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La escritura no creativa de Kenneth Goldsmith y la ola conceptualista

Kenneth Goldsmith

María Salgado

Kenneth Goldsmith es el editor fundador de UbuWeb y profesor de Poesía y Práctica Poética en la Universidad de Pennsylvania. En 2013 fue nombrado primer Poeta Laureado del MoMa. Mientras que en EEUU se publica Capital: New York Capital of the XXth century, su remake del Libro de los pasajes de Walter Benjamin, la editorial Caja Negra publica una traducción al español de su ensayo Escritura no creativa. Gestionando el lenguaje en la era digital, una traducción de Alan Page que va precedida por un sucinto prólogo de Reinaldo Laddaga.

Escritura no creativa fue publicado en 2011, acaso el año estelar del conceptualismo en sus diez años de vida. El conceptualismo es, o ha sido, a grandes rasgos, una gran ola de prácticas apropiacionistas, es decir, de procedimientos de composición escrita (o musical) que toman su material textual de fuentes ya existentes, a menudo mediante procedimientos digitales. También es el último movimiento de poesía internacional (léase: occidental y anglocéntrico, por no decir newyorkcéntrico) que llega a articular algunas antologías, proposiciones y grupos de poetas de un modo tan eficaz y vistoso como tal vez no sucedía desde el concretismo.

En el año 2011, por ejemplo, vio la luz la antología Against Expression en la que Kenneth Goldsmith y Craig Dworkin compilaban una serie de textos conceptualistas junto a una serie de textos del más alto linaje de las vanguardias y neovanguardias del siglo XX (Mallarmé, Duchamp, Tzara, Cage, Beckett, Roussel, Perec, Acconci, Graham, Acker, etc). La compilación buscaba lo que toda operación antológica desea: instituir una línea genealógica legitimadora de una idea del presente. En el origen de esta antología está a su vez la antología de poesía conceptual publicada por Goldsmith y Dworkin en esa gran antología de vanguardias que a su vez es la Ubuweb.

Dworkin es el autor de un interesante libro sobre prácticas de lectoescritura, digamos, procedimentalistas, titulado Reading the illegible (Leyendo lo ilegible) del año 2003. Unoriginal Genius: Poetry by other means in the new century de Marjorie Perloff (2010) bendice el paso de la obra de Goldsmith al interior del canon de las poéticas de vanguardia. Pero sin duda el libro de poética más idiosincrásico del conceptualismo, por lo elusivo, distractivo e intuitivo de sus proposiciones es Notes on conceptualism (Notas sobre conceptualismo, Ugly Duckling Presse, 2009) de poetas Rob Fitterman y Vanessa Place.

Escritura no creativa trae varias ideas interesantes y varios efectos pirotécnicos al mapa de flujos de ideas y prácticas escritas actuales, con los que merece la pena encontrarse.

Cuatro ideas contenidas

En primer lugar, la idea de corta-pegado de partes o totalidades de textos preexistentes al propio texto en unas cantidades superiores a las que la forma del collage solía manejar, con el consecuente relajamiento de eso que se llama “creatividad”. Es evidente que cierto nivel de apropiacionismo está plenamente admitido como forma legítima de las artes visuales, y es muy probable que a las prácticas musicales contemporáneas cualquier idea de sampleo ya no asuste en absoluto. Pero las prácticas poéticas están más estancadas en cierta idea romántica de originalidad, y la apropiación puede todavía llegar a causar problemas graves no ya de derechos de autor sino de identidad.

No hablamos de los procesos judiciales en que se han visto involucrados varios atrevidos apropiacionistas de Borges, sino de una verdadera escasez de incluso las más sencillas formas de collage dentro del corpus de la poesía española del XX. Este libro puede venir a agitar ese avispero.

En segundo lugar, el apropiacionismo abre aún más la posibilidad de atender al hermoso transcurrir de las frases del mundo. La belleza de las frases mundanas, rearticuladas como literatura frente a la teatralidad de una expresión poética que a veces no consigue escenificar una vividez verbal igual de consistente. Se puede discutir si la forma duchampiana de ready-made es una toma de mundo similar a la de recortar un trozo de texto de la web, pero el efecto de esta inclusión “hiperrealista” y hasta “populista”, en términos de Goldsmith, agita un segundo e importante avispero.

