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“Gracias a las empleadas del hogar muchos hombres y mujeres van a trabajar”

Juana Flores, en su visita a Madrid. FOTO: MARTA JARA

Ana Requena Aguilar

Juana Flores nació en México, tiene 55 años y con solo cinco empezó a trabajar como empleada doméstica. Es una de las activistas internacionales más reconocidas en la lucha por los derechos de las empleadas del hogar: miembro de la organización Mujeres Unidas y Activas (MUA), impulsora de la Alianza Nacional de Trabajadoras Domésticas de EEUU y representante ante la Organización Internacional del Trabajo durante las negociaciones para aprobar el convenio 189. Este convenio, que España no ha ratificado, es el marco legal que reconoce todos los derechos laborales a las empleadas domésticas.

Este fin de semana se celebra en Madrid el Primer Congreso sobre Empleo de Hogar y Cuidados, organizado por el ayuntamiento y por el Grupo Turín, una plataforma que agrupa a organizaciones y personas que trabajan por dignificar los cuidados y presionar a España para que ratifique el convenio 189. Flores participa, entre otras muchas activistas, en este Congreso al que acuden cerca de 300 empleadas domésticas de diversas comunidades autónomas.

Su madre fue empleada del hogar, usted es empleada del hogar...¿Cómo ha sido su trayectoria, en qué condiciones ha trabajado?

Vengo de una familia de once hermanos más mi mamá y mi papá. Siempre que las vecinas de mi mamá se embarazaban, mi mamá me prestaba: me decía ve a cuidarle al niño, mientras ella estaba en la cuarentena y no se podía mover, o ve y lávale los trastes, haz las camas... Yo tendría cinco o seis años cuando hacía esto y no recibía dinero por ello. Ellas le pagaban a mi mamá o le daban la comida que sobraba. Yo veía que mi mamá ayudaba con lo que a mí me daban y quería parecerme a ella, pero yo no me veía como una empleada del hogar. Hasta que estuve más grande, como de diez o doce años, que entré más formalmente a cuidar a una niña, no me di cuenta. Mi madre me decía que es lo que nos había tocado, que nosotras éramos sirvientas, y a mí me dolía mucho eso, porque la gente nos lo decía despectivamente por la calle, como para herirme, y lo lograban.

Una pareja de EEUU adoptó un niño en México y me dijeron que si me iba con ellos, yo iba a estudiar y a hacer lo que quisiera durante el día porque solo tendría que encargarme de cuidar durante el día. A mí me pareció muy bien, yo tenía 18 años, pero no fue así. Ellos trabajaban todo el tiempo, apenas estaban unas horas en casa. No podía salir, no conocía nada, no sabía hablar el idioma. El señor me molestaba, siempre me estaba hablando de cosas sexuales o me asustaba. Yo no sabía que eso era acoso. Después de tres años, no aguanté más y me fui. Más adelante regresé otra vez a EEUU, con mi marido y mis dos hijos, y seguí trabajando en casas, a veces con abuso. A veces me pagaban, otras no. A veces nos llevaban a cinco a limpiar una casa, la terminábamos rápido y me pagaban cinco dólares. Luego a otra, y me pagaba solo media hora.

¿Cómo empezó a entrar en contacto con otras mujeres y qué supuso eso para usted?

Cuando llegué a la organización, a la organización Mujeres Unidas y Activas (MUA), empecé a escuchar que eso que sufría era abuso, que estaban violando mis derechos, pagando muy poco y tratando mal. Me di cuenta de que yo sin documentos y sin hablar el idioma también podía ejercer mis derechos. Ahí desperté, pensé que como yo había muchas y que tenía que hacer algo. Empecé a tener reuniones en mi casa. Iba a las agencias, a las paradas de buses, a las clínicas, donde sabía que había muchas mujeres, y las llevaba a mi casa. Casi todas las semanas nos juntábamos con mujeres para hablar de nuestros derechos. No teníamos oficina, en la organización solo teníamos una reunión mensual.

El trabajo de las empleadas del hogar es muy aislado, ¿son esos espacios comunes necesarios para romper ese aislamiento y que las trabajadoras se empoderen?

Claro, queremos que la información llegue y se multiplique. Sé que si una mujer tiene información la va a dar a otra. Mucha gente llega y me dice que me encontró hace seis meses y que yo le di un folleto. Muchas veces parece que te ignoran cuando le das el folleto, pero sé que lo guardan. A veces le damos una lima de uñas con información, porque trabajamos mucho con la violencia doméstica. Trabajamos también con la autoestima: yo les digo que si una mujer no reconoce dónde está y el valor que tiene, va a ser abusada en cualquier parte que vaya. Nuestra misión es que la mujer reconozca el poder que tiene y que lo ejerza. Tenemos programas para que las mujeres hablen, se fortalezcan, saquen sus traumas y a partir de ahí ejerzan sus derechos, también los laborales

¿Qué hacen desde la Alianza Nacional de Trabajadoras Domésticas?

Tenemos cincuenta personas en plantilla, mucha variedad de programas a nivel de nacional, un presupuesto de 17 millones de dólares y 56 organizaciones involucradas en 34 estados. En seis estados hemos logrado que se aprueben cartas de derechos de las empleadas del hogar.

