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Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

¿Quién cogerá la patata caliente de Educación?

Aulas vacías durante la crisis de la COVID-19

Gonzalo Larruzea

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A falta de pocos días para las elecciones vascas (12-J), las encuestas de intención de voto son tan parecidas que no dejan espacio para la emoción o la incertidumbre. Serían posibles dos mayorías: una más probable (PNV-PSE) y otra mucho más difícil, aunque nada hay imposible, (EH Bildu, PSE, Elkarrekin Podemos). Bueno, matemáticamente, son posibles más combinaciones para lograr la mayoría, pero parecen más improbables aún. En el ámbito de la enseñanza nos preguntamos, luchando contra el escepticismo para que no nos domine, qué consecuencias depararán para nuestro complejo mundo educativo las próximas elecciones. ¿Quién se animará con la patata caliente de Educación? ¿Seguirá el PNV? Si es así, ¿quién? ¿Se lo dejarán al PSE, desgajando la Formación Profesional? ¿Realmente desea el PSE Educación? ¿Acaso puede haber una maniobra inesperada y coger EH Bildu o Podemos la Consejería? Especulaciones...

Aunque hay un partido que estaría en ambas fórmulas de mayorías, a priori esperaríamos un continuismo con la primera mayoría y albergaríamos la esperanza de algunos cambios (todavía sería muy difícil precisar) con la segunda e improbable mayoría. Pero sea como sea, difícil lo va a tener cualquiera, porque la educación de la CAPV se mueve siempre en medio de equilibrios tan precarios y de intereses tan opuestos que hacen que la Consejería de Educación no sea un plato deseado para nadie, pues o se gobierna como hasta ahora tratando de no tocar ningún nervio sensible o te expones a salir escaldado si alguien se animara incluso con cualquier 'reformilla' de tres al cuarto. 

¿Quién se va a atrever a discutir la financiación de las redes? ¿La gratuidad de la enseñanza? ¿Quién va a tocar a fondo la cuestión de la segregación? ¿Quién propondrá un nuevo pacto lingüístico? ¿Quién impulsará la autonomía de los centros públicos? ¿Quién promoverá la participación comunitaria? ¿Quién se atreverá a reformar algo el funcionariado, por ejemplo, la provisión de personal a los centros? ¿Quién dará pasos significativos en una mayor responsabilización municipal? ¿Quién se animará a abolir determinadas formas de evaluación o a flexibilizar las rigideces del sistema?

La cuestión de la educación es difícil porque hay poderes fácticos dispuestos a dar combate ideológico o, simplemente, corporativo, si se les mueve algo de esos equilibrios agónicos que terminan manifestándose como crisis cíclicas, aunque a veces se han resuelto con partidas económicas con poco control sobre su uso. Son fórmulas usadas por quienes nos han gobernado para mantener la ‘paz educativa’, aunque tarde o temprano se demuestre que lo que se necesitaba era ir un poco más al fondo. Pero, además, en nuestro caso concreto, la dificultad se incrementa por el doble cruce de ejes social e identitario. 

La cuestión de la educación es difícil porque hay poderes fácticos dispuestos a dar combate ideológico o, simplemente, corporativo

La disyuntiva a la que se enfrenta quien gobierne está en elegir entre seguir en nuestros equilibrios precarios, incluso bajo el señuelo gatopardista de una ley vasca de educación, o iniciar rupturas inteligentes que reconfiguren nuevas mayorías y permitan despresar las aguas estancas de la educación vasca. Nos cuesta ver, aunque no dejamos de esperar, algún liderazgo entre los partidos políticos que lo pueda conseguir. No sabemos si habría que apelar a la generosidad de los partidos gobernantes para que dejaran paso a algún liderazgo para la educación vasca que goce de gran aceptación (estoy pensando en lo que fue Carmena en su momento para la Comunidad de Madrid). No es fácil realizar un cambio inteligente. 

Dicho todo lo anterior, no podemos distraernos de seguir con lo nuestro, pues tan verdadero como que no podemos prescindir de la política es que un cambio de la educación vasca solo vendrá si es previamente cocinado y después sostenido desde la sociedad. Quedará mucho por debatir y concretar, pero creo que múltiples aportaciones de diferente origen van abriendo paso a un “sentido común” de lo que queremos para la educación, y para la educación vasca. Un botón de muestra reciente es la iniciativa que ha tenido el Consejo Escolar de Euskadi de dar voz a un conjunto de profesoras y profesores que ha reflexionado sobre la educación post-covid. 

De esta manera, no sólo necesitamos buenos liderazgos políticos, sino también el impulso de procesos sociales. Necesitamos organismos, plataformas que también asuman el liderazgo de promover procesos de reflexión y decisión colectivos. ¿Quién puede hacerlo? ¿El Consejo Escolar de Euskadi? ¿Eusko Ikaskuntza? ¿El observatorio Euskal Eskola Publikoa Gaur, Bihar? ¿Alguna otra plataforma de las que ya existen o por crearse? Nadie va a sobrar en la tarea coral de ir resolviendo este pequeño galimatías de la educación vasca para que no se haga inmanejable. 

Gonzalo Larruzea es inspector de Educación

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