En tercer lugar, resulta importante la negociación que el conceptualismo plantea respecto a Internet. Partiendo de la premisa de que Internet es la tecnología que cambiará la escritura como en su día la fotografía cambió la pintura, y de que la cantidad es la nueva cualidad, se propone que la literatura realice una “gestión” de la información. La proposición por un lado enfrenta a la Literatura con las densísimas escalas verbales de un medio en el que ya existen infinitos textos escritos por máquinas para ser leídos por otras máquinas.

La proposición por otro lado se arriesga a convertir la literatura en una rama de la cibernética, es decir, en una forma de regulación de lo que en el mundo hay en tanto datos, sin sensibilidad. El riesgo al que se exponen los poetas no-creativos es pues aquí convertirse en agentes de desaparición, en agentes de armonización de un “lenguaje provisional” “rebajado” y “transitorio”. En agentes de la fluidificación de un mundo materialmente separado, partido, hecho desperdicio.

En cuarto lugar, resulta crucial la idea de la transcripción como forma de escritura. Escritura no creativa es, por último, un buen catálogo de textos que emplean esta suerte de proceder inexpresivo, maquínico, descarnado. La selección y descripción de piezas hecha por Goldsmith se ofrece por sí misma como una posibilidad de relectura y lineamiento interesante.

Si a ella se quisiera añadir, para entender el movimiento, unas cuantas obras más, éstas muy bien podrían ser: la transcripción al inglés que el propio Goldsmith hizo de cada gesto producido por su cuerpo y descrito por su voz para una grabadora a lo largo de un día (Fidget, traducido al español por el poeta Carlos Bueno Vera y publicado por La Uña Rota: Inquieto). La colección de cuatro confesiones a cuatro curas católicos de un mismo pecado que de este modo convierte la ley divina en una cuestión variable, por parte de Trisha Low (Confessions [of a variety] en la editorial Gauss; versión en español). El exuberante Epic Lyric Poem publicado por Danny Snelson este año en Troll Thread tras procesar digitalmente más de ochocientas letras de canciones con la palabra “lírica” entre sus líneas; y ese largo poema sentimental e hiperlírico parece que escrito por una única persona pero realmente modelado a partir de distintas frases de soledad y alienación tomadas del marasmo del ciberespacio por Rob Fitterman en su No, un momento. Ajá. Sin duda me odio todavía a mí mismo (traducción de Rodrigo Rey Rosa para la editorial Contrabando).

El contexto es el nuevo contenido

Si buena parte de la poesía más aventurada de la primera mitad del siglo XX tendió sus textos hacia el lado de una formalidad lingüística bastante opaca a través de la fragmentación y la disyunción, de la distorsión de la transparencia semántica con que el mundo finge funcionar; la enfatización de esa misma transparencia que hacen los textos más puristas de Goldsmith mediante la cruda descontextualización se sitúa en el extremo opuesto del rango de materialidades verbales. Allí donde está la claridad máxima del lenguaje normado se coloca, apostándolo todo a la recontextualización. El contexto es el nuevo contenido (“context is the new content”) escribe en 2011, anotando de paso cómo el personaje del artista se recarga del valor autorial del que se ha desprendido la obra. Cómo la operación de contextos se puede también realizar mediante el propio gesto de exhibición.

Algo de este pronóstico de Goldsmith se vio cumplido este año 2015, cuando su lectura pública del texto de la autopsia de Michael Brown causó una conmoción y un escándalo como tampoco se recordaban en los panoramas de la poesía occidental desde hace décadas. No era el momento, no era el modo, no era el tono, no era el procedimiento, no era el material, no era el sujeto indicado para un acto en cualquier caso inadecuado. El problema aquí fue evidentemente ético, si es que es posible escindir esta instancia de la estética. Entre otras mil implicaciones, el caso avisa del hiperexhibicionismo de una autoría a la Warhol.

A causa de este caso se ha generado un debate tan extenso y polarizante que para el crítico y escritor mexicano Heriberto Yépez, 2015 es el año en que hay que dar por terminado el conceptualismo. 2015 es el año en el que, además, el poeta neoyorquino Felix Bernstein ha publicado Notes on Post-Conceptual Poetry. Quizá sea por ello el año más interesante para que a los extremos de las provincias del imperio, en las capitales fronterizas donde el imaginario se esté reinventando como fuerza y viveza del presente del fuego violento del mundo increado y destrozado por el capitalismo, se empiece a procesar críticamente y a pervertir estéticamente qué cosa fuera aquello que pasó en la primera década de los dosmiles en la capital del siglo XX occidental.

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