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El horror de Mali a través de su música

Lucía Lijtmaer

Tendrán que matarnos antes. Así de contundente es el título del documental dirigido por Johanna Schwartz, que narra una de las historias menos documentadas pero más reveladoras de la actualidad. They will have to kill us first se centra en las consecuencias de la ocupación por parte del grupo islamista Ansar Dine (Defensores de la Fe) del norte de Mali en 2012, lo que lograron con una alianza con el National Movement For The Liberation Of Azawad (MNLA), grupo tuareg que lucha desde los años sesenta por su independencia de Mali. Los miembros del MNLA no sabían que esta alianza iba a volverse contra ellos, pues el extremismo ideológico de los islamistas vinculados a Estado Islámico (ISIS) dominaría todos los aspectos de la vida del territorio ocupado.

La toma de poder de los extremistas islámicos en el norte de Mali implicó el establecimiento de la sharía o ley islámica y la prohibición, entre otras cosas, de la música. A consecuencia de ello, en 2012 todos los músicos se exiliaron o quedaron, literalmente, silenciados.

They will have to kill us first, que se presentó recientemente en nuestro país en el festival In-Edit, cuenta cuatro historias en paralelo: las de los músicos Songhoy Blues, Disco & Jimmy, Moussa Sidi y Kharia Arby, que continúan cantando para no morir. Los cuatro testimonios arrojan luz sobre una rebelión rebelión musical en toda regla, y no del modo occidental -desafiar la ley yihadista es mortal- . Cuando Gao y Tombuctú caen bajo la sharia algunos músicos huyen a la capital, Bamako, o al otro lado de la frontera con Burkina Faso.

Desde el exilio continúan haciendo música, cada uno desde una posición que explica la situación de los últimos tres años: Disco & Jimmy se reorganizan musicalmente desde los campos de refugiados, aprovechando el poder pedagógico de la música para empoderar a las mujeres; Moussa Sadi, músico tuareg, acata el silencio para poder quedarse en Gao con su mujer, hasta que la violencia es insostenible y debe huir; Kharia Arby, conocida como el “ruiseñor del norte” y una leyenda viva en Mali, se resiste abandonarlo todo después de que su casa es arrasada y sufre amenazas constantes de muerte; Songhoy Blues, el grupo formado por exiliados en Bamako alcanza el éxito tras grabar con Damon Albarn, Brian Eno y Nick Zinner (de Yeah Yeah Yeahs) y realizan giras mundiales mientras expresan su deseo de volver a casa.

Rodar la supervivencia desde la supervivencia

Si el documental logra transmitir la resistencia y el poder incuestionable de la música, la historia del rodaje de un documental independiente no es menos singular. La directora Johanna Schwartz explicaba durante In-Edit que descubrió la prohibición cuando el festival del Desierto fue cancelado y, tras investigar sobre la situación en el país, echó mano de su tarjeta de crédito y viajó a Mali.

Embarazada de cinco meses, Schwartz localizó las cuatro historias y emprendió un viaje prácticamente sola por Mali para poder relatar lo que pasaba. “No se trataba de contar el conflicto bélico, pero este aparece de fondo, impregna todo lo que hay”, explica. ¿Una mujer occidental sola, embarazada en territorio yihadista? “Nunca entré en territorio ocupado”, aclara. Aún así, sobre los posibles peligros, reitera que “los periodistas y sus cámaras tenían tanta presencia que yo pasaba desapercibida”.

Tras un par de viajes, la directora realizó un crowdfunding que tuvo mucho éxito entre los fans de la música de Mali -logró reunir 50.000 euros- y pudo seguir a los músicos a lo largo sus periplos por el país y el extranjero.

Gracias al documental conocemos la lucha de la cantante Kharia Arby por volver a tocar en su país, la difícil situación de los tuaregs -de los que Moussa Sadi forma parte- pero también la oposición de la población musulmana al yihadismo. Uno de los miembros de Songhoy Blues explica, sobre el yihadismo: “Son unos hipócritas. Hablan de volver a las raíces del Islam mientras usan sus móviles y fusiles de última generación. El 98% de la población de Mali es musulmana. El Islam es su excusa para la barbarie”.

Tras conocer el ataque del hotel en Bamako, Schwartz nos responde por correo electrónico: “Songhoy Blues se encuentran en París, dónde tenían que tocar esta semana. Me gustaría decir que 'se encuentran fuera de peligro en París', pero sabemos que eso no es cierto. Bataclan, el espacio que fue atacado en París, es el tipo de sala en la que Songhoy Blues suele tocar. Khaira Arby tampoco está en Bamako sino en Tombuctú, dónde hay un concierto planeado para mañana por la noche. Se trata del concierto de mayores dimensiones desde la prohibición. Acaba de confirmarme que no piensa suspenderlo. Es un acto de desafío”.

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