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Provocación, radicalización y foros

José Cervera

Recibe el Defensor un comentario de Javier Vilalta Bautista, de Sant Llorenç d'Hortons, relacionado con el artículo de Rafael Reig titulado ‘El catalanismo realmente existente’. El lector, reconociendo que en eldiario.es “es posible encontrar opiniones desde los dos extremos” y que espera “leer opiniones plurales y distintas a la mía, sobre todo en un tema tan delicado como éste”, encuentra problemas con el texto de Reig. En concreto afirma:

No creo que llamar “cazurros” y “paletos” a personas que no están de acuerdo con uno sea una forma de educación ni que sea la línea habitual del diario. Más allá de esto, y aunque otros lectores le han contestado en los comentarios, no creo que forme parte de la ética periodística hacer un artículo en el que el autor reconoce que desconoce el asunto (dice que no ha dedicado tiempo al tema) y luego ataque desde el desconocimiento a los que no están de acuerdo con él.

Las frases a la que se refiere el lector dicen textualmente:

¿Por qué el catalanismo del que disponemos es tan eclesial, cazurro y hasta imperial, con la lengua como compañera? [...] Resumiendo de nuevo: creo que la independencia de Cataluña la deben decidir los catalanes, pero lamento que sólo cuenten para ello con este catalanismo místico, metafísico y trapacero, paleto y grandilocuente.

Respecto a su conocimiento del tema el autor afirma:

En primer lugar, es insólito, rarísimo, casi milagroso que piense en el soberanismo catalán. Se trata de un asunto al que puede que en mi vida le haya dedicado tantos minutos de reflexión como al piragüismo. La prensa, los políticos y el narcisismo catalán pretenden que en Madrid se vive dramática y obsesivamente lo que sucede en Barcelona. Nada más lejos de la realidad que conozco: con todo respeto, por aquí a la gente le importa un pito, salvo a cuatro intoxicados por las alarmantes “noticias” de El Inmundo sobre niños martirizados por hablar en castellano en el recreo y otras ocurrencias tremendistas.

Dejando aparte el hecho de que Rafa Reig es conocido por su estilo provocador, cabe preguntarse si en este texto y específicamente en estas frases el columnista está faltando al debido respeto a las personas. También cabe la duda sobre la ética de escribir sobre lo que se afirma desconocer. En cuanto a la primera pregunta, parece claro que Reig dirige sus invectivas a una ideología, quizá a su representación orgánica (partidos políticos), pero no a una persona. Respecto a la falta de ética de escribir sobre lo que no se conoce, el autor se limita a quitar hierro al soberanismo catalán, restándole importancia. Al igual que en el caso de los adjetivos, se trata de un artificio retórico para apoyar su opinión. No parece haber base factual para la crítica, aunque por supuesto la haya para la discrepancia.

Más interesantes para este Defensor son las varias polémicas que ha generado el texto en los comentarios. Aun reconociendo que es más común que la gente escriba para rechazar lo escrito que para alabarlo, un sesgo habitual de los sistemas de participación del lector en la Red, en este caso muchas voces han tratado muchos temas con un único punto en común: impugnar de modo tajante y a veces airado el texto de Reig, sus datos, sus intenciones y sus palabras.

Pero buena parte de los críticos muestran una curiosa selectividad argumental, como si sólo viesen una porción de lo que hay en el artículo. El autor hace un exhaustivo intento de tocar todas las narices posibles: desprecia el concepto de patria, respeta el derecho a decidir y la independencia, descalifica a los movimientos políticos que se presentan como defensores del soberanismo, ataca la política lingüística de la Generalitat, etc. Hasta tacha de ‘orwelliano’ al polémico sistema que permite a los comentaristas hacer más o menos visibles, mediante sus votos, algunos comentarios ajenos.

Sin embargo, en los comentarios críticos cada cual singulariza la discrepancia que le hiere y se olvida del resto, eligiendo ofenderse en lo que a cada cual le toca pero sin dar por recibidas las ideas con las que podría sintonizar. Es una tendencia cada vez más extendida en la prensa y en la sociedad, que tiende a crear grandes bloques opuestos de opinión radicalizada al silenciar las coincidencias parciales y exigir adhesiones completas, sin matices ni lugar a opiniones complejas. Parece que la coincidencia ideológica no puede ser parcial y, por tanto, negociable y reconducible; ha de ser total. No hay espacio para medias tintas.

Para conseguirlo nos fijamos más en lo que nos separa que en lo que nos une. La más mínima discrepancia convierte en enemigo a quien la profesa, y el matiz (que se obvia) contribuye a aumentar la tensión en lugar de a reducirla. Al mismo tiempo cualquier crítica se considera como insulto personal, y el pensamiento diferente se convierte en rechazable y perseguible. La dinámica lleva al fraccionamiento de la opinión en dos cámaras de ecos que se retroalimentan y entre las que cualquier intercambio de opinión es imposible.

Podemos ver que esta tendencia ya está operando al considerar un segundo factor que une a los críticos del artículo, incluso cuando defienden las ideas más opuestas: todos rechazan que Reig quite importancia al soberanismo. En este tema, al parecer, se puede estar a favor o en contra, pero es inaceptable considerarlo como un tema menor. La mayor provocación no es estar en desacuerdo, sino despreciar la importancia del conflicto. Una muestra quizá de que incluso entre lectores y comentadores de eldiario.es, el diálogo sobre este tema se está volviendo cada vez menos matizado y más radical. Algo que la comunidad debería confrontar y discutir; en ningún caso es positivo que haya temas tabú.

Por fin, en el aspecto tecnológico tal vez sean necesarias mejoras en los sistemas de evaluación de comentarios para evitar el ‘efecto censura políticamente correcta’ que tanto preocupa a Reig y a algunos de los comentaristas. Quizá se puedan incorporar algunos de los elementos que usan sitios comunitarios como Slashdot o Barrapunto como son la puntuación múltiple (de -1 a 5 pasando por el cero) y la posibilidad de puntuar a los evaluadores, lo que tiende a generar bucles de realimentación positiva que mejoran notablemente la calidad de los comentarios. Sería bueno evitar la extensión de la sordera selectiva entre lectores y periodistas de eldiario.es; la sociedad española y la catalana necesitan foros de diálogo con voces múltiples, no más salones de espejos ideológicos.

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