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Cadidjato Baldé: “Para acabar con la mutilación hay que entenderla, a mí me la practicaron como a todas, por tradición”

Cadidjato Baldé

Emilio J. Salazar

Alicante —

Cadidjato Baldé te corrige y se autocorrige nada más empezar. “Yo no diría que he ‘sufrido’ la mutilación genital femenina (MGF) -explica- ni me gusta que me presenten como víctima porque mi familia no lo hizo para hacerme daño; al revés, ellos montaron una fiesta y lo celebraron cuando me la hicieron a los cuatro años”, argumenta. Su explicación es que “simplemente ellos no tenían el conocimiento” que ella ahora atesora sobre una práctica tan cuestionada como extendida por todo el planeta donde se estima que 140 millones de mujeres han sido mutiladas, con especial incidencia en algunas comunidades africanas, en grupos étnicos de países asiáticos, en Oriente Medio y en zonas de Sudamérica.

Esta joven enfermera nacida en Guinea Bissau se ha convertido en una voz autorizada en la materia en España donde vino en 2004 escapando de un matrimonio forzado con un imán de 64 años. Ella tenía entonces solo 11 aunque su documentación ponía 13, edad con la que concluye la educación obligatoria y pudo abandonar su país gracias a Javier Fernández, su “padre de España”, a quien había conocido en anteriores visitas a través de la ONG Pueblos en Marcha. “Por lo que ahora me toca explicar que aunque aparezca que tenga 28 años, en realidad he cumplido en abril 26”, aclara.

Su acento sevillano le delata. En la capital andaluza ha vivido desde entonces hasta su marcha reciente a Tenerife para seguir ejerciendo como enfermera. Allí continuó con sus estudios hasta acabar la universidad, pero fue en el instituto cuando por primera vez se adentró en la MGF para un trabajo de investigación alentada por una profesora. Sabe por ello que la educación juega un papel fundamental en la concienciación sobre los peligros de la ablación del clítoris, cuya práctica achacada más cuestiones tradicionales que religiosas. “Es cierto que la religión tiene un peso importante pero la explicación que te dan es que se lleva practicando desde siempre”, explica.

Su cambio de mentalidad no comenzó hasta la primera vez que tuvo, ya en España, infección de orina, una de las secuelas más comunes. “No sabía entonces que la mutilación genital era algo malo, de hecho pensaba que en España también se practicaba con frecuencia”, reconoce. En las charlas y jornadas en las que participa contribuye a que muchas mujeres africanas afincadas en nuestro país descubran por primera vez los males de la MGF. Un último ejemplo lo ha vivido en un taller de sensibilización sobre salud sexual organizado por la fundación Elche Acoge. “Una mujer me ha confesado que hasta que no le hemos hablado del tema ella tenía el pensamiento de practicárselo a su hija y es que antes no vinculaba los dolores que sigue teniendo con la mutilación”, afirma.

Dolores no solo físicos –el periodo de la menstruación a veces se vuelve más intenso-, también psicológicos al conservar un recuerdo traumático del momento en el que las mutiladoras tradicionales o fanatecas lo realizaron. Al final, recuerda Baldé, la MGF puede conllevar consecuencias graves para la salud sexual y reproductiva de la mujer.

“Les insisto en que es muy importante que se conozcan a sí mismas y lo que sienten en su sexualidad”. En esta clase de talleres trata de romper las creencias arraigadas y sustentadas de manera errónea en la religión de que masturbarse está prohibido. Al final también acaban reconociendo la dificultad que arrastran para llegar al orgasmo, lo que se conoce como dispareunia (coito doloroso).

Profesionales sanitarios

Pero la labor de concienciación no debe acabar en las propias mujeres residentes en España donde se estima que unas 70.000 proceden de países en los que se practica la MGF, de las cuales 8.000 son niñas menores de 14 años expuestas -el personal de la Conselleria de Sanidad Universal ha diagnosticado 22 casos de ablación del clítoris en 2018-.

Debe continuar con los profesionales sanitarios cuyos conocimientos sobre esta cuestión no siempre son los deseados, se lamenta Baldé. “Me he topado con alguno que de entrada no saben cómo actuar y otros que incluso no les interesa el tema”, insiste. ¿Un ejemplo? “Una de las chicas que hemos atendido hoy ha ido varias veces al médico por los dolores que arrastran;  en ningún momento lo ha relacionado con la mutilación. Le han mandado antibióticos y le están haciendo un estudio”. 

Para seguir formando al personal sanitario Cadidjato Baldé volverá a Alicante el próximo 13 de junio para participar en las VIII Jornadas Internacionales de Cultura de los Cuidados que coordina el catedrático de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad de Alicante José Siles. Allí compartirá mesa redonda con su compatriota Fátima Djarrá, activista de Médicos del Mundo de Navarra y con la keniata Asha Ismail, fundadora de la ONG Save a Girl Save a Generation cuya misión es acabar con la mutilación genital femenina.

Entonces, ¿se puede acabar con una práctica tan arraigada? “Les explico a los profesionales sanitarios y estudiantes que para acabar con ella primero hay que entender este fenómeno y hay que conocer la cultura de origen”. Insiste en que si partes del desconocimiento “lo que haces es criticarlo, esa persona no te va a escuchar y la pierdes de entrada”.

En su país, Guinea Bissau, la MGF fue prohibida en 2011 bajo pena de prisión y según algunos estudios esta práctica ya se ha reducido un 10% en las niñas de 0 a 14 años. “En mi familia de allí se sigue viendo como una tradición pero a mi cuñada por ejemplo le han entrado las dudas de hacérselo a su hija y esas dudas ya representan un paso importante”, concluye. 

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