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Editors logra que todo le suene bien

Editors afirma que crear su último trabajo ha sido "un camino pedregoso"

Jesús Travieso

Madrid —

Que el último disco de Editors no haya gustado a muchos entra dentro de lo normal. Ese giro a un sonido más natural y menos artificial, al restar sintetizadores a las melodías, ha provocado que algunas de sus canciones sean irreconocibles para un gran número de sus seguidores. Éstos quizá solo necesitaban un concierto para reconciliarse con ellos y escuchar de otra manera las canciones de The Weight of your love. Y así ha sido. Porque en directo, como ocurrió anoche en Madrid, suenan a gloria.

Los británicos ofrecieron un gran espectáculo en una sala La Riviera que no se llenó, pero en la que nadie echó de menos una pista agobiante en la que no poder saltar a gusto. Tampoco les hizo falta. Cierto es que ya tenían al público predispuesto para caer rendidos ante sus acordes. Un cariño correspondido por los de Tom Smith, que se ganaron aun más con su actuación a las cerca de 2.000 personas que acudieron a verles a pesar de los 35 euros de entrada. Una posible razón por la que el resto que pudo haber llenado el aforo no se animó a pasar la noche del lunes con música en directo. Unos 90 minutos en los que los de Birmingham hicieron sonar bien lo que trasladado a un estudio de grabación no resultaba tan agradable a la escucha.

Para ayudarles a calentar el ambiente contaron con los belgas Balthazar, que con su indiepop aderezado con violines fueron un prolegómeno perfecto ante el auténtico motivo que llevó a la gente a la sala. Una banda que se dedicó a hacer lo que sabe. tocar. Sin estridencias ni dosis de protagonismo innecesarias. Y que por eso se ganaron el aplauso y el respaldo de todos los que iban accediendo al recinto antes de la hora señalada para Editors. Y que solo se retrasaron unos 10 minutos.

Aun conociendo las reticencias sobre su último trabajo, comenzaron con Sugar, una de las canciones más eficaces de entre las novedades que presentaban en Madrid. Y que por suerte en vivo no tiene nada que ver con lo que podemos escuchar en el disco. Ahí Tom Smith ya demostraba su facilidad para la expresión corporal, manejando al público a su antojo al mover las manos de forma hábil. Así se los metió en el bolsillo para que cantasen junto a él Someone says, un tema perfecto para rematar un gran inicio. Todo a pesar del deficiente sonido del emplazamiento, atenuado con un juego de luces austero pero efectivo para lograr el objetivo de integrar al público en el show.

Los pelos de punta llegaron pronto. Fue cuando comenzó a sonar el piano de Smokers Outside the Hospital Doors, que anticipaba lo que prometía ser un espectáculo. Y así fue, ya que luego llegaron Bones, Eat Raw Meat=Blood Drol y Two Hearted Spider. La relajación que supuso esta última remitió pronto con An End Has a Start, uno de los himnos del grupo de Birmingham que puso a saltar a todo el mundo. Un bloque que sirvió para confirmar que el bajista Russell Leetch y el batería Ed Lay siguen en plena forma. Igual que Tom Smith, un prestidigitador que solo necesita moverse por el escenario para encandilar al público.

El olor a Joy Division

Formaldehyde y A Ton of Love, dos de los singles de The Weight of your love, permitieron que los asistentes continuasen disfrutando de un conjunto que sabe cómo se toca en directo. Y eso no es nada fácil. Otro clásico como You don’t know love tampoco faltó, así como Bullets, que fue el albor perfecto al momento íntimo de la noche. Tom Smith, que antes y después no dudaba en subirse al piano para que se le viese mejor, cogió su guitarra acústica y tocó The Phone Book junto al guitarrista Justin Lockey, que le acompañó magistralmente.

Esta tregua acústica duró poco, ya que el baile retornó con Munich, uno de sus ‘temazos’. La locura prosiguió, ya que justo después llegó The Racing Rats, quizá la más bailable de sus 11 años de carrera. Honesty fue la encargada de cerrar la primera parte de un concierto en el que nadie echó de menos a Chris Urbanowicz. Y eso que han tenido que venir dos nuevos miembros, Lockey y Elliott Williams, para que la banda sonase igual.

En su retorno ante la pista, Smith aprovechó para presentar a sus compañeros mientras de fondo sonaban los sintetizadores de Bricks and Mortar, un tema por el que muchos comenzaron a acordarse de Joy Division y Ian Curtis. Los comentarios sobre lo parecida que era la voz grave de este último a la del líder de Editors se podían escuchar entre algunos asistentes, y más con una canción que cuenta con una base tan electrónica. Con Nothing, una de esas pistas del nuevo trabajo que resultaba irreconocible en comparación con lo que venían haciendo, los británicos empezaron a decir adiós a Madrid hasta otra ocasión.

La despedida no defraudó, y hasta los más contenidos no pudieron resistirse. Lo que sonaba era Papillon, en la que mezclan todas sus virtudes y sonidos para el disfrute del personal. Toda la sala vibró y botó ante la apoteosis que prepararon los protagonistas desde la tarima. Un cierre brillante y que dejó con ganas de más. De mucho más Editors.

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