trump, también hay una diferencia importante que vale la pena señalar: durante la lucha contra el apartheid, la comunidad internacional se unió para exponer el engaño del régimen del apartheid.

Cuando Sudáfrica buscó el reconocimiento internacional de los bantustanes como “estados autónomos”, el mundo dijo que no. En 1976, la Asamblea General de la ONU aprobó una resolución “rechazando la declaración de ”independencia“ de los bantustanes. El mismo año, el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó una resolución similar, ”pidiendo a todos los gobiernos que nieguen cualquier forma de reconocimiento“ a los bantustanes. De hecho, Sudáfrica fue el único país del mundo que reconoció a los bantustanes como estados; el resto del mundo entendió que las zonas enclaustradas que despojaban a los individuos de su ciudadanía y derechos no tenían por qué llamarse ”estados“. Hacerlo solo daría legitimidad a un sistema de discriminación y opresión.

Es claro que Netanyahu intentará vender que el territorio que no anexe es una forma de “autonomía palestina, de igual forma que el plan de Trump, con recurrentes referencias al “Estado de Palestina, recuerdan a los intentos del Apartheid Sudafricano. Sin embargo, no hay nada “autónomo” sobre Palestina de acuerdo con la visión de Netanyahu y Trump, que ambos líderes han dejado claro incluye un control de seguridad permanente de Israel sobre territorio palestino.

Esa situación no es un estado autónomo, sino una marcha atrás que puede permitir a Netanyahu cimentar una ocupación permanente y anexión unilateral. No debemos permitir que Trump y Netanyahu logren un certificado de aprobación de la comunidad internacional para una visión al estilo del Apartheid a través de su uso engañoso de la palabra “autonomía”. Eso no funcionó en Sudáfrica, y no podemos dejar que funcione hoy en Israel / Palestina.

Ahora debemos unirnos para evitar el intento de crear el tipo de régimen moralmente corrupto que recordamos de Sudáfrica. Debemos estar preparados para usar las herramientas pacíficas que nos ayudaron a ganar en Sudáfrica; sabemos, por esa lucha, que es poco probable que los regímenes basados en la discriminación cambien a menos que sepan que hay un precio que pagar por el statu quo.

Por nuestro propio trabajo en Sudáfrica, sabemos que las sanciones son cruciales para mover la mano de los regímenes discriminatorios, y el mundo debe estar preparado para tomar medidas económicas para disuadir a Israel del camino desastroso hacia el que se dirige. Solo así podremos cambiar la realidad actual de la discriminación y la opresión y evitar las peores consecuencias de la anexión.

Debemos trabajar hacia un futuro en el que israelíes y palestinos tengan los mismos derechos civiles y políticos y la oportunidad de vivir una vida de igualdad y dignidad en dos estados seguros y verdaderamente soberanos, uno al lado del otro.

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