Protestar sin permiso
El 3 de junio del 2010, una mujer entra en una sucursal bancaria sevillana y se vacía el monedero sobre la cabeza. Las monedas suenan al caer al suelo. De seguido, ante la mirada atónita de la gente, se arranca a bailar flamenco.
No se trata de un espectáculo improvisado, forma parte de una serie de acciones puestas en marcha por el grupo folclórico situacionista bautizado como flo6x8; un colectivo que maneja el flamenco para hacer crítica a la vida cotidiana.
Julia Ramírez-Blanco, profesora de la Universidad de Barcelona, señala esta acción como uno de los precedentes de lo que meses después sería el 15M. Lo hace en un libro que acaba de ser publicado por Alianza y que se titula “15M. El tiempo de las plazas”. Porque meses antes de que arrancasen las protestas primaverales, el ambiente tan desastroso propició movilizaciones, brotes enfurecidos provocados la crisis económica. Sin duda alguna, la manifestación más audaz tuvo como protagonistas a la gente de flo6x8 que, cargada de conciencia crítica, dinamitó el entorno con arte. Poco o nada se dijo al respecto. Hoy toca celebrar sus acciones.
En estos días llegan las efemérides, la solemnidad y la parafernalia que rodea a los actos oficiales, convirtiendo la espontaneidad del pasado en mercancía del presente. Aprovechando las fechas, en el libro de Julia Ramírez-Blanco se nos detalla lo que fue aquel movimiento que vino a postular solidaridad para un tiempo egoísta. Desde los precedentes del “No a la guerra” hasta la vulnerabilidad del ladrillo español, pasando por la primavera árabe y la revolución islandesa, Julia Ramírez-Blanco nos va poniendo sobre la pista de las circunstancias que llevaron a la gente a ocupar el Kilómetro 0 de la capital de España.
El trabajo resulta muy completo debido a que no se ha dejado fuera lo que en cualquier otro trabajo sociológico se pasa de largo, me refiero a la parte artística, donde la estética de la protesta viene condicionada por la denuncia de su fondo. Porque donde rigen las condiciones modernas de producción hay una inmensa acumulación de espectáculos donde las relaciones se falsifican, y eso merece ser denunciado.
Para ello, nada mejor que montar un espectáculo donde los valores auténticos se expresen con pureza. Es aquí donde toma valor este libro, lo que convierte este trabajo en un trabajo diferente a los demás. En el capítulo dedicado al “Flamenco Anticapitalista” se nos da la medida de lo que es una protesta artística protagonizada por el grupo flo6x8; un colectivo influenciado por Guy Debord y por William Washabaugh, en cuyo trabajo titulado “Flamenco. Pasión, política y cultura popular” (Paidós), el antropólogo norteamericano incide en la raíz política del arte flamenco. Con su trabajo, Washabaugh va a invertir los enfoques que se proyectan de arriba hacia abajo, manera típica a la que nos tienen acostumbrados la mayoría de los estudios referentes al flamenco.
El flamenco viene de abajo y, por lo tanto, es expresión denunciadora del abuso del penúltimo hacia el último. La raíz libertaria del flamenco, el contexto comunista donde desarrolla sus letras siempre ha sido una bofetada rítmica al opresor. De ahí que el grupo flo6x8 abofetee con arte el capitalismo cada vez que llega a una sucursal bancaria.
Sin duda alguna, formaron parte de la corriente inspiradora del 15M aunque poca gente lo sepa. Por eso está muy bien que diez años después, cuando del 15M solo quedan las cenizas de los días y las noches que salimos a la calle a encender la protesta, alguien lo recuerde.
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