Uno de los planes que tenemos es el de formar en cuidados de gente mayor porque ahora la población está envejeciendo mucho y ya está habiendo mucha demanda de cuidados. Ya hay muchas mujeres que pueden hacer ese trabajo pero muchas veces no tienen el entrenamiento necesario. Queremos una formación para hacer un trabajo digno tanto para ellas, como para la persona que están cuidando. Queremos que el Gobierno se responsabilice de la formación de estas personas y de su documentación para que puedan trabajar legalmente. Si la persona que están cuidado no tiene dinero para pagarles, que el Gobierno se responsabilice de parte del pago para que las cuidadoras tengan un sueldo digno. Queremos que esa gente pueda traer a sus familiares porque muchas personas de las que emigramos dejamos en nuestros países a nuestros hijos, que es lo más querido.

¿Qué incluyen esas cartas de derechos de las que habla, qué derechos se están reconociendo y cuáles no?

Cada estado está aprobando derechos diferentes. En California, donde impulsamos la legislación las trabajadoras prácticamente al 100%, empezamos con 14 puntos a aprobar, como derecho a vacaciones, días por enfermedad, o baja por maternidad. Cada vez que pasaba un trámite, alguno de los puntos se iban cayendo. Fueron pasando y nos quedamos con un solo punto, aunque es muy bueno, que se paguen las horas extra.

Entonces, ¿no hay derecho a baja por enfermedad, maternidad o vacaciones?

No. Si estás embarazada, simplemente Dios te ayude. Sí hay más derechos en Nueva York, como horas de vacaciones, por enfermedad y horas extra pagadas. En Massachusetts también se aprobaron más derechos, como la baja por enfermedad o maternidad. Depende mucho de los políticos que estén y de lo que quieran apoyar. Ahora lo que queremos es enfocarnos en Texas, porque es donde están la mayoría de inmigrantes y se producen muchísimos abusos. Va a ser difícil porque es un lugar bien racista.

¿Crees que la sociedad valora y aprecia ese trabajo?¿Está la sociedad está en deuda con trabajadoras como usted?

Todavía no hay reconocimiento, hay mucha resistencia. A mí me duele mucho porque como trabajadora del hogar yo quiero que todo el mundo sepa que el trabajo del hogar no nos avergüenza, no es que no nos sintamos profesionales, somos profesionales. Por nosotras muchas mujeres y hombres salen a trabajar, cuidamos a sus hijos, lo más querido. Qué menos que reconocer nuestro trabajo.

¿Por qué hay tanta resistencia a reconocer y valorar este trabajo, que es precisamente el que permite que lo demás funcione?

Es por el patriarcado. Porque desde siempre fue un trabajo para mujeres que ya se daba por hecho. Quién dentro del hogar cuando una mujer limpia o hace de comer dice gracias, qué limpio está... al contrario, te dicen no tendiste, no te quedó rica la comida, no me lavaste el pantalón que quería, no has tirado la basura. Pero si lo encuentran todo bien hecho simplemente lo dan por hecho. Es porque lo hacen las mujeres.

¿Y quién cuida de vosotras, de las cuidadoras, y de de vuestros hijos y familias, que muchas veces se quedan en otro país?

Es algo bien triste ver, por ejemplo, a las madres en EEUU que están cuidando niños mientras ellas han dejado a sus hijos y no saben cómo los están tratando, o a mayores mientras piensan que les gustaría que esa persona que cuidan fuera su mamá. Hay mucha gente que arregla sus papeles, trae a su familia y llega el choque cultural. A algunos de sus hijos les dejaron de pequeños, puede que incluso cuando solo tenían meses, nunca han vivido juntos y de repente llegan, quizá la mamá tiene otra pareja u otros hijos... se produce un problema muy fuerte en las familias. Muchas veces les decimos que se preparen para buscar terapia porque es lo primero que van a necesitar.

¿Qué supuso la aprobación del convenio 189 de la OIT sobre derechos de las empleadas del hogar?

Cuando se empezó a hablar de esto y se dijo que se iba a negociar este convenio en Naciones Unidas para mí fue una gran alegría. Pensé que se llegara hasta donde se llegara por lo menos ya se trajo el tema de las trabajadores del hogar a nivel internacional. El día que conseguimos que se aprobara fue de mucha alegría, me acordé de todas las trabajadoras, de cuántas han perdido la vida, cuántas han quedado traumadas, cuántas han sido acosadas, violadas, malpagadas, tratadas... Se aprobó algo que las quiere proteger. Pero incluso para todas las mujeres que se dedicaban a esto, de mi madre para atrás, que ya murieron, esto supone que su trabajo ha sido reconocido. Ahora falta que de veras los países lo ratifiquen.

¿Son frecuentes los casos de trata en el empleo doméstico?

Sí, y lo más irónico son las mujeres tratadas que hemos sacado de casas de diplomáticos, donde estaban en situaciones de explotación. Una de ellas llevaba 19 años en la casa, sin salir. Cuando la sacamos teníamos que ir por ella a donde se hospedaba y no sabía dónde quedar, no conocía las calles. Ganó un juicio, le tuvieron que pagar dinero y tiene sus papeles arreglados. Ya está bien activa, dando conferencias de prensa, recuperada. Solo trabajamos con mujeres, pero tenemos algún caso de hombre víctima de trata. Por ejemplo, el caso de un hombre de Nicaragua que estuvo en un circo. Un día se cayó mientras limpiaba y no lo llevaron al hospital y la mano se le quedó mal. De tanto dolor empezó a gritar y alguien lo escuchó y así lo sacaron de allí. Ahora ya está fuera y tiene sus papeles en trámites y su familia se va a reagrupar con él.

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